“Señoras y señores, esta semana no voy a decir ‘And now for something completely different’. No creo que sea apropiado. La de esta noche es una ocasión especial porque nos han comunicado que Su Majestad la Reina estará viendo parte del programa. No sabemos exactamente cuándo sintonizará Su Majestad. Por el momento nos han informado que está viendo El Virginiano”.
Con esas palabras comenzaba John Cleese el último episodio de la segunda temporada de Monty Python’s Flying Circus. A lo largo de la siguiente media hora, las referencias a la soberana continuarían como chistes recurrentes. Desde comentarios del tipo “Su Majestad quiere que todo el mundo se comporte con normalidad, pero su caballerizo real me ha pedido que, cuando llegue el momento, se pongan en pie, incluso los que estemos aquí en el estudio”, a carteles sobreimpresionados con el texto “Todavía está viendo El Virginiano”. También se incluyó la participación de Reggie Bosanque, presentador del espacio News at Ten que, en mitad de la lectura de las noticias del día, se ponía en pie, dando a entender que su Majestad había conectado con el informativo en lugar de con el circo ambulante de los Monty Python.
No hay constancia de que Isabel II de Inglaterra viera ese capítulo de Flying Circus. De haberlo hecho, además de las bromas sobre su persona, se habría encontrado con sketches sobre mineros que blasfeman y discuten sobre la fecha correcta del Tratado de Utrecht; personajes que solo pueden pronunciar la segunda sílaba de una palabra; unos médicos con peculiares métodos terapéuticos y bromas sobre el canibalismo. No una ni dos. Tres números seguidos sobre el tema de cocinar y deglutir humanos, que provocaban la indignación del público invitado a la grabación. Airada, la audiencia invadía el set dispuesta a linchar a los Python y a fe que lo hubiera conseguido, de no ser porque, de repente, comenzaba a sonar “God Save the Queen”. Mientras los presentes en el plató mantenían una actitud respetuosa ante el himno, los títulos de crédito aparecían en la pantalla.
Concluía así la segunda temporada de esta inclasificable serie de humor cuyo primer programa había salido al aire el sábado 5 de octubre de 1969 a las 22:55 de la noche, como parte de la modernización de la programación de la BBC que, justo ese año, había empezado a emitir en color.
Absurdo y crítica
Si bien Graham Chapman, John Cleese, Eric Idle, Terry Jones, Michael Palin y Terry Gilliam llevaban escribiendo y protagonizando sketches cómicos en diferentes programas desde 1966, no fue hasta principios de 1969 cuando decidieron agruparse bajo el nombre de The Monty Python y presentar a la BBC un espacio propio. Su deseo era desarrollar con autonomía su particular concepto del humor a través de un espacio que desafiase las convenciones narrativas, prescindiendo de la estructura clásica de presentación, nudo y desenlace, en el que no hubiera bromas previsibles, tampoco imitaciones de personajes famosos y sin necesidad de ese chiste final que cerraba el número y daba sentido a todo. De hecho, que las cosas tuvieran sentido tampoco era imprescindible para ellos.
Además de esas innovaciones formales, Monty Python incluyó en sus sketches temáticas y personajes inusuales para la comedia de la época. A diferencia de los cómicos de generaciones anteriores, curtidos en el teatro de variedades y el music-hall más popular, Chapman, Cleese, Idle, Jones, Palin y Gilliam eran jóvenes que habían crecido después de la Segunda Guerra Mundial, se habían beneficiado de la prosperidad económica de los 50 y todos, salvo Gilliam, habían cursado estudios superiores en las prestigiosas universidades de Oxford o Cambridge.
Ese contexto social permitió que, aunque los referentes humorísticos de los Python fueran The Goons de Peter Sellers, George Formby, los Hermanos Marx, Chaplin, Stan Laurel, Dickens o Sterne;incluyeran en sus trabajos referencias a la Inquisición española, a pioneros de las expediciones polares como Shackleton, brillantes reflexiones sobre los mecanismos del slapstick*, guiños al teatro del absurdo o chistes sobre filósofos. Una propuesta que, bajo esa apariencia intelectual y elitista, también abordaba temas sociales como la religión, la política, el sexo, el ejército o esa oligarquía británica que lo mismo defendía el colonialismo que explotaba a las clases menos favorecidas.
Llegó tarde a España
Monty Python’s Flying Circus era tan diferente que, en el momento de su estreno, tenía casi las mismas posibilidades de ser un éxito como de convertirse en un estrepitoso fracaso. Sin embargo, el público lo acogió con agrado, la crítica fue positiva, recibió varios premios Bafta y el fenómeno fan hizo que el mercado comenzase a llenarse de productos de merchandising, como discos con canciones y locuciones de sus números más conocidos, libros con materiales creados para la ocasión, espectáculos en directo y, posteriormente, películas.
De hecho, And now for something completely different, el primer filme de Monty Phyton, no era más que la adaptación a la gran pantalla de una selección de algunos de los mejores sketches de la serie de televisión. Se rodó en 1971 y su objetivo inicial era sondear el mercado estadounidense con la intención de exportar allí el programa y los espectáculos en directo. Lo que nunca imaginaron sus creadores era que la película también sería un éxito en Inglaterra, a cuyo público no le importó saberse el contenido de memoria después de haberlo visto y oído en televisión, discos y radios.
Mientras que Europa y Estados Unidos se rendían ante el talento de estos cómicos y disfrutaban de sus ocurrencias, en España pocos conocían quiénes eran los Monty Python. La dictadura no permitió que se emitiera la serie de televisión ni que se estrenasen las películas, de modo que no hay referencias o noticias sobre el grupo hasta mayo de 1977, fecha del estreno en Barcelona de Los caballeros de la tabla cuadrada. A esta cinta seguiría en 1980 La vida de Brian, cuyo estreno no estuvo exento de polémica por su temática religiosa, y And now for something completely different, que no se estrenó en cines hasta 1990 y, cuando lo hizo, fue traducida como Se armó la gorda. Para entonces, los más fans ya se habían hartado de alquilar el VHS en el vídeo-club.
A finales de los noventa, casi toda la obra de Monty Python, incluidas las películas hechas por sus miembros en solitario tras la disolución del grupo, como La gran bestia del reino, Brazil, Las aventuras del barón de Munchausen, Un pez llamado Wanda, Monjas a la carrera o la serie Fawlty Towers, se habían emitido o proyectado en España. Sin embargo, el Monty Python’s Flying Circus seguía inédito. Hubo que esperar al siglo XXI para que la serie fuera editada íntegramente en DVD. El acontecimiento coincidió con la aparición de una nueva generación de humoristas que, como en el caso de los chicos de Muchachada Nui o el José Mota post Cruz y Raya, tuvieron en los ingleses una importante fuente de inspiración, al tiempo que descubrían que había humor más allá de Martes y 13 y Chiquito de la Calzada.
Medio siglo después de su estreno en la BBC, Monty Python’s Flying Circus continúa siendo un referente para cualquier profesional o aficionado al humor. En consecuencia, algunos de sus miembros han sido reconocidos con la Orden del Imperio Británico, un gesto que honra a Isabel II que, o tiene más sentido del humor del que parece o, a pesar del tiempo transcurrido, aún no ha visto el último capítulo de la segunda temporada.
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