Ya no está bajo el paraguas de Subterfuge Records, el sello con el que co-editó su último disco, «La Reina Pez», pero su tirón sigue intacto: este sábado actúa en Joy Eslava con las entradas agotadas desde el pasado junio.
—Cuatro meses de antelación son muchos meses. ¿Cómo se siente en este momento de su carrera?
—Eso te da la libertad de llegar a la fecha exclusivamente con ganas de disfrutar y que disfruten contigo. Soy una artista cien por cien independiente, mis discos se venden por su contenido más que por una macro exposición al público. ¿Qué más puedo pedir? Tengo el respaldo de los que valoran no sólo la música sino la forma de hacer música, y esto es algo labrado en 16 años de carrera, no es fruto de un eslogan. Estoy feliz.
—Creo que le gustan bastante más las salas que los grandes festivales.
—Me gusta ir donde valoran mi trabajo, donde no soy un hilo musical de fondo, donde la gente viene a cantar y a escuchar. Esto es lo que he tenido siempre en mis salas. Saben que vienen a ver mi directo, pagan por ello. Cuando un festival no negocie con mi trayectoria, y por tanto pague lo que vale mi directo, ese día me verás en su cartel. Mientras tanto resultaría estúpido ir de música de fondo a un lugar donde mi proyecto no se pone en valor.
—Leí que piensa que «ha habido un boom mediático en torno al empoderamiento de la mujer que ha desdibujado la finalidad». ¿Podría explicar un poco más a fondo esa idea?
—He sentido cómo mi nombre se ha barajado en proyectos como solución a una necesaria presencia femenina, respondiendo a la presión social respecto a la igualdad de géneros. Cuando ponen el presupuesto encima de la mesa, y resulta ser mucho menos de la mitad que destinarían a un compañero con un currículum parecido, te das cuenta de que eres eso, uno de los nombres femeninos que dotarán al proyecto de esa cuota femenina ficticia, marketiniana. Han confundido la igualdad de oportunidades y remuneración por nuestra valía con un panfleto donde destacan la presencia femenina.
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