Fernando Grande-Marlaska, el primer juez abiertamente gay que renunció a ser padre por amor

"Fernando Grande-Marlaska es un hombre sin fisuras, aún más fuerte que sensible, y nadie podrá con él, entre otras cosas, porque sus amigos lo impediríamos". Así habla la periodista Nativel Preciado en el prólogo de Ni pena ni miedo (Ariel, 2016), memorias del hoy ministro del Interior que publicó cuando era juez. Aún no había entrado en política, tarea que estos días pone a prueba esa fortaleza que su amiga le atribuye después de que la Audiencia Nacional le haya ordenado devolver a su puesto al coronel Diego Pérez de los Cobos, a quien destituyó en julio de 2020 por no informarle de una investigación abierta en torno a la manifestación del 8 de marzo del mismo año.

Mientras el ministerio que dirige ha anunciado que recurrirá la sentencia, el ministro calla. Como magistrado, Grande-Marlaska (Bilbao, 58 años) no estaba acostumbrado a dar muchas explicaciones ante los medios de comunicación. Tampoco en los dos años que lleva como ministro se ha mostrado muy locuaz. Ni siquiera en las sesiones de control al Gobierno, donde ha empleado un tono más bien displicente con sus adversarios. La callada por respuesta también la dio en su disputa con la ministra de Defensa, Margarita Robles, a cuenta de la gestión de la nevada que en enero de 2021 asoló Madrid. Al menos públicamente, pues desde su ministerio y sin nombres ni apellidos, sí se filtraba la información ( y el malestar con Defensa ) a la prensa.

Grande-Marlaska se explaya más entre amigos. Con Nativel Preciado, por ejemplo, que pudo poner en práctica lo que prometió en el prólogo de aquel libro al defenderlo a capa y espada cuando al ministro se le fotografió cenando en un restaurante la noche de los incidentes en Barcelona tras la sentencia del procés en 2019. También a otra amiga le dio su primera entrevista Marlaska para hablar de su homosexualidad siendo ya uno de los "jueces estrella" de la Audiencia Nacional: fue en El Paísy a Rosa Montero, una de las personas que forman el grupo de íntimos que se autodenominan "Salamandras". Era la primera vez, y de momento la única, que un magistrado español salía del armario.

Culto y algo soberbio

De Grande-Marlaska destaca una persona de su entorno que es un hombre culto. Sus escritores favoritos están todos en la nómina de los clásicos –Voltaire, Dickens, Flaubert– pero él destaca a Thomas Mann y sobre todos, a Marguerite Yourcenar, por su brillantez y por la indagación que hace a través de sus personajes en asuntos como el amor o la sexualidad.

Amante de la ópera –se sabe de memoria las letras de muchas arias– y del rock, se licenció Derecho en 1985 y trabajó un periodo corto en una empresa de exportaciones. En 1986 empezó a opositar para juez y en poco más de un año lo logró. Lo preparó para los exámenes un magistrado que acabaría siendo, como él, ministro socialista: Juan Alberto Belloch.De ese modo, Grande-Marlaska dejaba su Bilbao natal por Santoña, donde tuvo su primer destino como magistrado y donde abordó su primera investigación mediática: el suicidio de Rafael Escobedo, el condenado por el crimen de los marqueses de Urquijo.

Después, volvió a Bilbao, para recalar en 2004 en la Audiencia Nacional, donde sustituyó a Baltasar Garzón y donde su trabajo en casos tan relevantes como el Faisán, Fórum Filatélico o todos los relacionados con ETA –que lo enfrentaron con Arnaldo Otegi y lo obligaron a llevar escolta–, colocaron su nombre no solamente en los sumarios más relevantes de los últimos años sino también en los titulares de la prensa.

Sin hijos, por amor

El vasco encontró en Madrid su verdadera casa. Como él confiesa, nada podrá alejarlo de la capital, donde vive con su marido, Gorka Arotz, profesor con quien se casó en 2005, el mismo año que se aprobó en España la ley que permitía el matrimonio entre personas del mismo sexo.Por él renunció a ser padre a pesar de que cuando se conocieron el juez tenía en marcha un proceso de adopción. "Era un asunto del que sencillamente a él no le gustaba hablar ni en público ni en privado, no había entendimiento posible en ese territorio y lo dejé estar. Me interesaba más tener la estabilidad vital que Gorka representaba para mí por encima de cualquier otra consideración". Lo que sí comparte la pareja es piso en Madrid, casa en la Sierra y varios perros.

Salió del armario con 25 años pero hasta los 35 no se lo dijo a su madre, costurera de profesión y una mujer con mucho peso en su vida, que reaccionó de este modo: "Se agarró de los pelos, se metió en la cama vestida y estuvo 15 días sin salir". Así lo contó él en sus memorias, donde también explicó que estuvo separado de su familia por ese motivo desde 1998 hasta 2004. A su padre, policía municipal que falleció cuando él aún era estudiante y con quien no tuvo una relación muy cercana, no llegó nunca a decírselo. A pesar de que su condición sexual le costó una ruptura muy dolorosa con los suyos, se siente un hombre afortunado y por eso decidió usar su caso por si podía servir a otras personas con menos opciones de desarrollar una vida plena y sin miedo por temor al rechazo.

De Rajoy a Sánchez

Él cita el orgullo como un rasgo de su carácter. Alguien en las filas socialistas apostilla a Vanity Fair que no pocas veces "deriva en soberbia". Esa misma fuente no tiene empacho en reconocer que algunos de los resquemores que suscita en el PSOE tienen que ver con que desde más de un frente se ha tildado a Marlaska de conservador. El origen de ese recelo está en el hecho de que optó a ser vocal del Consejo General del Poder Judicial con un Gobierno de Mariano Rajoy y luego aceptó ser ministro con uno de Pedro Sánchez.

Ese vaivén se percibe enorme por lo polarizada que está la política y la sociedad, pero el propio juez dejó claro en su libro que su círculo de amigos es variado y que por eso tiene un grupo de gente más conservadora, otro que lo es menos y desprecia el uso del término progreporque lo utiliza "en España la derecha más rancia".

Ahora que es ministro tiene menos tiempo libre para esos amigos, pero le sigue gustando estar en forma y por eso araña horas a su agenda para nadar. Es su actividad física favorita y quizá por eso,–del mismo modo que Pablo Iglesias ve en el baloncesto una representación de la lucha de clases y Rajoy hizo de su gusto por caminar rápido, que no correr hasta un lema de campaña–, Marlaska encuentra en el agua con cloro claves con las que interpreta al género humano: "En la piscina notan cómo eres, notas cómo son". Está claro es que el ministro del Interior está a gusto en el agua, a pesar de que detesta la lluvia porque le pone del mal humor. Habrá que ver entonces como acaba de capear el último chaparrón, que llega además desde la que fue su casa, la Audiencia Nacional.

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