La fascinante vida de Ricardo Fisas, el fabricante de piensos que fundó Natura Bissé a los 50 años y triunfó

En 2006 Beyoncé en su canción Upgrade u decía que podía mejorar el look de su pareja con alfileres de corbata de Cartier, chaquetas de seda, maletines de Hermès, relojes de marca y cremas faciales con diamantes. Esos cosméticos con las piedras preferidas de Marylin Monroe, que Queen Bey usaba y conocía perfectamente, eran los de la línea alta de Natura Bissé, la marca que Ricardo Fisas había fundado en 1979 en Barcelona con tan solo 800.000 pesetas. Nadie podía imaginar entonces que sus cremas llegarían a los almacenes más lujosos del mundo y serían objeto de deseo entre las celebrities. Julia Roberts un día se marchó de un exclusivo spa de Nueva York porque no las tenían. Los propietarios llamaron rápidamente a Barcelona para conseguirlas lo antes posible y así no perder a una clienta tan famosa.

Pero el camino al éxito no fue fácil. ¿Cuántas personas son capaces de reconstruir su vida profesional a los 50 años y triunfar en todo el mundo? Muy pocas. Ricardo Fisas, que murió en 2012, fue una de ellas. Despedido de dos grandes empresas y harto de entregar todo su potencial a terceros, a la edad en que otros empiezan a retirarse él se lanzó a la aventura de crear Natura Bissé. Hoy es la firma cosmética española más internacional, y este año celebra 40 años con la inauguración de una gran sede con fábrica y oficinas integradas en una superficie de 13.500 m² en el Barcelona Synchrotron Park de Cerdanyola (Barcelona).

De una fábrica de aditivos para pienso al mundo de la belleza

¿Cómo se le ocurrió la idea a un alto ejecutivo que no tenía ni la más mínima noción de cosmética? Por ser un gran observador. Fisas dirigía una fábrica de aditivos nutricionales para pienso y se dio cuenta que los trabajadores tenían las manos muy suaves. Era porque al hidrolizar las proteínas de colágeno y elastina éstas se fraccionaban en aminoácidos que penetraban fácilmente en la piel y la enriquecían muchísimo. Con la ayuda de un químico y un dermatólogo, realizó pruebas en el rostro de 500 personas y comprobó su efectividad. Cuando la empresa cerró, siguió adelante con su descubrimiento.

“Nunca volveré a trabajar para otros”, se dijo a sí mismo al más puro estilo Escarlata O’Hara. Cinco años antes también había sido despedido de la multinacional americana que fabricaba chicles a la que se había entregado en cuerpo y alma consiguiendo muy buenos resultados. Fue una experiencia de alto nivel que incluso llevó a la familia a residir un tiempo en el refinado edificio Wringley de Chicago, el que tiene una torre inspirada en la Giralda.

Era 1979 y España estaba en crisis. Ricardo le propuso a su esposa Gloria Vergés, mucho más familiarizada que él con el uso de cremas, acompañarlo en el proyecto. Ella reaccionó llorando, horrorizada. Eran padres de cuatro hijos de 7 a 15 años (Verónica, Ricardo, Patricia y Jesús, al que acababan de adoptar). Aquello suponía un salto al vacío, pero se lanzaron a por todas.

Una empresa de mujeres con Jaqueline Bisset de icono

El matrimonio reunió a unas cuantas amigas, amas de casa burguesas con estudios y tiempo libre, que se convirtieron en accionistas y trabajadoras de la empresa. “Si no salíamos adelante en un año, cerrábamos”, recordaba el empresario en su biografía, Pinceladas de una vida (2010).

El nombre surgió de un brainstorming entre todos. Natura porque sugería algo fresco, relacionado con la naturaleza y Bissé porque a Ricardo le encantaba Jaqueline Bisset, símbolo del glamur y la seducción en aquellos años.

Trabajaron con pasión en un piso donde todos compartían el mismo teléfono negro antiguo de pared. Hasta los críos ayudaban a empaquetar muestras al salir del colegio. “Nadie se podía dormir, nos educaron en la responsabilidad”, afirma su hija Patricia Fisas, que hoy es directora de desarrollo e innovación. Los proveedores desconfiaban al ver a tanta mujer reunida. No eran tiempos demasiado feministas, pero salieron adelante con mucho esfuerzo, una buena estrategia, 5 cremas faciales de alta calidad y la simpatía de Gloria como directora comercial.

Mrs. Al- Fayed, Letizia y los Oscar

Con el éxito llegó la expansión. Su primer intento en los Estados Unidos fracasó porque Natura Bissé trabajaba el producto de cabina de estética y allí no triunfaba ese concepto. No obstante, dejaron muy buen recuerdo, y eso les permitió regresar en 1994, ya instalados en los prestigiosos almacenes Neiman Marcus. A partir de aquí, todo fue rodado. Eran una firma innovadora y emergente, que además llevaba el nombre de Barcelona, la ciudad que se había puesto de moda por los Juegos Olímpicos del 92. “El día en que nos invitó a comer Leonard Lauder, presidente de Estée Lauder, supe que habíamos entrado en la división de honor de la cosmética”, cuenta Fisas en su libro.

Para Gloria Vergés, tocaron el cielo en 2002, cuando los almacenes Harrods de Londres inauguraron una exclusiva zona donde reunían las 26 mejores marcas de cosmética del mundo, y allí estaban ellos. “Le dije a Ricardo, fíjate cómo se nota que pasa el metro debajo de nosotros y él me contestó, que no había ningún tren, ¡eran mis piernas que temblaban de la emoción!”, me explica. Lo habían conseguido porque la mujer de Mohamed Al Fayed, Heini Wathen, se había aficionado a sus cremas, que compraba en Nueva York, y quería tenerlas en su establecimiento. Empezaron colocándolas en una zona discreta, y en pocos meses su éxito les permitió entrar en la sala reina.

En un acto en que los Reyes –entonces príncipes- les concedían un premio a la excelencia empresarial, Letizia comunicó a Ricardo que se había sentido orgullosa cuando en un reciente viaje a Estados Unidos “todas las damas, artistas y personalidades” le hablaban de Natura Bissé como una marca cosmética casi de culto. Esa buena fama impulsó proyectos como el de ofrecer tratamientos con su crema de diamantes (Diamond) en un spa de lujo a las estrellas de Hollywood horas antes de desfilar en la alfombra roja de los Oscar, que repiten cada año. Con la icónica Sarah Jessica Parker establecieron tan buena sintonía que hasta fueron a ver su tienda pop up de zapatos en el Soho en 2014 con un grupo de clientes de la marca.

A Lourdes en scooter para conseguir novia

“Siempre confié en Ricardo”, me dice la elegante Gloria, que adoraba a su marido. El empresario había decidido que sería su mujer nada más verla, tanto es así que iba diciendo que era su novia “cuando yo aún ni lo sabía”. Ella tenía 21 años y el 33 vividos de forma sorprendente. Hijo de un industrial textil, era bisnieto de Camilo Mulleras, una de las 50 principales fortunas de Barcelona de finales del XIX. Fue un chico listo, simpático y echado para adelante, aficionado a la magia, el cine y la pintura, que dejó a todos de piedra cuando dijo que quería ser jesuita. Estudió 12 años en la compañía de Jesús, viajó a Paraguay y Bolivia para hacer apostolado, pero cuando solo le faltaban 4 meses para recibir la orden sacerdotal, tuvo dudas, perdió vocación y lo dejó todo.

Se buscó la vida y ganó su primer sueldo en Nestlé donde aprendió marketing cuando todavía no se estudiaba en la universidad, y sintió la necesidad de buscar una compañera “para toda la vida”. Se fue en scooter a Lourdes para pedírselo a la Virgen, y debió funcionar porque en 1963 se casaba con Gloria, a quién describía como una joven “bellísima, simpática, bromista y buena”. Los padres de Ricardo no llevaban demasiado bien que hubiera abandonado el noviciado así que fue una boda rara, con iglesia y vestido, pero sin baile ni banquete. Al principio de su relación, hasta tuvieron que aguantar que algún amigo chistoso dijera: ¡Ya viene el cura con su novia!

Del asiento del piloto a formar parte del pasaje del avión

Gloria y Ricardo fueron inseparables hasta que el empresario falleció en un accidente de tráfico en los túneles de Vallvidrera (Barcelona), en enero de 2012 al ser golpeado por otro vehículo cuando estaba atrapado en un atasco. Al entierro no faltaron Judit Mascó, que había sido imagen de la marca, y Santiago Fisas, su sobrino eurodiputado del PPE. Tenía 82 años y una vitalidad envidiable. A los 60 había recuperado su afición a las motos, y hacía escapadas en Harley para disfrutar de paisajes y gastronomía como si fuera un Denis Hopper burgués.

Hacía cuatro años que Fisas había decidido dejar paso a la nueva generación en la dirección de la empresa, después de escuchar como un gurú de Harvard decía que si no lo haces, al final tus herederos acaban deseando tu muerte. Le cedió paso a Verónica (la elegida por todos para comandar) y respetó su criterio pero no la abandonó. “Soy de los que dejan de pilotar el avión pero pasan al asiento de copiloto; ahora mi esposa y yo ya estamos detrás, en la cabina de los pasajeros, pero que no se descuiden mis hijos, porque cuando baje del avión me iré a la torre de control”, nos comentaba riendo en una comida con la prensa en 2011. Seguía mirando hacia el futuro dando conferencias motivacionales y desarrollando su fundación para ayudar a familias con pocos recursos en Bolivia y a pacientes oncológicos.

“Desde que murió no hay día en que alguien no me diga que echa de menos a Ricardo, su ejemplo, su alegría, su capacidad de comunicación y su energía”, me cuenta Gloria. Ella es la amorosa matriarca que une a toda la familia, ahora ya con 10 nietos, de entre 13 y 24 años, a los que están formando para que sean buenos accionistas. Porque en 2019, con 5 sedes por el mundo, multitud de premios, y presencia en 35 países, la marca que construyó Ricardo Fisas sigue siendo a sus 40 años el must aspiracional de la pegadiza canción de Beyoncé.

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