El abrigo (para todo) del futuro será la americana (de oficina)

En algún momento entre las hombreras imposibles que Melanie Griffith lucía en la película Armas de Mujer (1989) y la conversión de la gabardina en una prenda minimalista, la americana se postuló como el nuevo abrigo de entretiempo. Y lo hizo tras haber perdido esa formalidad a la que siempre estuvo asociada desde que el mundo es mundo y desde que entró en el armario del hombre de negocios contemporáneo para no salir jamás (en teoría). De corredores de bolsa a la pandilla de tiburones capitaneada por Patrick Bateman, pasando por los primeros buscadores de petróleo. No hay hombre de éxito si no hay americana (o blazer).

La reina Isabel II y el Duque de Edimburgo junto a sus hijos, Carlos y Ana, en Balmoral (1952).© GettyImages.

La idea del triple salto mortal surgió en medio de un batiburrillo de tendencias y se dio a principios del s. XX en un acantilado de Escocia o en cualquiera de las mansiones campestres de las clases pudientes de Londres, donde se tomaba el té a las cinco de la tarde y también había hora del cóctel antes de la cena (y después). Las reinas y duquesas de entonces se desprendían de sus pesadas capas y vestidos con miriñaques, se ponían su americana de paño y paseaban a sus perros de aguas, montaban a caballo o se sentaban a leer en cualquiera de sus 50 salones. La americana fue su pijama de lujo y casi sin quererlo consiguieron no solo eliminar el género de la ecuación, sino adherir al tejido de esta prenda cierta aristocracia que ni las zapatillas deportivas más usadas ni las botas de lluvia más embarradas han conseguido eliminar después.

© Ilustración: Mar Lorenzo/ Fotos: Getty Images.

Otro salto. Aunque esta vez desde el trampolín de una piscina de un club privado de París donde quizá Carolina de Mónaco llevaba a sus hijos (pequeños entonces) a nadar mientras ella se sentaba en el bar, se tomaba un rosado con las gafas de sol puestas y dejaba que las arrugas fueran abriéndose camino en su americana. Más aristocracia y más dejadez o las dos características que se han reincorporado al adn de esta prenda en el otoño de 2019, justo cuando los abrigos son demasiado y las cazadoras vaqueras y perfectos de cuero no resultan tan emocionantes. Si las nuevas royals son las nuevas it girls –de Victoria Federica a Leonor y Sofía– y no hay nada más royal que la americana, que se aparten plumíferos y demás prendas de abrigo porque la segunda vida de esta prenda promete ser más lánguida, ideal, aristocrática, informal y decadente.

© Ilustración: Mar Lorenzo/ Fotos: Getty Images.

La pasarela lleva anunciándolo desde el pasado mes de febrero. McQueen abrió su desfile otoño-invierno 2019 con un blazer asimétrico, Balenciaga lo apostó todo a la americana-vestido (y qué bien le salió la jugada), Gucci propuso lucir esta prenda dos tallas más grande y Prada no solo anunció entonces que sería la estrella del otoño recién iniciado, sino que acaba de afirmar que también lo será de la primavera que está por venir. Las predicciones climatológicas parecen caminar en la misma dirección que la moda o puede que la moda haya readaptado sus diseños al entretiempo eterno: en un futuro nada esperanzador, por otra parte, los abrigos tendrán cada vez menos recorrido y prendas como la sobrecamisa, la cazadora, el chubasquero o la americana pasarán mucho más tiempo en nuestros armarios de temporada.

De este singular cruce entre realeza y climatología ha resurgido la americama como prenda (ahora sí) básica, pues solo le faltaba prolongar su duración para añadir su nombre a esta categoría: el blazer ha dejado de ser un complemento, un adorno incluso, una pieza que resultaba difícil encajar en una estación y que nunca funcionaba por sí sola –o se quedaba corta a la hora de abrigar o se pasaba–.

El nuevo capricho de la realeza se llama entretiempo y se viste con una sencilla, aburrida y lánguida chaqueta. America, no te recibimos con alegría. Simplemente te recibimos.

10 americanas de reina (de Zara y compañía) que son el abrigo (para todo) del futuro, AQUÍ.

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