Si hay una actriz a día de hoy que encarna la belleza natural francesa esa es Marion Cotillard. Su irresistible je ne sais quoi le ha llevado a convertirse en la nueva imagen del icónico perfume N°5 de Chanel, y a protagonizar un delicioso film firmado por el talentoso director de cine Johan Renck que se estrena este 29 de octubre.
«Marion fue la elección obvia», explica Thomas du Pré de Saint Maur, Director de Recursos Creativos de CHANEL Fragrance & Beauty. La relación de Marion Cotillard con Chanel se remonta al inicio de su carrera, pero esta es la primera vez que la actriz ganadora del Oscar se convierte en el rostro de una fragancia.
«Sentí una conexión instantánea con Chanel N ° 5 que, más que una fragancia, es una obra de arte. Algo con lo que siempre soñé», confiesa la actriz, que sigue los pasos de Marilyn Monroe, Catherine Deneuve, Carole Bouquet y Nicole Kidman. El polifacético director sueco Johan Renck, conocido por sus videos musicales, sus campañas publicitarias, fotografías y series como Chernobyl, despliega toda su magia para la campaña del icónico perfume.
Una mujer misteriosa envuelta en una capa negra que camina sobre un puente parisino, cubierto de nieve, una noche de luna llena, un hombre que la espera y un baile embriagador: estos son los ingredientes del esperado film. Cada pieza es esencial pero el vestido es realmente sublime.
Harper’s Bazaar viaja a las bambalinas del rodaje de la película y estrena en exclusiva este vídeo en el que descubrimos un vestido cargado de historia, de artesanía, y de todos los valores que representa Chanel. Elegido por Virginie Viard, directora artística de Chanel, el vestido de encaje bordado en oro acompaña cada movimiento de la actriz en su coreografía como una lujosa segunda piel.
«Quería que Marion actuara con un vestido que fuera completamente Chanel, pasado, presente y futuro. Icónico. Partimos del vestido de Mademoiselle Chanel, inmortalizado por Cecil Beaton en 1937 y que tanto gustaba a Karl Lagerfeld… Lo ajustamos para que Marion lo hiciera suyo, bailara con él; queríamos que el vestido le sirviera a ella y no al revés», explica Virginie Viard. Dieciséis bordadoras de Lesage se encargaron de realizar está pieza única que requirió más de 900 horas de trabajo. Un diseño lleno de ligereza que permite que el cuerpo se mueva libremente.
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