A la gente le da miedo mezclarse entre el tráfico de las autopistas de Los Angeles. Esto es lo primero que oigo cuando vuelvo a la ciudad. Blair me recoge en la terminal y murmura eso mientras su coche sale del aparcamiento: "A la gente le da miedo mezclarse entre el tráfico de las autopistas de Los Angeles".
Bret Easton Ellis, Menos que cero.
En la primera página de mi ejemplar de Menos que cero escribí a lápiz lo siguiente: “leído entre marzo y abril de 2014. Sensación de vacío”. Es decir, hace seis años por estas mismas fechas estaba seguramente acabando la que fue la primera novela de Bret Easton Ellis. Sigo hojeándolo y me topo con otras páginas en las que también subrayé párrafos enteros y anoté palabras como “irrealidad” y “distancia” en los bordes superiores. Supongo que toda generación tiene su libro y aunque por fecha de nacimiento mi libro debería ser otro –no sé muy bien cuál, si he de ser sincera–, siempre he considerado que este era el mío.
© Ilustración Mar Lorenzo/ Fotografías: GettyImages.
Un grupo de niños bien de Los Angeles se dedica a no hacer nada durante las vacaciones de Navidad. Bueno, miento. Algo sí hacen: van a fiestas en mansiones, consumen todo tipo de drogas, mantienen relaciones, van a conciertos y cafeterías, y visitan a sus respectivos psiquiatras con regularidad. La nada más absoluta convertida en la vida que conocemos o bien aspiramos a conocer; la vida de los favorecidos, los privilegiados; la vida que de repente se revela como insoportable y que el protagonista de esta novela narra con una frialdad y un pulso dignos del mejor cirujano: “todo creaba una atmósfera espectral”. Y lo subrayé.
Lo mejor: leer Menos que cero es como ver tu película favorita con la sensación de que algo que has comido te ha sentado mal. La existencia “angelina” de ensueño descrita por el autor más importante de la Generación X con sus piscinas en calma, pósters de Elvis Costello, noches de copas y películas en la mansión de tal o cual, y clubs situados en antiguos párkings de coches es la madre de todos los sinsentidos. Clay, el narrador de esta historia, y sus amigos se mueven por estos escenarios con la desgana de una estrella del fútbol mientras se critican unos a otros y compran entradas de conciertos. Todo les da absolutamente igual. No hay ni pérdida ni deseo ni tristeza. Solo una sensación permanente de vacío, de nada. Como la superficie de esas piscinas azul turquesa que hay en sus jardines traseros y en las que se sumergen para luego flotar.
Portada del libro «Menos que cero».© Cortesía de Amazon.
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Del autor, de Bret Easton Ellis, poco se puede decir a estas alturas de la película. American Psycho ha sido sin duda su obra más conocida –convertida en una película igual de exitosa–, pero esta novela llegó primero y por lo tanto sentó las bases de un estilo que algunos consideran frío y escabroso, y puede que lo sea, pero también es muy capaz de provocar que sucedan cosas en el lector, aunque esas cosas sean nada. Ellis escribe como mira y mira con rayos X.
Lo peor: su mejor virtud es su peor defecto: su frialdad. No hay emoción. Nada. Cero. Vas a recorrer unas ciento setenta páginas en compañía de unos personajes que ni sienten ni padecen, que te resultarán antipáticos y en los que al mismo tiempo te reconocerás. Sin embargo, a fuerza de no sentir, el lector termina acercándose al borde la piscina para asomar la cabeza.
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