Los reyes, Felipe VI y doña Letizia, vuelan ya con destino a Tokio. Este mediodía han partido desde el aeropuerto en Barajas para asistir a un momento histórico: la entronización de Naruhito en el Palacio Imperial de Tokio el martes 22 de octubre.
La reina ha elegido para iniciar el viaje en avión privado un traje de pantalón y chaqueta cruzada de color negro sobre un jersey también negro con cuadros blancos de Hugo Boss que ya ha llevado en ocasiones anteriores. Con bolso de mano y zapatos de tacón negros, el pelo suelto, unos pendientes muy discretos y con un maquillaje muy discreto ha asistido al pequeño acto de despedida que ha tenido lugar en el aeropuerto madrileño al que han asistido, entre otras autoridades, los ministros Meritxell Batet y Josep Borrell y el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida.
Se prevé que los reyes lleguen a Tokio con tiempo suficiente para descansar y prepararse para los festejos de la entronización del emperador número 126 de Japón tras la abdicación de su padre, Akihito, de 85 años. Tokio recibirá a personalidades de todo el mundo: están invitadas 2.500 personas, entre ellas miembros de todas las casas reales y se espera a representantes políticos de casi 200 países.
Los reyes españoles coincidirán allí con los monarcas de Holanda y Bélgica -el duelo de reinas, Letizia, Máxima y Matilde, será inevitable-, los de Bután y Noruega, y con el príncipe Carlos de Inglaterra que, se podría decir, es un experto en la materia ya que asistió a la entronización de Akihito en 1990 acompañado por la princesa Diana de Gales.
Esperamos a doña Letizia con un estilismo a la altura de las circunstancias para un día en el que se resolverá una de las incógnitas que, hasta el momento, sigue sin respuesta: qué papel asumirá la emperatriz Masako ahora muy recuperada tras años de depresión causados, en parte, por la fuerte presión para tener hijos varones -el hermano de Naruhito, Akishino, es el heredero al trono en lugar de la princesa Aiko-.
La diplomática que estudió en Oxford y Harvard y dejó su carrera para convertirse en emperatriz se negó varias veces antes de decir que ‘sí’ a Naruito por temor, precisamente, a perder una libertad que ahora parece recuperar.
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