La cena se sirvió en el emblemático Rose Garden, los invitados degustaron raviolis de tupinamba y lenguado con flores de calabaza, 2.500 rosas amarillas decoraron las mesas y una orquesta sinfónica amenizó la sobremesa. Era la segunda cena de estado celebrada en la Casa Blanca desde que Trump llegó al Despacho Oval y la primera dama, Melania Trump, se encargó personalmente de organizar y supervisar hasta el último detalle de una velada pensada para agasajar al primer ministro de Australia, Scott Morrison, y a su mujer, Jennifer, con los que los Trump mantienen una estrecha relación diplomática. Las ‘first ladies’ coincidieron por primera vez en la cumbre del G7 celebrada en Biarritz en agosto. Y aunque en Washington volvieron a demostrar una gran sintonía, sus trayectorias no podrían ser más distintas.
Morrison, de 51 años, es enfermera de profesión y la noticia de que su marido iba a convertirse en el próximo primer ministro de Australia le pilló haciendo la colada en agosto del año pasado. Desde entonces, ha contado que su vida cotidiana no ha cambiado prácticamente en nada: «Hay quien piensa que por ser la mujer del primer ministro tengo una vida excitante y glamurosa, pero lo cierto es que hago las mismas cosas que cualquiera. Ser madre es muchísimo trabajo». Ella y su marido llevan toda la vida juntos: se conocieron cuando tenían 12 años, empezaron a salir a los 16 y se casaron con 21. Pero su matrimonio no ha sido ningún camino de rosas.
Morrison ha hablado abiertamente de sus problemas para quedarse embarazada, de los numerosos tratamientos de fertilidad a los que se sometieron y de cómo eso marcó su vida durante años. Finalmente, después de 14 años intentándolo, el matrimonio tuvo dos hijas de manera natural. Y aunque ahora acompaña a su marido en eventos y viajes oficiales, la primera dama sigue llevando a sus hijas al colegio cada mañana. Según la prensa australiana, Morrison, que no tiene ni staff ni estilista en nómina, se encargó de escoger personalmente todos los looks de su visita oficial a Estados Unidos, incluido el favorecedor vestido con capa que lució en la cena de gala. Y lo hizo como las first ladies más veteranas: aprovechando la ocasión para promocionar la moda made in Australia.
Un cargo que no quería
Cuando su marido, Andrés Manuel López Obrador, se convirtió en presidente de México el pasado mes de diciembre, Beatriz Gutiérrez Müller explicó públicamente que no quería ser ni ejercer de primera dama. Lo consideraba un término clasista y un papel institucional innecesario y trasnochado. Y, en general, ha cumplido con lo prometido. Escritora, poetisa, periodista y profesora universitaria, Müller no se prodiga en exceso junto a su marido ni tiene una agenda oficial. Sin embargo, siempre hay excepciones. Como cada 15 de septiembre, México celebró hace unos días el comienzo de su proceso de independencia con el Grito de Independencia. Y como es tradición, el presidente y su mujer se asomaron al balcón del Palacio Nacional de México para celebrarlo. Era la primera vez que Müller participaba en la celebración y su vestuario había sido motivo de especulación en la prensa mexicana durante los días previos.
Finalmente, Müller optó por un vestido verde con encaje negro, unas discretas sandalias y el pelo recogido. Elegante, pero sencilla, su look no tenía nada que ver con los de su antecesora, Angélica Rivera, que cada año lucía llamativos —y carísimos— vestidos de gala para la ocasión. Al contrario que Rivera y Peña Nieto, que solían salir al balcón acompañados de su extensa familia, López Obrador y su mujer salieron solos, un gesto que la prensa local ha interpretado como una forma de no acaparar excesivo protagonismo durante la fiesta.
Y la aspirante…
El próximo 27 de octubre, Argentina elegirá a su nuevo presidente y mientras Juliana Awada está sumergida en una intensa campaña para darle la vuelta a las encuestas, una de las aspirantes a sustituirla en el puesto ya ejerce como tal. Después de mantener un perfil bajo durante meses, Fabiola Yánez, pareja del candidato Alberto Fernández, ha entrado de lleno en la campaña electoral. De hecho, ya se comporta como una auténtica first lady. En los últimos días, ha visitado comedores escolares, se ha fotografiado con niños y lo ha compartido todo en sus redes sociales. Además, hace unos días acompañó a su pareja en un viaje a Portugal y España, donde Fernández dio un discurso en el Congreso de los Diputados. Su cuenta de Instagram, en la que ha compartido retratos de campaña, pero también vídeos amables en los que baña a su perro, ya parece el de una primera dama.
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