Gloria Camila ha estado confesando junto a su padre, Ortega Cano, en la entrevista con Bertín Osborne uno de los pasajes más duros de su vida. Sin duda, el peor de todos fue la pérdida de Rocío Jurado por culpa de un cáncer de páncreas. Gloria, que entonces sólo tenía 10 años tiene recuerdos pero de lo que más habla es de cómo ayudó a su padre a superarlo posteriormente.
«Yo con 10 años cuando murió mi madre, no tenía ni uso de razón. Yo iba al colegio, jugaba y poco más. Yo veía cuando llegaba del colegio que igual mi madre se estaba preparando porque tenía que ir a un evento, una gala o lo que sea. Pero no sabía más allá. Cuando muere tú lo sabes pero no tienes el sentimiento de «me falta una madre», no te pones en esa situación. Con 12 años cuando ya ibas al colegio, te van poniendo vídeos o te van diciendo quienes son, ya era más consciente. Cuando murió mi madre dormíamos juntos, yo ocupaba el lugar de mi madre en la cama. Yo iba con él a eventos por no dejarle solo con 10 u 11 años», cuenta la hija de Ortega Cano.
No eres capaz de pensar «no la voy a ver nunca más»»
Gloria Camila
De hecho, se atreve a contar cómo recuerda a su madre en su día a día: «Era muy estricta. Mi padre era más bueno. Mi hermano era de mamitis y yo más de papitis. Era más blando y no le gustaba echarnos la bronca. Mi madre era más: los deberes, las notas, la agenda, no sé cuánto», decía mientras Ortega recalcaba: «Su madre estaba pendiente de todo. Cuando se va yo me quedó ahí con los dos papeles…».
«Luego mi padre lo hizo bien. No sabía lo que era comprarme el uniforme hasta que le tocó. Y los libros», aclara Gloria para defenderle pues la situación fácil no era. En un principio, sobre la muerte de su madre reconoce que no fue realmente consciente: «Quisieron ocultarlo para que no supiera todavía lo que era la muerte. Entonces cuando me desperté vinieron mi tía Maricarmen y mi prima y me dijeron: «Mira Gloria, tenemos que decirte que tu madre se ha ido al cielo, que hay una nueva estrella» y tal. Lo sentí. Lloré. Pero no eres capaz de pensar «no la voy a ver nunca más«».
Y ella misma cuenta por qué dormía con su padre y qué significó el cambio y la llegada de Ana a sus vidas: «En Sevilla yo ocupaba el lugar de mi madre en la cama para que no durmiese solo porque se pasaba todo el día llorando. Era una pena andante. Yo era como que a papá hay que protegerle, mimarle, cuidarle. Hasta que apareció Ana y todo empezó a ser más feliz».
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