Han sido más de 20 años de silencio que, por fin, se han roto. Rocío Carrasco congregaba ayer a una audiencia que superaba los 4 millones de espectadores y que quería escuchar su versión sobre el particular infierno que ha vivido en las últimas décadas relatado en el documental de Telecinco Rocío, contar la verdad para seguir viva. Desde Antonio David y su hija Rocío Flores a otros personajes convertidos en enemigos, la hija de Rocío Jurado ofrecía un testimonio descarnado sobre cuál era su verdadera vida. Una herencia envenenada, la ilusión de un amor adolescente que acabó por destrozarla, una confesión de intento de suicidio y el recuerdo de varios episodios de malos tratos.
Y, en medio de todo eso, un tatuaje con un gran significado que le cubre la espalda y que, desde la productora, han sabido utilizar como símbolo.
La primera vez que se lo vimos, fue en Lazos de sangre, cuando se levantó para enseñarle a Boris Izaguirre el espectacular vestido vintage que llevaba (y que perteneció a su madre). Al girarse para mostrar la espalda descubierta, el presentador reparó en la figura que llevaba tatuada y ella, en ese momento, no quiso más que reconocer que, efectivamente, se trataba de un ave fénix y era un diseño de un amigo.
El ave fénix es un ser mitológico que resurge con más fuerza de sus cenizas; un símbolo que la productora ha utilizado al inicio del documental, durante los créditos, en el que podemos ver la despalda desnuda de Rocío, casi batiendo las alas. Una señal de que está de vuelta y, a pesar de todo lo que ha sufrido –y sigue sufriendo- se siente más fuerte que nunca.
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