Que si diva, que si tal…

Cuando era mucho más joven (y ambiciosa profesionalmente) tuve puestos de responsabilidad manejando equipos de personas. En uno de ellos en concreto gestionaba unos 15 subordinados directos y otros tantos colaboradores freelance.

El puesto a cubrir era el de directora del departamento, porque el anterior dejaba el puesto para mudarse a otra ciudad. En plena entrevista, y antes de decidir si aceptaba o no el trabajo, pregunté si en ese equipo de personas había algún aspirante a cubrir ese puesto, y si la empresa tenía la política de promocionar dentro antes que traer a alguien de fuera. Me aseguraron que nadie se había postulado y que de todos modos no “había suficiente nivel” para cubrir el puesto, que exigía unos recursos y experiencia que nadie ahí tenía. Ya lo había preguntado y estaba obligada a creer a la empresa, pero estaba absolutamente segura de que habría quien se esperaba ascender. Un consejo: preguntad SIEMPRE. Si te dicen que sí, que es Fulanito, ya sabes quién te va a intentar torpedear. Si te dicen que no, primero tendrás que averiguarlo, y es doble trabajo: tienes que saber quién es porque es la primera persona a la que te tienes que ganar si quieres que funcione el tema.

Efectivamente, a los dos días de ocupar mi puesto ya me enteré quién era ese candidato. Y no solo eso, sino que el anterior jefe de departamento le había “prometido” que le iba a sustituir, así que llegué yo y me odió al minuto de entrar por la puerta. Intenté de todas las formas posibles que confiara en mí, pero no hubo manera. Hasta me hizo una encerrona en el despacho del jefazo que casi me cuesta el puesto. Como a las dos semanas se despidió y se fue a otra empresa. No trabajaba mal, pero desde luego que yo no iba a tratar de impedir que se marchara.

Pasaron los años. En ellos cambié un par de veces de empresa. Me di cuenta de que mi ambición profesional siempre se iba a topar con un cristalito que nunca iba a conseguir traspasar, y que no me arrendaban las ganancias, que vivía más feliz con menos responsabilidad. Pero eso no quitaba para que mi red de contactos en las empresas siguiera siendo muy potente. Tanto que muchos compañeros me pedían referencias o contactos, y yo se los facilitaba encantada (compartir es vivir). Y por eso este hombre quiso estar entre mis contactos en LinkedIn. Lo intentó no una, sino varias veces. Cuando vio que no le hacía caso me mandó un mensaje por Facebook, que ignoré. ¿Vosotras recomendaríais a alguien que os la ha liado parda? No ¿verdad? Pues yo tampoco.

Me resulta curioso que la gente que más problemas te causa o más te la lía, ya sea en el trabajo, en la amistad o hasta en las relaciones amorosas, es la que luego viene y se te planta delante como si nada, que oye qué tal, que mira a ver si me puedes echar un cable con esto, o a ver si nos vemos y nos tomamos unas cañas, o que me gustaría ser tu amigo. Pues mira, nene, NO. No es por rencor ni por venganza ni por un ahora te jodes, es que no tienen nada que aportar a mi vida. Y yo de la gente que no me aporta huyo como de la peste, más aún si me consta que está una miajita desequilibrada. Luego van por ahí contando que si rencorosa, que si diva, que si tal. Po fale.

Cada día más misántropa, sí, pero es que me empujan a ello.

///////////////////

PREGÚNTALE A PEPA
¿Tienes un dilema sentimental que no puedes contar en tu entorno? ¿Necesitas compartir tu historia o desahogarte con una desconocida? ¿No tienes ni idea de cómo empezar a utilizar una app para citas y quieres consejo? ¿Te apetece ponerme a caer de un burro? ¿Te ha pasado algo digno de salir en nuestras SITUACIONES BOCHORNOSAS? No te cortes, escríbeme a [email protected], o por Twitter a @amorentinder, o en Instagram a @amorentinder, o en Facebook a Pepa Marcos – El amor en tiempos de Tinder

Fuente: Leer Artículo Completo