La misma semana que se cumplen 25 años de la muerte de Diana de Gales, Meghan Markle ha eclipsado la efeméride y su nombre resuena con fuerza gracias a la entrevista concedida a The Cut. La duquesa de Sussex protagoniza la portada de la publicación con un primer plano en el que viste un jersey negro de cuello de cisne (el mismo look que llevaba Diana en la portada de sus memorias), y habla alto y claro sobre muchos temas que llevan meses generando noticias: desde la relación del príncipe Harry y su padre a su vida en Montecito, su vuelta a Instagram y su relación con la familia real.
El estreno de Archetypes, el podcast que Meghan presenta y en el que conversa con sus amigas famosas sobre cómo las mujeres son etiquetadas injustamente –algo que ella ha vivido en primera persona–, es la excusa para conceder esta entrevista. Pero Meghan no se limita a hablar de ella, y no tiene reparos en desvelar cómo está la relación entre Harry y el príncipe Carlos.
La duquesa culpa a la prensa de haber separado a dos familias, la suya y la de Harry, refiriéndose a cómo se estropeó su relación con su padre, Thomas Markle, cuando este comenzó a contar detalles de su vida a la prensa. «Harry me dijo: ‘Perdí a mi padre en este proceso’. No tiene que ser lo mismo para ellos que para mí, pero esa es su decisión», afirma ella.
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No es la única confesión que realiza Meghan, que deja entrever cómo el tiempo le ha permitido tomar distancia y ganar tranquilidad tras el terremoto que supuso su salida de la Corona británica. La exactriz echa la vista atrás para asegurar que al casarse con Harry era consciente de que renunciaba a su vida anterior, desde el control de sus redes sociales a su pasaporte o la posibilidad de abrir su correo. Le encantaba compartir su vida con la gente pero amaba más a Harry: «Fue un gran ajuste pasar de ese tipo de autonomía a una vida diferente», asegura en la publicación.
Meghan Markle no elude hablar de las redes sociales e incluso le confiesa a la periodista Allison P. Davis que tiene pensado volver a Instagram. Ese fue, desde el comienzo, uno de los caballos de batalla de Meghan, que no entendía por qué antes de publicar una foto de su hijo en sus redes se la tenía que dar primero a Royal Rota, el pool de prensa que cubre las noticias de la Familia Real Británica. «Dime qué sentido tiene eso y luego jugaré ese juego», espeta en la entrevista, donde también deja entrever que igual se piensa ese regreso a las redes.
Por primera vez, Meghan habla de temas que han generado polémica, como su casa de Montecito, una propiedad que no se atrevían a visitar porque, sin trabajo, no entraba en su presupuesto. Pero sus contratos con Netflix y Spotify obraron el milagro. «Una de las primeras cosas que vio mi esposo cuando caminamos por la casa fueron esas dos palmeras. ¿Ves cómo están conectados en la parte inferior? Él dice: ‘Mi amor, somos nosotros’. Y ahora, todos los días, cuando Archie pasa junto a ellas, dice: ‘Hola, mamá. Hola, papá'», cuenta Meghan en una inusitada confesión, desvelando que la casa le da la paz y la tranquilidad que necesita.
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La entrevista quiere mostrar a una pareja feliz y en calma, pero inevitablemente algún dardo se escapa. Como cuando Harry asegura que trabajan juntos en la dirección de Archewell, y que eso no supone un problema sino todo lo contrario. «La mayoría de las personas que conozco y muchos de mi familia no pueden trabajar y vivir juntos», dice Harry.
Ambos han creado un tándem laboral y personal que aún se está adaptando a su nueva vida, dando forma a un grupo de amigos nuevos, con los que quedan a cenar en casa de vez en cuando, desde los padres del colegio de Archie a Victoria Jackson, la empresaria y exmaquilladora a quien Meghan conoció por medio de Gloria Steinem.
Las palabras de la princesa que estaba llamada a modernizar la monarquía británica (según se publicó tras su llegada a Londres) también guardan amargura cuando cuenta que el asedio de la prensa hizo mella en su salud mental y pensaron que la salida era seguir trabajando como royals pero con la libertad de ganar su propio dinero, para que los medios no se excusaran en que estaban financiados públicamente para tomar su vida como algo de interés público. «Eso, por alguna razón, no es algo que se nos permitiera hacer, a pesar de que otros miembros de la familia hacen exactamente eso», afirma la duquesa de Sussex, que dice que nunca pensó que ser ambiciosa fuera malo hasta que llegó a la familia real.
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Y desvela qué hizo mientras se ausentó de algunos de los actos del Jubileo de Platino de Isabel II: aprovechó el viaje para hacer la mudanza de Frogmore Cottage que se quedó a medias, pues sus cajones seguían llenos de calcetines, en el armario colgaban sus pantalones de lino de Boden de 30 dólares que hoy sigue usando y las láminas de arte que decoraban su piso de soltera en Vancouver.
Toda una declaración de intenciones que deja claro que su paso por la Familia Real Británica fue solo un paréntesis en su vida, una vida en la que ella no quiere que nadie le escriba el guion.
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