Dicen que los reyes no tienen amigos, pero cuando era princesa, Isabel II tuvo al menos una íntima. Se llamaba Alathea Fitzalan Howard, era bisnieta del duque de Norfolk y pasó la época de la guerra en la finca del castillo de Windsor, donde compartió juegos y clases de baile y dibujo con la entonces princesa Isabel y su hermana, la princesa Margarita. De esos años y de su amistad con la actual monarca dejó constancia en unos diarios a punto de publicarse en Reino Unido, y en los que, entre otras cosas, su autora revela el interés que tanto ella como Isabel II tenían por un chico de 22 años: el entonces conde de Euston y guardia granadero, Hugh FitzRoy (luego duque de Grafton).
“[La princesa Isabel] me enseñó una carta de Hugh Euston dándole las gracias por su felicitación de Navidad. Es horrible que se vaya al extranjero, tal vez no vuelva a verle nunca”, lamentaba Alathea Fitzalan Howard el 7 de febrero de 1942. El año anterior, la joven Isabel II le había confesado que también ella “adoraba” a Euston, lo que sin duda debió de agradar a sus padres los reyes.
Según distintas biografías de la monarca, el heredero del ducado de Grafton era uno de los candidatos preferidos por Jorge VI y la Reina Madre como consorte para su hija mayor, aunque años más tarde el propio Euston declaró que él nunca tuvo el deseo de casarse con la heredera del trono británico. De hecho, en 1946 le dio el sí quiero a Anne Fortune FitzRoy, una mujer de origen plebeyo (aunque de familia rica) que actualmente ostenta el título de duquesa de Grafton y que, desde 1967, es una de las damas de compañía (con el rango de Mistress of the Robes) de la reina Isabel II.
A la monarca, de todos modos, no le duró mucho el interés por el conde de Euston.
Los diarios de su amiga revelan la impaciencia con la que ese mismo año de 1942 la joven Isabel aguardaba las visitas al castillo de Windsor de Felipe de Grecia y Dinamarca, “su enamorado” y futuro marido. Alathea pensó que eso le dejaría el camino libre para conseguir al conde Euston.
“Hugh va a regresar a Windsor. No puedo evitar pensar que Dios quiere decirnos algo enviándonoslo de vuelta, a la princesa Isabel o a mí”, escribía la amiga de la princesa un día de julio. “Si pudiera convencerle de que le haga trabajar para mí para que estemos juntos… Ella ya tiene a Felipe, y si le pudiera explicar en serio que ella es la única que puede ayudarme, tal vez la idea le convenza”.
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