El segundón tarda en encontrar sentido a su papel, pero, a veces, no lo logra del todo. Segundona fue la Princesa Margarita, hermana pequeña de la reina Isabel, y segundón es el Príncipe Enrique, el benjamín de Guillermo, futuro rey de Inglaterra. La primera llenó su vida de alcohol y escándalos y el segundo ha decidido romper con la realeza y buscar una vida propia lejos del árido protocolo de Buckingham. ¿Logrará una vida con sentido?
El biógrafo de Diana de Gales, Andrew Morton, gracias a cuyo libro “Diana, su verdadera historia”, quedaron al descubierto las desgraciadas vivencias de la princesa en el seno de la Familia Real británica, ha escrito recientemente un libro sobre la Reina Isabel y su hermana, la princesa Margarita. El libro desvela cómo Margarita siempre consideró que era “una segundona” y que lo seguiría siendo hasta su tumba. Morton describe la íntima relación de las hermanas, pero también la tensión que las enfrentó en numerosas ocasiones. Ser hermano de quien ocupa el trono impide, a menudo, encontrar el propio papel en la vida y puede ser increíblemente difícil y doloroso.
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El vínculo entre Isabel y Margarita se fundamentaba en la complicidad que ambas sentían en mitad de toda la gente que las rodeaba, como una forma de sobrevivir al aislamiento. Su relación fue muy estrecha desde la infancia: vestían idénticas, jugaban sin parar, eran como gemelas. Nadie podía imaginarse en esa época que su padre se convertiría en Rey y su madre, Isabel, en Reina. Cuando Isabel empezó a ser tratada como la heredera, tras la abdicación de su tío Enrique VIII, empeñado en casarse con la dos veces divorciada Wallis Simpson, empezó a recibir una educación diferente, lo que entristeció profundamente a Margarita, a la que le hubiera gustado estudiar lo mismo que a su hermana. Sus vidas empezaron irremediablemente a alejarse.
El drama no tenía solución. Da igual lo carismático que seas, lo dinámico, lo inteligente o lo brillante, el segundo en nacimiento en una familia reinante será siempre “el segundo”, mientras el heredero tendrá siempre la última palabra. Margarita fue el apoyo de Isabel. Pero hubo muchos celos entre ellas, porque era Margarita la que adoraba estar bajo los focos y atraer la atención. La relación fue controvertida: había lealtad, pero también competencia. “Si no fueras Reina, nadie te hablaría”, le espetó una vez Margarita a Isabel.
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Las princesas, antaño tan iguales en su aspecto, no podían ser más distintas en carácter: Isabel era estoica, introvertida y con un gran sentido del deber; Margarita era extrovertida, emocional e idealista. Su relación se complicó de forma irremediable cuando Margarita quiso casarse con el capitán de las Fuerzas Aéreas y caballerizo del Rey Jorge VI Peter Towsend, divorciado. Margarita solo tenía 17 años y una voluntad firme de casarse con su amado. Pero la Reina Isabel, cabeza de la Iglesia de Inglaterra como monarca, no podía aceptar un matrimonio con un divorciado. Margarita tuvo que renunciar y se sintió traicionada el resto de su vida. Pero la relación entre las hermanas nunca se rompió. Cuando Margarita murió en 2002, la Reina no quiso hablar en público en su memoria, como sí hizo al fallecer su madre, tiempo después, porque, según confesó, no hubiera podido contener las lágrimas.
Setenta años después, dos hermanos, tratados igual en su infancia, pero también muy diferentes, mantienen una triste guerra, de la que quizá dependa el futuro de la Monarquía británica. Son Guillermo y Enrique, los hijos de Diana de Gales, criados con mucho afecto, a diferencia de lo que pasó con Isabel y Margarita y de lo que ha sido la norma en el seno de los Windsor. Diana siempre quiso que Enrique fuera el apoyo de su hermano Guillermo. Igual que Margarita era la sombra de Isabel, Harry se convirtió, desde su infancia, en la sombra de Guillermo. Cuando uno de los hermanos va a ser Rey, hay una personalidad que está en la luz y otra en la sombra. Y ésta debe de adaptarse.
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Pero los deseos de Diana no parece que se hayan hecho realidad. La relación entre Guillermo y Enrique fue siempre amigable y llena de complicidad, según explica su amigo íntimo el periodista británico Tom Bradby. Cuando su madre murió aprendieron a protegerse el uno al otro y a curar sus heridas, que tardaron tiempo en cicatrizar. La adolescencia fue difícil y dolorosa y los primeros años de juventud caóticos para Enrique, que estaba siempre en primer plano cuando disparaban los “flashes”. Alcohol, drogas, fiestas sin límite, innumerables novias, malos resultados escolares, Enrique siempre llamaba la atención, mientras Guillermo aparecía su némesis: serio, sensato, alejado del jolgorio. Las cosas no fueron tan tajantes, pero quedó para siempre establecida la imagen de un heredero entregado a la causa de la monarquía y un segundo hermano desorientado, entregado a la buena vida. Sin embargo, a pesar del contraste, era evidente que cuidaban el uno del otro.
Hasta que de pronto, a la vista de todos, las cosas empezaron a torcerse. Especialmente en el último año y medio. A pesar de su conversación aparentemente cordial en el funeral de su abuelo, el Duque de Edimburgo, su relación sigue siendo fría. Según Bradby, “Enrique no sabía muy bien qué esperar cuando cogió el avión en dirección a Londres para despedir a su abuelo. Escribió una nota de duelo íntima y muy personal, en un intento de arreglar las cosas, pero todavía existen muchas tensiones y nada sucedió exactamente como él esperaba en este viaje”.
“No es que creyera que todo volvería a la normalidad, pero sentía que podía haber un pequeño paso, después de ver a su familia. La conclusión, cuando cogió el vuelo de vuelta, es que seguía habiendo mucha desconfianza”. El periodista experto en realeza Robert Lacey, y autor de un reciente libro titulado “Guillermo y Enrique: Batalla de hermanos”, en el que aborda la compleja relación de los príncipes en ños últimos años, asegura que los hijos menores del monarca siempre han sido tratados con torpeza. “Buckingham siempre lo ha hecho mal con el segundo”, explica. “Han sido incluso crueles”. Es lo que sucedió con Margarita. Un problema añadido es el consorte, al que todavía tratan peor. En realidad no saben cómo hacerlo. La consecuencia con Enrique ha sido esa imagen de familia rancia, racista y esclava del protocolo que ofreció la duquesa de Sussex en la entrevista con Oprah Winfrey y que hizo a la familia real más daño en lo personal que en lo institucional. Ahora Enrique debe curar esa herida. Y no está claro que sea posible desde el otro lado del Atlántico.
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Diana crió a Guillermo y Enrique para que fueran muy cercanos, pero el constante escrutinio de la prensa no ayudó. Su herida es, según él, la más profunda de las que se han visto entre hermanos en la familia real. Su distanciamiento se remonta a su infancia y al hecho de que tienen una manera muy distinta de ver el matrimonio de su padres. Ambos arrastran cicatrices, pero extrajeron conclusiones muy diferentes de la relación de sus padres. Guillermo se sintió fortalecido por su futuro. Es más parecido a su abuela, disciplinado y sacrificado. Según Lacey, se refugió en ella tras la famosa entrevista de Diana en televisión.
Enrique llegó a conclusiones opuestas: el matrimonio de sus padres era una unión sin amor y para él, se convirtió en lo más importante. Guillermo es un joven de su tiempo, pero no puede entender que alguien ponga el amor por encima de todo, especialmente del deber. Por eso intentó que Enrique no se precipitara en su casamiento con Meghan. Pero Meghan le había enseñado enseñó que debía aspirar a tener un propósito, un camino, un propósito y que debía poder elegir. Eso rompió la relación entre los hermanos.
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Han estado meses sin hablarse desde que Enrique partió a Estados Unidos con su esposa. Guillermo estaba furioso por cómo manejó la situación. Fue Enrique quien cogió el teléfono para llamarle cuando se desveló que su padre, el príncipe Carlos, había enfermado de coronavirus. Enrique siempre ha aparecido como el más conciliador. «Somos hermanos, siempre seremos hermanos. Estamos en caminos diferentes en este momento, pero yo siempre estaré ahí para él y él siempre estará ahí para mí». Así reconoció públicamente Enrique su alejamiento de Guillermo en septiembre de 2019. ¿Cuándo volverán a unirse esos caminos? No parece fácil predecirlo. Enrique lo apostó todo por Meghan y vulneró demasiados códigos de la Familia Real.
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