El poder absoluto de los influencers ha llegado a su fin, el público se está cansando de ellos (y la primera vícitma es Jeffrey Star)

Los protagonistas de esta historia paradigmática, un polémico cuento con moraleja para los influencers en activo que pretendan seguir siéndolo, son Shane Dawson, de 31 años, y Jeffree Star, de 34, amigos y residentes en Los Ángeles. Los dos son estrellas absolutas en YouTube, la plataforma favorita de ‘millennial’ y los ‘centennial’ para entretenerse, informarse y, en general, estar en contacto con el mundo.

Ambos venden muchísimas cosas gracias a su talento para producir contenido en YouTube (por ejemplo, ‘docudramas’ protagonizados por ellos mismos). Star, además, ha construido una marca de cosmética que le ha hecho millonario: ha pasado de malvivir (como estrella de My Spac,e eso sí) en una ciudad durísima, a ganar 18 millones de dólares en 2014. En 2018 era la quinta estrella de YouTube mejor pagada de América. Shane Dawson, youtuber clásico y aspirante (fallido) a director de docuseries, posee una fortuna valorada en alrededor de 12 millones de dólares. Le llamaban «el rey de You Tube»: su docuserie junto a Star tiene casi 150 millones de visualizaciones.

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Adelantemos la moraleja: si un influencer es mala persona, mejor que no se sepa. Y no tanto porque en Estados Unidos la corrección política se lleve al extremo, sino porque los jóvenes ‘followers’ toleran cada vez menos la insensibilidad, las mala educación, los abusos, los engaños, los comentarios hirientes y, en general, un comportamiento y una comunicación que no esté a su altura. Lo que antaño podía formar parte de la épica de una estrella ‘malota’, hoy se castiga con lo peor: la cancelación. Desaparecen los seguidores y, con ellos, la reputación y los anunciantes. El caso de Jeffree Star y Shane Dawson es extremo, pero aquí ya estamos empezando a ver las señales de los pies de barro que sostienen a estas ya-no-tan-jóvenes estrellas de la influencia: cuando Pelayo Díaz se compró un cachorro de raza, el nivel de la crítica pública fue ya apreciable. Muy pronto las marcas no querrán relacionarse con quien no integre en su código ético valores educacionales de este tipo, de alta sensibilidad.

La polémica desatada por el comportamiento de Jeffree Star y Shane Dawson tiene otro cariz, mucho más extremo. Dawson ha tenido que disculparse por su mala educación y su humor hiriente muy frecuentemente, sobre todo en los últimos dos o tres años. Los vídeos que grababa en sus comienzo o hace un lustro con bromas ofensivas, interpretando a personas negras pintándose la cara de negro, mofándose de personas con diversidad funcional o sexualizando menores (por ejemplo, a Willow Smith, hija de Will Smith y Jada Pinkett) hoy ya no se toleran. Dawson ha cultivado siempre una imagen de inofensivo y entrañable que, hasta ahora, le había salvado. El personaje público de Star, sin embargo, está más cerca de un supervillano. Lo que ahora ha salido a la luz es que ambos conspiraron para hundir a un influencer rival del maquillador: James Charles (21 años).

Es inevitable: la desesperación por lograr o mantener la atención de un público cada vez más disperso obliga a estasa estrellas de la influencia a sostener un régimen de competitividad brutal. Algunos como Jeffree Star y Shane Dawson no cuentan con mucho para asegurarse los ‘followers’, de ahí sus maniobras turbias y su comportamiento chocante. James Charles, apabullantemente joven y dotado de una belleza enorme, capaz de atraer por sí misma a millones de fans, suscitó tanta envidia en sus competidores, que estos impulsaron una campaña de mentiras para desprestigiarle y que sus seguidores le abandonaran (perdió 2 millones de suscriptores en tres días).

Al revelarse toda este backstage en el que se mezcla ambición, envidia, dinero, lucha por la atención de las marcas y conspiraciones graves, muchos fans han dicho basta y han dejado de seguir a Star y a Dawson, ya muy heridos por acusaciones de racismo, manipulación y crueldad. Es el primer acto del fin del imperio absoluto de los influencers con poder, que van a tener que ponerse a la altura de lo que esperan sus jóvenes seguidores o el único clic que recibirán será el del ‘unfollow’.

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