Lunes, 3 de agosto. Con las plantillas de los medios de comunicación a medias, sin turistas y con bares y comercios a ralentí y con un país pendiente de los rebrotes de una pandemia que no parece tener fin. No hay día bueno para anunciar una mala noticia, pero el comunicado de la Casa Real haciendo público el contenido de la carta que Juan Carlos de Borbón, rey emérito ha enviado a su hijo, Felipe VI explicándole su decision detrasladarse "fuera de España" parece escogido para pillar fuera de juego a prensa y ciudadanía. No es la primera vez.
El antecedente está próximo en el calendario y afecta a los mismos protagonistas: ocurrió el 14 de marzo, cuando el monarca en ejercicio comunicaba su renuncia a la herencia personal que pudiera dejarle su padre y eliminaba la asignación al emérito. El rey renunciaba "a cualquier activo, inversión o estructura financiera cuyo origen, pueda no estar en consonancia con la legalidad que rige su actividad institucional y privada y que deben informar la actividad de la corona". Había mucha información en aquel comunicado y toda relevante, pues en ella el rey también intentaba despejar cualquier sombra sobre la princesa Leonor. El día no podía ser más oportuno: se acaba de saber que el país entraba en estado de alarma para contener la pandemia del coronavirus y aunque la noticia fue una bombra, pero el problema de salud públicaera tan grave, que la silenció en parte.
En diferido y con la popularidad tocada
En aquella carta, como en la de hoy, había otra: la que había enviado Juan Carlos I a su hijo dando sus explicaciones. De esa manera, el emérito no comunica directamente su voluntad sino a tráves de su hijo, lo que hace pensar que esta última decisión está tomada, como poco, desde la semana pasada, pues ha tenido que recibirse, validarse, decidir de qué texto se acompañaba y qué día se publicaba.
Así, Juan Carlos I no ha dado ni dará ya más explicaciones antes los periodistas, tal como le ocurrió en el hospital donde lo operaron de la cadera tras el accidente de Botsuana y casi se vio obligado a ponerse ante las cámaras y decir la famosa frase: "Lo siento, me he equivocado, no volverá a ocurrir". En esta ocasión los hechos eran más graves y se precipitaron a causa de la investigación que está llevando a cabo la Fiscalía de Ginebra en referencia a unas supuestas comisiones que habría cobrado el emérito por haber participado en el cierre del contrato de las obras del AVE en Arabia Saudí.
Esta manera de comunicar, incluso en situaciones tan delicadas, es muy propia de la Casa Real, segun explica un periodista que cubrió durante varios años la información relacionada con los Borbones. "Van a su ritmo y a su conveniencia, claro, no les importa lo que pueda parecer". Siempre se compara la manera de comunicar de la familia real española con la británica, experta en manejar los medios y también los tiempos. Sólo una vez Isabel II tardó más de la cuenta en reaccionar: fue tras la muerte de Diana de Gales, cuando la monarca se quedó en Balmoral y se negó a que la bandera ondeara a media asta en señal de duelo. Tardó sólo dos días en mover ficha, pero su imagen se vio perjudicada. Aún así, rectificó y gracias a un emotivo discurso dedicado a quien fue su nuera y a sus saludos y aproximación al público que había ido a dejarle flores a la fallecida frente al Palacio de Buckingham, salió airosa de una situación que podría haberle salido mucho más cara.
El precio de esos errores en un monarca, a quien no se puede hacer una moción de censura, es en términos de imagen. Por eso es importante cómo está la reputación y la consideración previas. La monarca de Reino Unido goza de una popularidad (85% de aceptación, según la última encuesta) con la que puede permitirse tropezones que en los últimos años ya no puede la monarquía española. Hace dos años, Ipsos Global publicaba una encuesta donde ofrecía este dato: la mayoría de los españoles apoya la monarquía, pero a la vez, un 52% sería partidario de celebrar un referéndum para decidir si debe seguir ese régimen o cambiarse por otro. Son datos de hace dos años, y no hay otros de la mayor encuesta que se hace en España sobre opiniones, tendencias y hábitos de los españoles porque desde hace un lustro el CIS no pregunta a la ciudadanía sobre los reyes.
Más allá de popularidad, el motivo por el que el anuncio sobre la marcha de Juan Carlos I se ha producido en un día especialmente parado, vacacional, de semirrealidad podría ser mucho más práctico y beneficiaría al emérito más que a Felipe VI: si como indican algunos medios el padre ya está fuera de España, demorar el anuncio habría sido una manera de garantizarle tranquilidad para abandonar España.
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