Adictas al lujo: así se ha convertido la moda en uno de los factores que marcan la popularidad de las monarquías en toda Europa

La moda siempre ha sido un factor importante para las monarquías, hasta el punto de que fue un rey, Luis XIV, el que inventó las tendencias y promocionó así el nacimiento de las industrias artesanas relacionadas con el textil y la indumentaria en París. De hecho, hasta el siglo XVIII eran los hombres los que lucían los looks más espectaculares y provocadores, con el rosa como color estrella, profusión de encajes y tacones obligatorios. Enrique VII, iniciador de la dinastía Tudor en a Inglaterra de 1457, se vistió lo más ostentosamente posible para que se visualizara su legitimidad como rey. Todos sus sucesores imitaron su despliegue de excepcionalidad indumentaria, pero quizá ninguna como Elizabeth I (1558-1603). A su muerte, el Armario Real guardaba 3.000 vestidos, 80 pelucas y una colección de joyas apabullante. Seguro que ni el de Letizia ni el de Máxima se le acerca.

El ritmo de la vida moderna de finales del siglo XVIII y el XIX y la reclusión de las mujeres en la casa hizo que ellos optaran por trajes que permitieran más libertad de movimientos. Mientras, ellas fueron sepultadas por metros y metros de tela que movían con dificultad, pero que representaban el poderío económico y social de la familia: a más dinero, mayor el volumen del vestido. Desde entonces, el estatus de casas reales y familias aristócratas se ha proyectado, desde el punto de vista de la moda, sobre todo en el armario femenino. Nuestra primera reina influencer fue Eugenia de Montijo, última emperatriz de Francia, pero ni por asomo tuvo que tirar de la moda para ser relevante como sí lo tienen que hacer Letizia. O Máxima. O Rania.

La ostentación, el lujo y la belleza funcionaba como un imán para los súbditos de las monarquías europeas, un factor de atracción que se ha mantenido como parte de la responsabilidad de las reinas a la hora de comunicarse, silenciosamente, con sus seguidoras. El fervor monárquico no proviene únicamente del patriotismo, sino también de la admiración a un estilo de mujer que se considera aspiracional. Por eso todas las reinas tuvieron que lucir la moda de su época y, sobre todo, hacer resplandecer joyas y vestidos de baile en las citas de gala. Su trabajo es mantener vivo el sueño de la princesa en su palacio, castillo o casa de campo. Ni siquiera con los años disminuye la atención absoluta a lo que las reinas llevan puesto: el look de medio luto malva que Isabel II llevó a la apertura del Parlamento británico ha hecho correr ríos de tinta.

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Dos acontecimientos marcan momentos de máxima tensión para las reinas: las bodas y los viajes oficiales. Son citas en las que la expectación es máxima y se espera que las reinas conquisten’ el país anfitrión con su estilo, rindiendo homenaje tanto a las firmas nacionales como a las del país que recibe. Además, está el siempre interesante duelo de estilo entre reinas o entre reinas y primeras damas. En esa escaramuza de moda también se dirime el orgullo patriótico de cada nación, que desea verse bien representada en la mujer que ostenta la posición más privilegiada en la visita diplomática. A tenor de los titulares y los dictámenes críticos, Letizia siempre ha triunfado en sus misiones en el exterior. Juega siempre como favorita como una de las reinas más elegantes del mundo, caracterizada además por su modernidad.

Las reinas europeas tienen que ser, hoy en día, reinas de la moda. Deben coronarse, también, en el estilo. De esa forma se resuelve la jerarquía que ordena las casas reales de menor a mayor interés para el público global: cuanta más viralidad para los looks reinantes, mayor el peso específico de la monarquía en cuestión ante la opinión pública. En este sentido, son tres las monarquías que le sacan todo el partido a la moda para construir reputación monárquica y vincularse de manera masiva con la ciudadanía: la británica, la holandesa y la española. Kate Middleton es, probablemente, la influencer de moda más importante del mundo, una vez apagada la estrella de Meghan Markle. Máxima de Holanda y Letizia se disputan el segundo lugar del ranking.

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La disputa de estilo entre Máxima de Holanda y la reina Letizia tiene sus particularidades. La Reina holandesa utiliza todas las armas que tiene a su alcance para viralizar sus imágenes: desde elegir una paleta colorista que no practica ninguna otra monarquía europea, hasta tirar de sus tres hijas para triplicar el interés ‘fashionista’ de sus posados. En este sentido, Letizia parte con desventaja, porque ni expone a la infanta Leonor y la princesa Sofía (más bien todo lo contrario) ni se caracteriza por realizar elecciones de moda demasiado llamativas (de hecho, lleva meses reciclando looks en solidaridad con la situación del país). Aún así, cuando da un paso de moda adelante su imagen se viraliza a nivel planetario. Solo hay que ver hasta dónde ha llegado el mono de Inés Domecq que ha lucido en la inauguración de la feria del turismo Fitur en Ifema (Madrid): ya está en los titulares de toda la prensa europea.

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