Jon Sistiaga ha presentado en el FesTVal de Vitoria Miedo, un nuevo documental de dos episodios que se estrena el 17 de septiembre, en prime time, en Movistar+. Allí mostrará cómo esta sensación casi inherente al ser humano ha atenazado y paralizado especialmente a la sociedad en los últimos meses. Trabajadores y ciudadanos que han tenido que convivir a diario con el miedo durante la pandemia mundial serán los protagonistas en esta nueva producción que la cadena ha hecho en colaboración con La Caña Brothers.
El periodista vuelve con otro de sus grandes proyectos periodísticos tras Tabú o ETA, El final del silencio, serie que según el propio Jorge Ortiz de Landázuri, gerente de contenidos de Movistar 0 y de producción propia, ha sido uno de los más vistos en la historia de Movistar+.
¿Qué es el miedo? ¿Qué reacciones provoca? ¿Quién se beneficia del miedo? se pregunta Sistiaga. La pandemia de la COVID-19 ha sido toda una conmoción que ha llenado el presente de incertidumbres, dudas, tristeza… y miedo. Y aunque es una sensación inherente al ser humano, el miedo ha paralizado, bloqueado y atenazado a toda la sociedad como conjunto. El periodista viaja al epicentro de esta conmoción antropológica con Miedo, un programa documental de dos episodios en los que hablará con personas que desde marzo se han enfrentado, han luchado, sucumbido o (incluso) ignorado al miedo. Sanitarios como un médico que estuvo muy enfermo por el coronavirus, forenses, trabajadores de servicios esenciales como el de una mujer que en su primera experiencia trabajando en una funeraria, tuvo que recoger cadáveres en una residencia de ancianos y enfermos que han convivido con el virus aportan su testimonio. También participan ciudadanos cuyas historias hacen reflexionar sobre el miedo: su procedencia, sus patologías, los nuevos temores que han surgido, la desconfianza hacia las personas cercanas o el pánico que mucha gente ha desarrollado a estar en cualquier tipo de espacio abierto. Veremos a un sacerdote que estaba ejerciendo su labor en el Palacio de Hielo de Madrid, habilitado como morgue en plena pandemia y que llegó a ver 700 ataúdes juntos, o un comandante que ha trabajado en IFEMA.
Oscuridad y Luz son los nombres de los dos episodios, la oscuridad del miedo que ha atenazado a todos los miembros de la sociedad y la luz al final de un túnel del que solo se sale venciendo los temores. Oscuridad y luz como si fueran las dos caras de una misma moneda, la del miedo. Y de ese miedo precisamente hablamos con el conductor del programa.
Tú has sido corresponsal de guerra, pero ¿has sentido miedo durante esta pandemia?
Durante el confinamiento empecé a notar una serie de sensaciones que, por mi personalidad, me afectaba mucho. Allí es donde empecé a elaborar la idea de estos reportajes. Se supone que yo no tenía que tener miedo ya que estaba acostumbrado a viajar continuamente y me he metido en muchos charcos, pero siempre he dicho que ha sido el miedo el que me ha hecho salir ileso de todos los sitios. También vi que después de 50 días metidos en casa, todos teníamos la sensibilidad muy fina, una escasa tolerancia a la incertidumbre y empecé a pensar en los días que tuve que estar muchos días en confinamiento en Afganistán, sin nada que comer, con piojos, diarreas y talibanes por todos los lados. Aquí, en cambio, tenemos televisión, wifi y hasta papel higiénico, incluida la posibilidad de hacer Zoom con nuestras familias, pero todo era un desastre existencial.
¿Te ha sorprendido el comportamiento de gente de tu alrededor?
Sí. Gente a la que antes veía coherente, sensata y racional, a las tres semanas de confinamiento había que ver lo que escribían en las redes sociales difundiendo mentiras, sin contrastar. El miedo ha incentivado la recepción de noticias cercanas a lo que queremos escuchar. Nos hemos vuelto más manipulables.
¿El miedo iguala a ricos y a pobres?
El miedo es lo único que nos ha hecho iguales a todos como sociedad y también más vulnerables. En ocasiones paraliza pero otras nos sirve de acicate y nos hace actuar. El miedo nos hizo meternos en casa y así reducir la extensión de la pandemia y sacó lo peor de nosotros -los policías de balcón, la polarización política, los trolls en las redes-, pero también hizo que durante esta pandemia mucha gente sacara lo mejor de sí mismo, desde la gente que se ha jugado la vida todos los días, como el sector sanitario hasta los ‘riders’ que te llevan la comida a casa. Por eso hemos llamado a estos dos capítulos Oscuridad y Luz. En los reportajes vemos cómo nos hemos comportado en estos meses como sociedad y qué lecciones vamos a sacar del miedo.
Las entrevistas que mantienes están en el marco de edificios como IFEMA o el Palacio de Hielo de Madrid, lugares que se convirtieron en hospital de campaña o en morgue, pero que ahora, vacíos, dan una enorme sensación de soledad…
Quise plasmar ese enorme vacío que produce entrar ahí dos meses después. Esa redefinición de los espacios públicos. Yo vivo al lado del Palacio de Hielo, que normalmente es un local de ocio, con cines, cafeterías… Iba a comprar comida a un centro comercial que está en los bajos y vi cómo, después de albergar a cientos de cadáveres, aquello se vació. Pero estoy convencido de que volverá a llenarse, como pasó con IFEMA, después de que albergase a los 200 cadáveres del 11 M.
Has hablado de la vida y la muerte con el jefe de infectología del hospital Ramón y Cajal, que estuvo a punto de morir…
Es un tipo muy curioso, que estuvo veintitantos días en la UCI y habla de la muerte como algo «poco sexy». Me explica: «Me voy de casa, le digo a mi mujer que estoy un poco mal, llego a urgencias a que me vean mis compañeros… y ya no vuelvo en dos meses. Y es posible que no vuelva nunca. Y encima, mi mujer no puede entrar a verme ni puede tocarme». Pero estos reportajes no son solo una serie de entrevistas de lo que ha sucedido sino también cómo nos hemos comportado y qué lecciones vamos a sacar de todo esto.
El segundo capítulo se titula ‘Luz’. ¿Das una visión más alegre de la pandemia?
Sí y además hablamos de lo que ha significado la utilización del miedo a través de la historia. Habla gente como Arsuaga y una teóloga magnífica, que nos hablan de los distintos miedos que ha habido: los existenciales o atávicos, que han sido utilizados como elemento de control en algunas sociedades y también como elemento de impulso para salir adelante.
¿Qué destacarías de esta segunda parte?
La entrevista a tres enfermos psiquiátricos, con patologías como psicosis y paranoias, de cómo ven el mundo. Ahora nos ven a los demás como ellos se ven a sí mismos toda la vida. Nos dicen: «Ahora tenéis miedo de que te vayan a contagiar o miedo de ver las calles vacías, pero eso es lo que nosotros sentimos en todo momento ya que vivimos en esa cárcel mental desde hace años. Y ahora nos toca dar consejos a nuestros amigos para que puedan superarlo. Yo, el loco, tengo que decirle a un amigo que está encerrado en casa, que debe controlar su ansiedad, respirare irse a dar una vuelta. Yo, el loco…»
Planteas el debate de si deberíamos haber sacado más o menos fotos de los cadáveres…
Sí, porque hay quien piensa que se nos ha infantilizado como sociedad y se nos ha hurtado la memoria visual de la pandemia, pero otros en cambio no lo creen necesario. Se discute sobre el papel de los medios de comunicación, sobre el tremendismo con el que se habló al principio, que luego pasó a un cierto amarillismo o una sobreexposición de la pandemia en los medios… Reflexionamos sobre el miedo que los periodistas que cubrían los reportajes y también sobre la semántica bélica que se ha utilizado: se hablaba de la guerra contra el virus, del enemigo invisible, de los héroes, de las trincheras, de la primera línea… con toda la demonización que se ha dado en las redes sociales.
¿Tratas en los reportajes alguna teoría sobre la ‘conspiranoia’ que hemos desarrollado durante la pandemia?
Te puedo decir que sale una entrevista con una anestesióloga que tiene un perfil muy activo en Twitter y antes de que se emita el primer reportaje ya le han llegado mensajes llenos de bilis que ha tenido que denunciar por violentos. El miedo está produciendo gigantescas reacciones en cadena y no todas son buenas.
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