No importa cuántas prendas tomara del vestuario masculino, Coco Chanel nunca quiso desproveer a la mujer de su feminidad, más bien reinventarla, transformarla, lo que ahora llamaríamos empoderarla. La chaqueta de tweed que le cogía al duque de Westminster en sus paseos cuando empezaba a sentir frío le gustó tanto que la quiso para ella, para nosotras. La camiseta de los marineros bretones se le antojó un uniforme ideal para los veranos en Deauville. Y en su propósito de crear el vestido más sencillo y utilitario del mundo –el Ford de la moda, dirían las revistas–, lo adornó con una serie de accesorios elegantes, delicados, femeninos. Primero, las perlas. Collares de varias vueltas que se ajustaban a la moda flapper de la época. Finalmente, el remate perfecto lo constituía aquel lazo floppy con que ella adornaba sus sombreros, su cabello, el cuello de la camisa o sus vestidos. Envueltos para llevar con todo y a todas partes.
Aquel lazo que había sido el elemento propio de la indumentaria masculina en siglos anteriores, había pasado a adornar los vestidos victorianos a lo largo del XVIII y el XIX. Adoptado por las Gibson Girls, ideal de la mujer americana, también en Europa se había popularizado su uso como remate de camisas y vestidos, servía de cierre modesto del escote a la altura del cuello. Coco Chanel con pantalones, camisa y sombrero le dio un aire distinguido, a medio camino entre la pajarita de un frac y el lacito repipi que no sorprendería ver en cualquier niña bien de un internado de señoritas. Con la diferencia de que en ella todo resultaba moderno, provocador. No tanto el lazo en sí, sino su manera de interpretarlo y, por tanto, de llevarlo. ¿Otro ejemplo? Las bailarinas.
© Getty images/ Little
Aún así, muchas décadas más tarde Karl Lagerfeld tuvo que reinventarlo junto con el resto de los símbolos tradicionales de la maison porque "si no, solo habría sido un aburrido tweed pijo con un lacito anodino". El genio de la costura lo incluyó hasta en sus colecciones más punk. También su sucesora Virginie Viard lo incluyó en el desfile que servía de transición entre los grandes directores creativos de la casa. Tuvo lugar en una biblioteca, claro, una de las pasiones comunes de Coco y Karl y el escenario perfecto para esos estilismos pulidos, formales y sofisticados que irían rematados con un lacito al cuello. El tipo de propuesta que llevarían Olivia Palermo o Alexa Chung. La primera con bailarinas y la segunda con Converse.
De la misma forma, en temporadas pasadas, los vestidos trapecio de Miu Miu incorporaban este pequeño detalle que ahora encontramos en Zara y que por nimio que parezca (queda muy lejos de la dimensión que adquiere en el Bow dress de Saint Laurent) es capaz de cambiarlo todo.
© Cortesía de Zara
El lacito con que Coco Chanel vistió a las mujeres más modernas en 1920, es el mismo que adorna estos 9 vestidos de Zara y compañía que, en el verano de 2020, llevarán las más clásicas.
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