La empresaria Esther Doña, viuda del marqués de Griñón, y el juez Santiago Pedraz están enamorados. Poco a poco lo ha ido confirmando ella, sin grandes exclusivas, en plan "tu gato se subió a un tejado", un caballo de Troya soft. Primero le firmó una foto en Instagram en la que ella aparecía posando en traje de baño. En su siguiente publicación, aparecían juntos el tercer slide de un post en el que decía que andaba disfrutando de unos días en el campo. Un amor de campo y playa, pues. La prueba definitiva ha venido después de que unos paparazzi los cazaran besándose. Yo solo puedo alegrarme.
La semiótica de las fotos de Instagram es interesante y encierra planes estratégicos. Este es sencillo pero no dejas de imaginarte un montón de conversaciones previas a pulsar el botón de "publicar" en sendos momentos. Sin explicitarlo han hecho pública su relación. ¿O quizá es la forma más incuestionable de sellarla? Lo que está en Instragram existe.
Hace unos meses escuché una cuña radiofónica en la que una web de citas fingía el diálogo de una pareja surgida gracias a ella:
[Ella]: En el momento que publicó una foto juntos en Instagram supe que iba en serio (risas).
[Él]: Si lo hubiera sabido, la habría subido antes (carcajada).
Ya no hace falta decirse "te quiero" porque el eufemismo se ha democratizado.
Sé que a Jennifer López y a su ex, el jugaor de béisbol Alex Rodríguez, les va mal porque ella lo ha borrado de sus redes sociales. Lo leí el otro día en el titular de un diario deportivo y no me hizo falta avanzar más. (¿Es un caso de clickbait de éxito o todo lo contrario?). Hoy J.Lo se pasa el día en barcos, como C. Tangana, y es masajeada con protector solar por Ben Affleck en una performance eterna digna de Richard Linklater. Muchos años antes de que existiera Instagram, Ben ya posaba con ella a lomos de un yatazo (en el videoclip de Jenny from the block). Y ahora repiten instantánea con él un poco más ajado y ella exactamente igual. Dicen que Ben no sabe sacar adelante su relación si no cree que millones de curiosos la están observando.
El verano es tiempo de disfrute compartido. La gente que se frecuenta en su ciudad durante los meses fríos hace planes para desplazarse conjuntamente a sitios también soleados pero algo más húmedos. Y es entonces que se concretan retratos playeros, con las correspondientes fotos en grupo. De la logística, nervios, inseguridades, miserias y pifias del proceso habló muy bien Jabois el otro día. En cómo esas fotos pueden traer problemas reputacionales no ahondó tanto. Los perfiles públicos o semipúblicos se lo piensan mucho antes de salir acaramelados con amigos o conocidos en este tipo de instantáneas debido al escrutinio que todavía merecen las distancias de seguridad de la pandemia.
El otro día, en un rodaje, una actriz muy seguida me dijo que, a pesar de las consabidas y esperables pruebas de antígenos que rigen cada una de estas actividades, prefería no salir en plano con nadie más, no fuera que se lo reprocharan en redes sociales. Hay que ser cauto y además parecerlo. Y si en Instagram parece que has transgredido, es que lo has hecho.
Madres paralelas, de Pedro Almodóvar, se estrenará el próximo 10 de septiembre y apunta a que será otra de las cumbres del manchego. Independientemente de sus seguros valores artísticos, su campaña ha sido una de las más memorables de los últimos tiempos. Con un pecho encerrado en una elipse, la areola sería el iris y el pezón, la pupila. Esta gotea leche, como se le supone a una madre lactante. Aquí, según la concepción del artista Javier Jaén, también simboliza una lágrima. Y con ello ya podemos figurarnos temática y tono. Es perfecto, pero tanto más cuando sabían que Instagram, la incuestionable red de difusión de virales, lo censuraría. En la productora El Deseo lo niegan, y no se lo afeo. Pero no esperarse la prohibición inicial (con su consiguiente ola de solidaridad e indignación asociadas) —ahora la red social ha reculado— sería tan poco profesional como brillante fue el planteamiento. Así que infiero que si Instagram y su censura sobre el pecho femenino no existieran, el cartel habría sido muy otro.
De tanto en tanto, a mi ex y a mí se nos queja un curioso despistado. "Ya no cuelgas fotos del otro, ¿os pasa algo?". Lo que no está en Instagram no existe.
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