La violencia contra las mujeres ya era un fenómeno global, incluso podríamos calificarlo de viral, antes de que comenzara la pandemia. Alrededor de un tercio de las mujeres en todo el mundo han sufrido violencia física y / o sexual por parte de sus parejas; y el 18% la ha experimentado en los últimos 12 meses. Y se estima que 137 mujeres son asesinadas diariamente por su pareja o un miembro de la familia, según los datos de ONU Mujeres. Pero la irrupción del coronavirus en nuestras vidas ha intensificado lo que ya era el horror nuestro de cada día. Todos podemos imaginar la tragedia en el interior de millones de casas en todo el mundo, cuando las restricciones de movilidad, la incertidumbre por la situación laboral y convivencias insoportables hicieron mella, sobre todo, en mujeres y niños. Según el Fondo de Población de Naciones Unidas, si los confinamientos llegan a los seis meses, se producirán 31 millones más de casos de violencia de género en todo el mundo.
Para muchas mujeres y niñas, la amenaza es mayor donde deberían estar más seguras. En sus propios hogares».
Antonio Guterres, secretario general de la ONU
Son cifras estremecedoras. Durante la primera oleada de la pandemia, los teléfonos de asistencia en Singapur y Chipre registraron un incremento de más del 38% en las llamadas. En Nueva Gales del Sur (Australia), los trabajadores de primera linea comunicaron un 40% más de solicitudes de ayuda por casos de violencia. En Francia, los casos de maltrato aumentaron un 30% desde el inicio del confinamiento, el 17 de marzo. En Argentina, las llamadas de auxilio por violencia doméstica crecieron un 35% desde el 20 de marzo, cuando se inició la cuarentena. En el Reino Unido, las llamadas, los correos electrónicos y las visitas a la página web de Respect, una organización benéfica que lucha contra la violencia de género en aquel país, han aumentado un 97%, un 185% y un 581% respectivamente en los ocho últimos meses. Y solo en las tres primeras semanas de confinamiento, 14 mujeres y dos niños fueron asesinados allí. Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora ejecutiva de ONU Mujeres, denomina a este incremento de la violencia machista que invade el planeta como “la pandemia en la sombra”.
La Organización Mundial de la Salud fue quien dio la voz de alarma al respecto del aumento de llamadas a los teléfonos de ayuda a las mujeres durante el primer mes de confinamiento: nadie había previsto ese efecto colateral de las medidas para frenar la expansión del virus. La situación empeoró tanto al final del primer trimestre del año, que el Secretario General de la ONU, António Guterres, tuvo que instar a todos los gobiernos a incluir la prevención y la reparación de los casos de violencia contra las mujeres en sus planes nacionales de respuesta contra el Covid-19. “Para muchas mujeres y niñas, la amenaza es mayor precisamente allí donde deberían estar más seguras. En sus propios hogares –explicó Guterres–. Sabemos que los confinamientos y las cuarentenas son esenciales para reducir el coronavirus. Pero pueden hacer que las mujeres se vean atrapadas con parejas abusivas”. Más de 140 gobiernos apoyaron su llamamiento.
En España, con la declaración del estado de alarma se puso en marcha un plan de contingencia que señaló como servicios esenciales todos los dispuestos para intervenir en casos de violencia de género y que movilizó recursos para acoger a las posibles víctimas. Las llamadas al 016 aumentaron más de un 40% durante las 10 semanas de cuarentena domiciliaria, en comparación con el mismo mes de 2019. Pero fueron las consultas online las que revelaron la gravedad de la situación: crecieron más de un 400%. Además, el servicio de atención emocional y psicológica vía WhatsApp, que se puso en funcionamiento el 21 de marzo, recibió durante esos meses 1.678 consultas. La accesibilidad de ambos recursos fue esencial: en Italia, las líneas de socorro para las mujeres recibieron un 55% menos de llamadas en marzo. Les resultaba imposible telefonear desde el mismo domicilio que los posibles agresores. Aquí, la vulnerabilidad de las mujeres a la hora de pedir auxilio se plasmó en un notable descenso del número de denuncias por estos casos: casi un 15% durante los meses de encierro.
Aunque los últimos datos de la Delegación Contra la Violencia de Género confirman ese descenso de las llamadas al 016 y las consultas online (aproximadamente un 10%, de septiembre a octubre), no disminuye la intensidad de esa pandemia silenciosa que es la violencia machista: cuatro mujeres y dos niños fueron asesinados durante el confinamiento y otras 18 después de él. Lo advirtió Victoria Rosell, exmagistrada y delegada del Gobierno para la Violencia de Género, en junio: “Se están produciendo menos homicidios porque la violencia de control no se desarrolla cuando tienes controlada a tu mujer y tus hijos 24 horas al día. Pero en cuanto empiecen a salir, la percepción de pérdida de control puede llegar a ser desproporcionada y podría haber un repunte de violencia”.
La cifra anual de asesinadas, a día 11 de noviembre, se eleva a 39 (desde 2003, cuando comenzaron a contabilizarse, las víctimas han sido 1.072). La presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), María Ángeles Carmona, ha anunciado un repunte de las denuncias por violencia machista tras el confinamiento. “No podemos bajar la guardia”, ha pedido, pese a las “dificultades enormes” que está provocando la crisis sanitaria para las víctimas.
Muchas mujeres han identificado que sufren violencia en el confinamiento, al experimentar ese control máximo las 24 horas».
Bárbara Zorrilla, psicóloga
Bárbara Zorrilla, psicóloga experta en intervención con víctimas de esta violencia, ha detectado grietas en el ajuste de los recursos movilizados por la administración durante estos meses. “Es imposible establecer la necesaria relación de confianza con las mujeres en la atención no presencial. Peor aún a través del WhatsApp, pues cada vez que llaman atiende una persona distinta. Además, este nuevo canal introduce confusión: no puede prestar ayuda en situaciones de urgencia, solo puede hacerlo la policía. Y la idea de pedir una mascarilla-19 en la farmacia para denunciar un caso de violencia se anunció en todos los medios, con lo que difícilmente una mujer que va acompañada por su agresor puede mencionarla. Al final, las medidas vuelven a cargar toda la responsabilidad de la denuncia en las mujeres. No entendemos que su capacidad de reacción está prácticamente anulada y que es toda la sociedad la que debe dar un paso adelante: vecinos, compañeros de trabajo, familia… Ellas están confusas, asustadas, se sienten merecedoras de la violencia que reciben. El foco debe ponerse en la sociedad, no en ellas”, explica Zorrilla.
De momento, el Ministerio de Igualdad ha anunciado que, a lo largo de 2021, duplicará tanto el número de pulseras de control telemático a maltratadores como los dispositivos de protección a mujeres víctimas de violencia, que pasarán de 2.082 a 4.000. “Solo este año, este sistema de protección se ha incrementado un 62,3%, hasta llegar a la cifra más elevada de la historia”, aclara la delegada del Gobierno Victoria Rosell.
Sin embargo, las expertas en la atención directa continúan apuntando a fallas estructurales que no terminan de encontrar solución y que explican el desamparo de las mujeres que sufren violencias que no se concretan en agresiones. “Algo que hemos visto ahora es que muchas mujeres han identificado que sufren violencia durante el confinamiento, al experimentar ese control máximo constantemente, las 24 horas. El problema que encontramos no tiene que ver con los recursos asistenciales, sino con los operadores jurídicos”, explica Bárbara Zorrilla.
Cuando las mujeres denuncian violencia sin agresiones, sus propios abogados les disuaden de seguir adelante porque saben que no van a llegar a ningún sitio –continúa la psicóloga–. Y no se quieren exponer a que se detenga a los agresores, pasen 72 horas en el calabozo y lleguen a casa aún más enfadados. Lo cierto es que la formación que se imparte hasta el momento a abogados y jueces se limita a aspectos procesales, pero siguen sin entender cómo funcionan las relaciones de violencia, por qué las mujeres retiran las denuncias o se niegan a declarar”. Más problemas en la asistencia directa de las mujeres: que se mantenga el régimen de visitas a los hijos de los padres condenados. “Si los agresores pueden seguir haciéndoles daño desde ahí, no tenemos nada que hacer. Las víctimas están vendidas” concluye Bárbara Zorrilla.
Rosell reconoce la dificultad: “Estamos ante un problema oculto en el que solo conocemos la punta del iceberg, los asesinatos y las llamadas al 016, pero hay una situación estructural que no se contempla en estas cifras. No son episodios aislados. En la mayor parte de los casos, la violencia forma parte de la vida cotidiana de estas mujeres”.
El objetivo de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género es “visibilizar más todas las violencias, no solo la que se produce entre la pareja o expareja”. El catálogo de comportamientos lesivos es enorme. Y se renueva. Por ejemplo, están aumentando las diferentes formas de violencia en línea: acoso, acoso sexual, trolling sexual’ (mensajes de contenido sexual con la intención de provocar una respuesta emocional negativa)… Y urgen medidas específicas para los grupos de edad más alejados: las menores y las mujeres mayores de 55 años. Porque, como dice María Ángeles Carmona, “no podemos bajar la guardia”.
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