Una vez leí que “viajamos no para escapar de la vida, sino para que la vida no se nos escape”. Yo te puedo asegurar que planeé este viaje como una escapada, en el sentido literal de la palabra. Quería huir. Lo que no tenía muy claro era el destino, pero sí sabía que quería hacerlo sola. Y entonces se presentó la oportunidad perfecta: ¿de verdad era posible plantearme un viaje que no fuera excesivamente largo, ni caro, que me permitiera conocer diferentes ciudades (y países) y, además, que estuviera enmarcado dentro de una experiencia temática que me fascinara, como la gastronomía?
Pista número 1. Decide tú lo que te gusta y si es o no para ti
Pues sí. Sí era posible encontrar todo eso en un solo paquete que no me obligara a hipotecarme de por vida. Pero para poder disfrutarlo tenía que apostar por un tipo de turismo que nunca había hecho y que, siendo sincera, estaba segura de que no era para mí. Error garrafal. ¿Cómo podía “estar segura de que no era para mí” si todo lo que incluía me gustaba? ¿No era para mí hacer escala en Marsella, Génova, Roma, Palermo y Sicilia? ¿No era para mí la temática que planteaba compartir viaje -y experiencias- con un chef estrella Michelin como Ramón Freixa? ¿Qué era exactamente lo que no era para mí?
Voy a contártelo: lo que no era para mí era tomar ideas prestadas sobre qué era un crucero y a quién estaba destinado. Los cruceros son una forma más de hacer turismo que te permite desplazarte rápido de un punto a otro y cuya oferta de ocio es, cuanto menos, sorprendente. ¿Sabes que pude ver dos espectáculos exclusivos de Cirque du Soleil at Sea a bordo? Fueron realmente increíbles.
Pista número 2. Disfruta
Embarqué en el MSC Meraviglia en Barcelona; por fuera es un barco que impone, por dentro sorprende. Imagina un paseo central de 96 metros de largo cubierto por un cielo digital que transmite salidas, puestas de sol y noches estrelladas ¿Te cuesta visualizarlo? Pues mira la foto siguiente para ver la cúpula LED más grande del mar.
Si piensas en un crucero -y te basas en imágenes preconcebidas- con las piscinas de cubierta y el parque acuático cuentas, ¿verdad? Pero… ¿también esperarías encontrarte un estudio de televisión y radio, hasta 8 espacios diferentes de música en vivo, un teatro, una bolera, un simulador de Fórmula 1, un spa, un gimnasio ¡o un quirófano!? Supongo no. Yo tampoco. La primera noche que dormí a bordo estaba tan sobrepasada por la cantidad de opciones existentes que no sabía por dónde empezar. ¿Sabes lo que hice? Cenar fresas cubiertas de chocolate mientras navegábamos de Barcelona a Marsella. ¿Suena un tanto peliculero? Puede ser. ¿Te gusta la idea, pero crees que nunca podrás hacerlo tú? Un método infalible de que las cosas no ocurran nunca es no intentarlo si quiera. A veces, cuando buscamos la manera de llevar algo a cabo, nos damos cuenta de que no era tan difícil ni estábamos tan lejos de poder conseguirlo.
Pista número 3. Escucha, absorbe, aprende
En el primer desembarco, los que habíamos elegido hacer el crucero gastronómico junto a Ramón Freixa visitamos el mercado de pescado del puerto de Marsella. Nos contó los secretos de un buen fumet, cómo el toque anisado puede darle ese punto increíble a un caldo de pescado o lo divertido que sería que una noche acabáramos bailando la lambada en la pista de baile del barco. A mí me daba la risa. ¿Lo mejor? Descubrir que algo tan sencillo como un puesto montado en mitad de un paseo marítimo con cajas, hielo y pescado, esconde multitud de posibilidades e historias si aprendes a mirar.
Pista número 4. Vendrá como venga pero tú decidirás cómo tomártelo
No era la primera vez que estaba en Italia y, sin embargo, por diferentes cuestiones, nunca había visitado Roma. Amanecí en el puerto de Civitavechhia, a poco más de una hora de distancia de la capital italiana, con una lluvia torrencial. Y no es que me diera igual, porque me fastidió. Pero no estaba dispuesta a dejar pasar la oportunidad. Así de sencillo. Aunque debo reconocer que la cosa llegó a complicarse hasta el punto de que cuando llegué a la Piazza del Popolo llovía tanto que casi no podía abrir los ojos. Recorrí los 1,6 kilómetro de la Via del Corso con la prestancia de un gato persa recién salido de un buen baño (contra su voluntad).
¿Sabes lo que pasó? Que cuando subía al mirador del Foro que hay en Palatino, con la cabeza enterrada en el gorro del chubasquero y la mirada fija en los pies, dejó de llover. Te lo prometo. Las nubes se espaciaron y el sol se proyectó contra una de las vistas más impresionantes que he contemplado en toda mi vida. A veces las cosas salen bien.
Pista número 5. No tengas miedo a perderte.
Hay una película protagonizada por Julia Roberts que se llama Come, reza, ama y que está basada en el libro homónimo de Elizabeth Gilbert con fragmentos como este: «Es uno de los lugares más silenciosos y solitarios de Roma, la ciudad ha ido creciendo a su alrededor durante siglos, es como una…bella herida, es como un desengaño amoroso al que te aferras, por el placer del dolor. Todos queremos que…nada cambie, David. Nos conformamos con vivir infelices porque nos da miedo el cambio, que todo quede reducido a ruinas, pero al contemplar ese sitio, el caos que ha soportado, la forma en la que ha sido adaptado, incendiado, saqueado y luego hallado el modo de volverse a levantar…me vine arriba; A lo mejor mi vida no ha sido tan caótica, y es el mundo el que lo es y el único engaño es intentar aferrarse a ella a toda costa. Las ruinas son un regalo, las ruinas son el camino a la transformación«.
Yo ya llegaba perdida a Roma; un tanto en ruinas. Y en la ciudad volví a perderme en un par de ocasiones. De manera literal. ¿Sabes lo que pasó? Nada. Igual que me perdí, me encontré.
Pista número 6. Confía.
En el mismo barco pueden convivir más de 4.000 pasajeros de 60 nacionalidades diferentes. Personas que comparten espacio durante unos días pero que, en ocasiones, no se ven más que unas horas. A veces esas horas son las que pasas en un desplazamiento básico, como podría ser el autobús que te lleva desde el puerto hasta el centro de la ciudad. Yo he visto a algunos hacer esfuerzos titánicos mezclando idiomas y gestos para que el conductor no se marchara sin que hubiera llegado todo el mundo. Lo consiguieron. Y no se conocían de nada. Aunque te sorprenda, hay gente dispuesta a ayudar. Siempre.
Pista número 7. El viaje son las personas. El viaje eres tú.
Me encantaba cruzarme con Noel, del servicio de camarotes y plantas, en los pasillos del barco. Siempre sonreía y siempre me hacía sonreír a mí con sus ocurrencias. Anna y Miguel, con los que compartía la experiencia gastronómica de Ramón Freixa, me conquistaron desde el principio. Les pedí que me contaran varias veces la historia de cómo renovaron los votos (a bordo) después de 40 años casados. Y fue Marcial, otro compañero, el que me habló de cómo la manera actual de hacer turismo no solo nos permite conocer lugares remotos sino también a personas del otro lado del globo. “Hace 50 años, por ejemplo, una chica que hubiera nacido en Lanjarón (un pueblo de mi Alpujarra natal) lo más probable es que acabara con alguien del pueblo o pueblos cercanos. Ahora, ¿quién te dice a ti que tú no vas a acabar con alguien de Chicago?».
Marcial tenía razón. ¡Y Ramón Freixa también! Porque acabamos bailando, una noche cualquiera, en la pista del barco. No fue la lambada pero me reí tanto y lo pasé tan bien que se me olvidaron varias cosas: que mi pareja de baile era un fantástico chef (y bailarín) al que solo unos días atrás no conocía de nada, que nos estábamos plantando en una pista, rodeada de gente con la que no habíamos cruzado una palabra, sin saber qué íbamos a hacer (¡y acabaron aplaudiendo!) y, lo más increíble de todo, se me olvidó que yo quería huir. Probablemente porque ya no lo necesitaba.
Siguiendo la máxima del Dalai Lama que recomienda ir una vez al año a un lugar en el que nunca hayas estado antes, ya le estoy dando vueltas al próximo destino. Y, ¿quién sabe? Quizá me embarque en el MSC Bellisima que está preparando una salida a Emiratos Árabes para el 25 de enero. ¿Te vienes?
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