Aunque hoy existen leyes que limitan muchísimo el trabajo de los niños, planea casi siempre una sombra de duda sobre las madres y padres que se empeñan en que sus hijos hagan carrera en el mundo del casting. El cine, la televisión, la publicidad y, en general, el showbusiness en un lugar cruel en el que los artistas se ven constantemente clasificados, comparados y enjuiciados, un mecanismo que no parece apropiado imponer a los pequeños o adolescentes. Como contrapartida, se trata de un negocio muy lucrativo si las aspirantes a artista tiene talento y gancho, con lo que toda la unidad familiar puede beneficiarse muchísimo de promover la carrera de una niña actriz. Lo hemos visto en las biografías de muchas cantantes precoces como Selena Gomez, absolutamente ajena a la celebración del Día de la Madre. En 2014, liberó a su progenitora, Mandy Teefey, de sus responsabilidades como manager y admitió que una «relación complicada» con su madre. Desde entonces, lo suyo es un ir y venir de discusiones y de bloquearse o dejarse de seguir mutuamente en Instagram. Problema: Teefye sigue opinando en la red social sobre la vida privada de su hija. La confianza entre ambas está casi rota.
Aunque Selena Gomez y su madre siguen aún unidas por los negocios (ella ha producido algunos de los trabajos audiovisuales de su hija), lo cierto es que la mala salud de la cantante (sufrió un trasplante de riñón y ha revelado que es bipolar) también contribuye a que esos lazos no lleguen a deshacerse del todo. Algo que sí tuvo que hacer Drew Barrymore, quien se emancipó legalmente de su madre, Jaid Barrymore, a los 14 años. Su relación fue tóxica en grado sumo: la llevaba a clubs de moda desde muy pequeña, de forma que al llegar a los 13 ya se había drogado y era alcohólica. Su éxito prematuro y la mala educación de su madre terminó en un intento de suicidio que esta quiso solventar internándola en un psiquiátrico. Drew vivió una pubertad complicada pero, por suerte, pudo recuperarse de sus adicciones y experiencias infantiles y hoy es una feliz madre que, además, ha perdonado a su progenitora y hasta la mantiene económicamente.
El caso de Leighton Meester, la inolvidable Blair Waldorf de la serie «Gossip Girl», también es extremo. Sus dos progenitores estaban en la cárcel por un delito de tráfico de drogas cuando Constance, la madre de Meester, dio a luz. Por ese motivo, la actríz vivió sus primeros meses de vida en un orfanato, hasta que sus padres salieron libres. Se divorciaron al poco tiempo y ella se crió con su madre. Tuvo la suerte de tener éxito, y ahí volvieron los problemas: su madre le pidió dinero para pagar unas facturas médicas de su hermano, Alexander, pero se lo quedó para someterse a unas operaciones de cirugía estética. Desde entonces, claro, no se hablan. Y Leighton denunció ante los tribunales a su madre. Difícil que celebran nada juntas el domingo.
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