Raffaella Carrá, el icono televisivo que no piensa en la jubilación

No hay nadie que no haya cantado alguna vez Rumore, rumore, o que no se haya dislocado el cuello tratando de imitarla al sonar el estribillo de Explota, explótame, explo. Raffaella Carrá (77) es un icono incombustible de la televisión y la música y aunque en el año 2016 anunciaba su retirada y se instalaba en una increíble casa en Roma para vivir tranquila después de 65 años siendo una estrella, la tele no puede vivir sin su impertérrita melena platino. El programa Tesoros de la tele (en La 2) repasa este jueves la trayectoria de la italiana en nuestro país a lo largo de un viaje al pasado en el que nos transportarán a los programas más famosos de ‘la Carrá’ en los años noventa.

Criada por dos grandes mujeres

Raffaella Maria Roberta Pelloni nació en plena Segunda Guerra Mundial. Vino al mundo en junio de 1943 en la coqueta y universitaria ciudad de Bolonia, en el centro de Italia, pero creció en Bellaria-Igea Marina, muy cerca de la turística Rímini. Allí su madre, Angela Iris, era propietaria de un bar y se había separado de su marido (Raffaella nunca ha hablado de su padre) a los pocos años del nacimiento de la niña, una mujer adelantada a su tiempo en plena guerra. Con tres años ya tomaba clases de danza clásica y soñaba con ser coreógrafa.

Raffaella se crió con su abuela Andreina, que era viuda, y con solo ocho años, dejó Bellaria para mudarse a Roma y allí asistir a clases de baile en la Accademia Nazionale di Danza de la capital italiana, fundada por Jia Ruskaia. Vivió la disciplina del ballet desde muy pequeña, tuvo que hacer grandes sacrificios que no eran propios a su edad, pero aprendió que sin esfuerzo no conseguiría nada. Con 14 años, la directora de la academia le dijo que tenía los tobillos demasiado pequeños y que tendría que estudiar baile hasta los 28 años para ser una buena coreógrafa. En ese momento decidió dejarlo.

Su primera oportunidad le llegó por casualidad. Estaba con su madre en Roma paseando y un amigo de la familia les presentó al director de cine Mario Bonnard que quedó prendado de la simpatía de la pizpireta Raffaella. Fue su debut en la gran pantalla con la película Tormento del passato con solo 9 años y a partir de ahí empezó a estudiar también interpretación en el Centro Experimental de Cinematografía. Seis años más tarde, en 1960, protagonizaba La lunga notte del 43, de Florestano Vancini y después trabajaba junto a grandes como Marcello Mastroianni o Frank Sinatra (que quiso mantener un romance con ella, pero ella se negó) en las películas Los compañeros y El coronel Von Ryan, respectivamente.

14 millones de italianos la veían cada mediodía

Desde el inicio de su carrera, Raffaella Carrá ha tratado de romper moldes, de ser ella misma y no se ha sentido nunca atada por normas o la censura. Con la llegada de los años setenta, el director Dante Guardamagna la convenció para que cambiara su apellido por Carrá, asociado al del pintor Carlo Carrá. A partir de entonces y pese a haber probado suerte en Hollywood, Raffaella decidió apostar todas sus cartas al mundo de la televisión como bailarina, cantante y presentadora, porque ella siempre fue una show girl que sabía hacer de todo. Su aparición en el programa Io, Agata e tu la consagró como una estrella adorada por el público italiano. La RAI la contrató para presentar el show nocturno Canzonissima 70 y su actuación bailando y cantando Tuca Tuca mientras enseñaba el ombligo hizo que fuera censurada por el papa y que su irrupción en televisión supusiera toda una revolución para las mujeres de la época.

La Carrá llegó por primera vez a España en 1975 cuando apareció en ¡Señoras y señores! e incluso hizo un disco con versiones de sus temas en castellano. Su éxito le llevó a presentar el especial La hora de Raffaella Carrá en TVE. Sin duda, uno de sus espacios más recordados en el país transalpino fue Pronto… Raffaella?, que se emitió en 1983 en la RAI y se convirtió en todo un fenómeno cultural que congregaba frente a la pantalla a 14 millones de espectadores y familias enteras que cambiaban sus planes para ver a la Carrá en directo cada mediodía durante los dos años que duró en antena. En este espacio llegó a entrevistar a Teresa de Calcuta, a la que recibió con un vestido de mangas transparentes con incrustaciones de cristales de Swarovski.

Se retiró en 2016… pero volvió en 2019

Luego llegarían Weekend of Raffaella, el recordado Carramba, che sorpresa (1995-2002 y 2008), un Sorpresa, Sorpresa como el que en España presentó Isabel Gemio, y de nuevo en España ¡Hola, Raffaella!. Tras algunos programas más en Italia y una colaboración musical con el dj Bob Sinclair, en 2013 regresaba a la televisión italiana como coach en The Voice of Italy y sacaba un disco –Replay– cantado en inglés y con tintes electrónicos. En 2016, con 73 años, Raffaella decidía retirarse de la vida pública para poder vivir tranquila los siguientes años. Lo hacía en su maravillosa casa en Roma, ciudad en la que se instaló con ocho años y que se ha convertido en su hogar. “En este punto de mi carrera mi sueño es crear un proyecto para dar una oportunidad a los jóvenes talentos”, dijo entonces y trabajó como productora de Samuel Pietrasanta, concursante salido del talent en el que ella fue jueza durante tres temporadas.

Pero en abril de 2019, una incombustible Carrá regresa más fuerte que nunca con un nuevo espacio de entrevistas en la RAI, A raccontare comincia tu, que ya va por la tercera temporada. Porque con 77 años, Raffaella Carrá no ha pasado de moda y sigue siendo todo un icono en la televisión italiana, por que con ella se ríe, se llora y uno se emociona en directo, porque con su melena cuadrada platino (en realidad ella era castaña oscura y con el pelo ondulado), su flequillo cuadrado y sus bailes coreografiados y siempre transgresores y atrevidos es adorada por varias generaciones. “Mi receta es no haber vivido nunca un día vacío”, dicen cuando le preguntan por su secreto para seguir con la misma vitalidad que en su juventud.

Alérgica al matrimonio

La Carrá siempre ha sido una mujer libre e independiente. Al empezar su carrera en el cine mantuvo un romance con el jugador de la Juventus (su equipo del alma) Gino Stacchini y poco después rechazó el amor que le profesaba el mismísimo Frank Sinatra ("Era atractivo pero se juntaba con gente fea", comentó Raffaella en una ocasión). Nunca pensó en casarse ni en tener hijos. En los setenta conoció a Gianni Boncompagni que se convirtió en su compañero de vida y profesión y fue el autor de muchas de las letras de sus canciones más conocidas.

La muerte de Boncompagni en 2017 fue un duro golpe para la artista italiana que vivía prácticamente puerta con puerta con él. Su segunda relación larga fue el coreógrafo Sergio Japino –11 años menor que ella– y con él intentó ser madre, pero biológicamente ya era tarde. Se separaron (nunca se casaron) pero siguen siendo buenos amigos y él es el director de su programa de entrevistas en la RAI.

La italiana además es un icono gay y ni ella misma sabe muy bien el motivo. “Moriré sin saberlo. En mi tumba dejaré escrito: “¿Por qué he gustado tanto a los homosexuales?”, decía en una entrevista en Il Corriere della Sera. Una de sus canciones que definen esta adoración por el colectivo LGTB es Lucas, que acabó siendo un símbolo tras su lanzamiento en 1978. En el World Pride de Madrid en 2017, fue premiada como Icono Gay Mundial.

Y es que Madrid para ella es como su segunda casa y cuando se aburre del trabajo en Roma toma un avión y se planta en la capital española para pasar unos días. En invierno le gusta pasar tiempo en Argentario, en la Toscana, “donde se respira un aire más puro que en Roma y puedo hacer torneos de cartas con mis amigos de siempre”, explicaba a la revista Sorrisi e Canzoni en la que contó además que su frustración es no haber aprendido nunca a tocar el piano, algo que le hubiese encantado.

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