Carlota Casiraghi ha conseguido este sábado que no quepa un alfiler en una conferencia de casi una hora en francés sobre Filosofía. El Aula Magna de la IE University donde se celebra el Hay Festival de Segovia se ha llenado para escuchar a la royal monegasca hablar de su tratado de filosofía Archipiélago de pasiones, un libro que ha dedicado a su padre, Stefano Casiraghi, fallecido en un fatídico accidente náutico en 1990, y en el que reflexiona sobre las emociones del ser humano.
Al lado de su profesor Roberto Maggiori, filósofo y crítico literario en el diario Libération con quien ha escrito el ensayo que ya ha llegado a las librerías españolas, con el semblante muy serio –se le han escapado contadas sonrisas-, algo tímida incluso, ha recordado que fue él quien la animó, cuando estaba en el instituto, a adentrarse en la Filosofía y que hoy sigue sintiendo "la necesidad de seguir estudiando" porque, en realidad, "siempre me he hecho preguntas existenciales".
La joven y el profesor mantienen una muy buena relación desde que se conocieron como profesor y alumna, aunque a ella no la trató de manera privilegiada por ser quien es sino como una estudiante más, ha querido aclarar. Esa amistad y admiración que se profesan -él ha confesado que la virtud sobresaliente de Carlota es la dulzura– la ha podido comprobar el público, entre los asistentes ha estado Boris Izaguirre, que les ha escuchado atentamente.
Con el filósofo y otro grupo de pensadores, han contado, quedan todas las semanas para charlar de Filosofía. Hablan de Hegel, de Heidegger, y salen a tomar un chocolate caliente. Para la royal, la Filosofía, que ha descrito como un "ejercicio de paciencia", "nos permite tener una relación con el tiempo". Plantea, ha dicho Casiraghi "la cuestión de la finitud, la muerte", sin desarrollar más la idea. Ha querido pasar a la pregunta siguiente como si este tema, la muerte, le suponga alguna incomodidad porque, como ha reconocido más adelante, "nadie puede afirmar que las cosas sean fáciles. Que la muerte y el tiempo no nos afectan". Ha evitado, incluso se ha mostrado algo molesta, responder a la pregunta de cómo ha sido el proceso de escritura. "Eso no es importante", ha contestado. Y se ha confesado al referirse a una de las pasiones sobre las que reflexiona en su tratado: el odio. "Es una de las pasiones más difíciles de entender o de aceptar. Pero el error sería decir ‘yo no siento odio’. El odio es un llamamiento a una espiral de violencia", ha lamentado. Ha asegurado sentirse inquieta "cuando los discursos de odio se van filtrando poco a poco, cuando se defiende que determinados humanos no forman parte de la misma humanidad".
Un discurso que ha dado pie a su compañero, profesor y amigo a ahondar en el drama de la inmigración. Él, de origen italiano, sabe de lo que habla cuando dice que le preocupa escuchar "palabras de odio contra los inmigrantes" y no cree que la solución sea "el discurso del amor. Hay que indignarse y decir ‘esto está mal’", ha pedido. Para que el público entendiera mejor a lo que se refería ha puesto el ejemplo de un pueblo de Calabria que se estaba quedando sin habitantes. El alcalde ofreció ainmigrantes que se instalaran allí y abrieran sus negocios. "Le devolvieron la vida a ese pueblo", ha subrayado, aunque el exministro del Interior del Gobierno italiano, Matteo Salvini, acabó atacando al alcalde por tan insólita fórmula de recuperar un territorio. Maggiori se ha mostrado muy crítico con la política migratoria de Salvini y eso le ha merecido un aplauso del público.
La hija de Carolina de Mónaco, diplomada en Filosofía por la Sorbona e impulsora junto a su profesor de los Encuentros Filosóficos de Mónaco para los que cuenta con apoyo del gobierno del Principado, ha dejado de un lado el glamour que suele rodearla para centrarse en la materia. Este ha sido el motivo por el que ha blindado su intervención en la que no se han permitido tomar fotografías, porque no quería estar pendiente de su imagen sino únicamente de la Filosofía.
Desde el festival, sin embargo, se ha hecho pública una instantánea en la que puede verse a la ‘princesa filósofa’, la ponente más mediática de la cita, con su nuevo corte de pelo (o de flequillo) y un look muy sencillo formado por una camisa blanca de manga larga y unos pantalones vaqueros.
Y algo que no mostraba la fotografía pero que hemos visto en Vanity Fair: zapatillas. La nieta de Grace Kelly, celosa al máximo de su vida privada, ha calzado unas sneakers blancas porque por nada, ni siquiera por un zapato de tacón (mucho menos por los pendientes o algún tipo de maquillaje), quería distraer la atención de su público entregado hoy al pensamiento, algo mucho más elevado.
Fuente: Leer Artículo Completo