Marta Ferrusola, esposa de Jordi Pujol y ‘la primera dama’ con más poder de la política española

Es ‘la primera dama’ de la Península Ibérica que más se ha expuesto en la historia política del siglo XX, quizás por eso y a la vista de las consecuencias, las que le han sucedido opten hoy por esconderse. Según la periodista Cristina Palomar, autora de Això és una dona! Retrat no autoritzat de Marta Ferrusola, el nivel deprotagonismo de la esposa de Jordi Pujol, quien hoy cumple 90 años, solo es comparable al de Ana Botella. La diferencia es que a la catalana, que se mantuvo en el "poder" casi un cuarto de siglo, nunca la eligió nadie en unas elecciones.

Marta Ferrusola nació en 1935 en una familia barcelonesa sin lazos con la política y más bien modesta: su padre poseía una sastrería. A su novio, más tarde su marido, lo conoció cuando ella tenía 18 años e impartía catequesis en el popular barrio de la Guineueta con su amiga Marta Pujol Soley, la hermana a la que Jordi iba a recoger cuando acababan esas clases. Así conoció el entonces estudiante de Medicina a aquella chica de coleta larga y morena que le gustó al instante. A ella le costó un poco más entusiasmarse, pero acabó aceptando después de que Pujol, cinco años mayor, se declarara en una mesa de la Granja Túria de la barcelonesa Rambla de Cataluña.

El relato de su romance, siempre contado por ellos, está lleno de lugares tan típicamente catalanes como esa granja, un tipo de establecimiento especializado en productos lácteos que proliferó en Barcelona a principios del siglo XX. Otro lugar común en su historia de pareja es la Abadía de Montserrat, donde además de celebrar su boda en 1956, sefundó Convergència Democràtica de Cataluña en 1974 y donde los monjes benedictinos que la habitan no esconden su "derecho a decidir" en cuestiones independentistas. Por eso, esa montaña sagrada es el símbolo del mayor logro de Marta: conseguir que los catalanes creyeran que los apellidos Pujol Ferrusola y Cataluña eran sinónimos.

Contra inmigrantes y gays

En los escenarios de su historia personal, que es la de su país, se han colado siempre personajes antipáticos para Marta Ferrusola: en la misma granja donde se prometió con Pujol se celebraba en los años cincuenta una tertulia con autores que escribían en castellano – los hermanos Goytisolo o Luis Carandell– y en el barrio obrero de sus catequesis, andaluces y extremeños eran la población mayoritaria a la que junto a su cuñada enseñaba ella los diez mandamientos. Fue allí, en el parque del distrito y ya en los años noventa, cuando los asistentes a un concierto de Los Chungitos abuchearon a su marido cuando quiso alabar, mitin mediante, la figura de Camarón de la Isla pues Cataluña es como es, no como la primera dama quería que fuera.

Los emigrantes –primero los españoles, luego los extranjeros– y el castellano eran vistos por Ferrusola como grietas de la sociedad catalana: llegó a mostrar su malestar porque el president José Montilla no se hiciera llamar Josep. Pero no es la única diversidad que ha llevado mal. Por eso, en 1984 el Frente de Liberación Gay de Cataluña quiso querellarse contra ella por frases como esta: "No sabría decir si es una tara, un vicio, o la suma de todo". La entidad quiso denunciarla por esas declaraciones, pero entonces no había base legal para hacerlo. Dos décadas después sí, por eso moderó el discurso contra los homosexuales, aunque no se abstenía de rematarlo con esta frase: "Hemos sido creados para procrear, asi que… dos hombres y dos mujeres, no."

Porque Ferrusola es católica pero es descarada. Lo demostró cuando su marido fue a prisión tras los hechos del Palau, unas protestas contra el dictador Francisco Franco que le costaron siete años de cárcel de los que cumplió 29 meses, casi todos en Zaragoza. Hasta allí iba su mujer, que ya había dado a luz a dos de sus siete hijos, en su 600 y acompañada en ocasiones por su suegro Florenci Pujol. Lo hacía cuando acababa su jornada laboral como profesora de gimnasia en una escuela y a pesar de la paliza –aún no había autopistas–no le importaba que muchas veces los funcionarios ni siquiera le dejaran ver a su marido.

Terca y peleona, también hizo pintadas en las calles pidiendo su liberación y es conocido su papel mecanografiando y ayudando a Jordi Pujol cuando abandonó la cárcel para construir un proyecto político que lo acabó convirtiendo en president, lo que demuestra que el entrentamiento en las bambalinas de la política Marta ya lo tenía hecho cuando llegó a ser primera dama.

Ni Lady Macbeth, ni Claire Underwood

A Marta Ferrusola se la ha comparado más de una vez con Lady Macbeth, sobre todo después de que se descubrieran los delitos fiscales de su marido y los negocios, no siempre claros, de ella y sus hijos mayores. Pero en realidad, Ferrusola nunca actuó en la sombra ni en susurros como hacía la reina inventada por Shakespeare, sino con el consentimiento de su marido, su entorno y el de los medios de comunicación, que reían sus salidas de tono como si fueran chascarrillos sin importancia.

La comparación con la ficción quizás fuera más acertada hacérsela con Claire Underwood, la protagonista de House of Cardssi no fuera porque a la catalana, al contrario que la mujer que interpreta Robin Wright, siempre le ha interesado más el dinero que el poder. "Marta Ferrusola es de la peseta, viene de un sector con una afición enfermiza por el dinero", explicó en Catalunya RàdioCristina Palomar después de que la ya ex primera dama se negara a declarar en 2015 ante la comisión creada en el Parlament de Caraluña para investigar “el fraude y la evasión fiscal y las prácticas de corrupción política” del caso Pujol.

Ferrusola aparece siempre en los relatos televisivos, literarios y periodísticos como una mujer austera y ahorradora, mientras que Pujol, como era sabido por periodistas y personas próximas a su equipo, nunca llavaba dinero encima e incluso pedía a sus escoltas que le pagaran las Coca-Cola. Esa imagen se resquebrajó cuando se supo del dinero de la herencia familia no declarado por Pujol; que había unos papeles firmados por ella en la banca andorrana con el sobrenombre de "la madre superiora"; que el hijo mayor había tenido dos cuentas en Suiza con 26 millones de euros que, según el juez José de la Mata, se habían utilizado para blanquear dinero o cuando el mismo magistrado definió a la familia como una "organización criminal". Marta Ferrusola, irreductible, siguió diciendo que no "tenían un duro" y que sus hijos iban "con una mano delante y otra detrás".

Modelo de mujer catalana, según ella misma

Para llegar al dinero, Marta Ferrusola primero tuvo poder e impunidad, dos corazas protectoras que le construyeron entre todos. Para empezar, y aunque sólo fuera de palabra, Josep Tarradellas, presidente en el exilio que al volver dijo de ella: "La Marta sí que vale". En 1984 llegó otro chute de autoestima: CiU obtiene su primera mayoría absoluta y en la celebración en el balcón del Hotel Majestic, la gente empezó a gritar: "Això es una dona!" (¡Eso es una mujer!). "Para mucha gente soy el modelo de mujer catalana", dijo ella poco después, quizás ya convencida de que Cataluña le debía a su familia mucho más que un agradecimiento por los años de servicio de su marido.

Los medios también hicieron su papel pues durante 16 años, apareció en el programa de radio de Odette Pinto, locutora que la presentaba como "la Senyora". En ese programa, que tuvo varios nombres y se emitió en varias emisoras, la primera dama decía lo que le venía en gana con recomendaciones al estilo de Elena Francis. Amparada en sus creencias –que incluyen el horóspoco, al que es muy aficionada–, Ferrusola atacaba a las parejas no casadas, a los homosexuales, a quienes no hablaban catalán y a los socialistas, a quienes odiaba con todas sus fuerzas porque creía que eran quienes habían orquestado el caso Banca Catalana.

Fue allí donde desmintió que su marido tuviera varias amantes, como se rumoreaba entonces, arguyendo que lo primero para su esposo era Cataluña y que a duras penas tenía tiempo para la familia como para dedicárselo a varias queridas. "Mi marido no es un Supermán", dijo en directo. Ese desahogo , cuenta Cristina Palomar, no sentó bien a un determinado sector de CiU, pero a ella le dio igual y dispuesta a ampliar sus horizontes, se quitó el moño –no el collar de perlas– se aclaró el pelo y cambió de look.

Pero todo eso no era más que la espuma de todas las aguas en las que navegaba Ferrusola, cuya incidencia en la política y en la historia contemporánea de Cataluña es más profunda que unas declaraciones fuera de tono. Por ejemplo, su relación con Enric Puig i Jofra, sacerdote y pedagogo que fundó la Escola Espali de Barcelona y consolidó el sistema de colonias de verano donde se han formado buen parte del espíritu patriótico catalán de miles de niños y adolescentes. En un ámbito menos espiritual y más material, Ferrusola fue quien presentó a su marido a Lluis Prenafeta, el empresario que le compró a Marta la sastrería familia por el increíble precio de 300 millones de pesetas, capital con el que la primera dama despegó como empresaria.

Si a Pujol le parecía mal o bien esa alianza, no se sabe, pero sí que salió beneficiado: "Marta Ferrusola y Lluís Prenafeta consiguen hacer cuajar la idea que cuestionar a Pujol es atacar a Cataluña", dicen Félix Martínez y Jordi Oliveres, autores del libro ¿Quién es Jordi Pujol?

Los negocios de la primera dama

Prenafeta, ex secretario de Presidencia de la Generalitat de Cataluña y hombre de confianza de Pujol, fue condenado en 2018 tras reconocer que había cobrado comisiones de hasta un 4% por mediar en operaciones urbanísticas en el área metropolitana de Barcelona. Es el conocido como caso Pretoria, y los pagos recibidos por Prenafeta se estimaron en 14,9 millones de euros. A Prenafeta y Pujol los presentó Ferrusola. Fue el hombre que metió al hijo mayor de la pareja, Jordi, en el mundo de los negocios, cuando lo contrató en una de sus empresas, Tipel, donde también estaba empleado Artur Mas, que acabó convertido en el sucesor del president.

Pero Marta Ferrusola tenía sus propias aspiraciones empresariales y gracias al nuevo hombre de cnonfianza de su marido pudo hacerlas realidad. Fue él quien le compró la sastrería familiar que había heredado por el increíble precio de 300 millones de pesetas. Ese fue el arranque de la Ferrusola empresaria, la misma de la que se quejaban algunos miembros del equipo de su marido, porque en viajes oficiales en los que acompañab a Pujol aprocechaba para hacer gestiones para su floristería. Un ejemplo son las reuniones que tuvo en Guatemala con un empresario que cultivaba especies de plantas exóticas. Con su empresa, suministró plantas y flores al Barça y a todas las conselleries de la Generalitat que dirigía su marido. Ni una vez de las que le preguntaron le pareció que pudiera haber un conflicto de intereses. Al revés, solía quejarse de que Generalitat pagaba poco y tarde.

Una adopción en el aire

Con Jordi Pujol tuvo siete hijos que crio en un piso de la avenida General Mitre de Barcelona sin ayuda y casi sin marido, pues el presidente catalán dedicaba 24 horas al día a la política. Uno de los episodios menos conocidos de su vida personal es que con sus siete criaturas ya crecidas, quiso adoptar otra en India. Pero su plan no era el normal sino el siguiente: traer una niña a Cataluña, darle la oportunidad de estudiar y formarse y devolverla luego a India para contarlo. Según explicó Palomar, unas monjas la disuadieron de hacerlo y al final, su labor de caridad se redujo a comprar unas vacas a una familia para que saliera adelante.

Quienes la conocen no creen que Ferrusola, que hoy tiene 84 años, sea cínica, sino que está convencida de que ella y sus hijos merecen todo el dinero acumulado porque Cataluña se lo debe. La causa abierta contra todos ellos dice lo contrario y es tan compleja y extensa que seguirá en fase de diligencias hasta 2021 en la Audiencia Nacional porque incluye trámites y peticiones de información a países como Andorra, Luxemburgo, Dubái o Dinamarca.

Una persona que conoce a la familia confirma que Ferrusola no anda bien de salud y que nunca ha comprendido que tanta gente les haya tratado como apestados tras salir a luz el caso Pujol. Tampoco que la prensa, que tanto le rio las gracias, la siguiera por la calles o se apostara en la puerta de la casa de la localidad gerundense de Queralbs donde ha veraneado siempre la familia. Una de sus últimas declaraciones ante una cámara fue un "Váyase a la mierda" que dedicó a un reportero la mujer que siempre contó con los micrófonos para contar su historia, no para que le hicieran preguntas incómodas.

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