Es evidente que en las últimas décadas, el interés de los espectadores, –aunque el ritmo al que la vida digital nos hace consumir ocio casi nos permite sustituir interés por atención– se centra cada vez en estrellas más jóvenes. Los veinteañeros del brat pack que nos deslumbraron hace tres décadas son sustituidos ahora por los niños de Stranger Things, ese magma infantil que se desliza por las alfombras rojas y provoca que mujeres adultas le tiren los tejos a niños de catorce años en público o se sexualice a una niña de apenas doce años.
Hemos pasado de buscar noticias sobre Kris Jenner a hacerlo sobre Kim Kardashian, de Kim nos hemos ido a Kylie Jenner y ahora centramos las miradas en North West, que con seis años es la estrella de los servicios dominicales de sus padres, se maquilla y participa en videoclipsy mientras nos preguntamos dónde están lo servicios sociales y fabulamos con qué cigoto será el ícono de la siguiente generación –¿la A? Sí, echémonos a llorar, ya existe– los miembros de las últimas generaciones (la X, Y y Z, los baby boomers y sus padres y sus abuelos) reconocemos, admiramos y nos solazamos en el talento de una señora de ochenta y cuatro años que le ha conquistado gracias a su participación en dos de los grandes éxitos audiovisuales de los últimos años.
Si Ian McKellen puede jactarse de ser Magneto y Gandalf, Maggie Smith, que acaba de estrenar este fin de semana la película de Downton Abbey puede hacerlo de ser la profesora Minerva McGonagall y la Condesa Viuda de Grantham y su lengua es tan afilada como las garras de Lobezno.También ha sido la madre superiora que tutelaba a Whoopi Goldberg en Sister act,la carabina de Helena Bonhan-Carter en Una habitación vistas, la maravillosa Gunilla Garson Goldber de El Club de las Primeras Esposas,la primera que le enseñó a Sarah Jessica Parker cómo se las gastan en Nueva York, la Muriel Donnely de El exóticoHotel Marigold y la Desdémona de un Otelo que ahora mismo casi seguro no está en la lista de películas favoritas de Justin Trudeau.
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Precisamente ese papel en Otelo junto a Laurence Olivier le proporcionó su primera nominación al Oscar, la primera de seis de las que ha ganado dos, también ha ganado tres Globos de Oro, siete Bafta, cinco premios del Sindicato de Actores, cuatroi Emmys y un Tony.Un botín que deja claro que el reconocimiento de las masas le llegó cerca de los setenta años, pero para los que han seguido su carrera su inmenso talento no era una sorpresa.
Al contrario que muchos de sus compañeros, Smith no proviene de una familia de actores; su madre era secretaria y su padre profesor de patología en Oxford. Nadie en su entorno se dedicaba al mundo del espectáculo, pero ella tuvo muy claro desde siempre hacia dónde quería encaminar sus pasos. A los 16 años comenzó a estudiar actuación en Oxford Playhouse y al año siguiente hizo su debut profesional. Un par de años más tarde estaba en Broadway donde destacó por su don innato para la comedia, tanto que a su vuelta a Londres Laurence Olivier la invitó a unirse a la nueva Compañía Nacional de Teatro de Gran Bretaña. Apenas cuatro años después estaban juntos en Otelo y Hollywood la nominaba a su premio más jugoso.
Aquella no fue su noche, pero la estatuilla tardaría poco en llegar, en 1969, por Los mejores años de Miss Brodie, dirigida por Ronald Neame, cuyo nieto es, casualidad,el productor de Downton Abbey. La historia de la muy poco heterodoxa maestra Jean Brody le proporcionó su primer gran momento de gloria, pero no pudo ir a recoger el premio: ese día estrenaba en una obra de teatro de Inglaterra, La estratagema de Beaux, y Laurence Olivier, que la dirigía, no le permitió asistir, algo que a ella le pareció perfectamente lógico, después de todo le debía su carrera: "Vio algo en mí, afortunadamente, y supongo que corrió un gran riesgo. No sueles poner una comediante ligera en Otelo".
Si el primer Oscar había llegado por un drama, el siguiente, esta vez a la mejor actriz secundaria, llegaría por una comedia, California Suite, en la que, paradójicamente, interpretaba a una actriz que no gana el Oscar. Smith no guarda muy buen recuerdo de aquel rodaje. Aunque no quiere hablar de ello, ha trascendido que sus problemas con el director Herbert Ross obligaron a intervenir a su compañero de rodaje Michael Caine y al autor de la obra, Neil Jordan.Pero al menos esa noche sí que pudo recogerlo, aquel año se impondría una joven norteamericana que estaba nominada por primera vez: Meryl Streep.
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Aunque no se prodiga mucho por las alfombras rojas, fue célebre su paso por los Bafta de 2016 que la convirtieron en una de las invitadas más envidiadas gracias al beso que recibió de Leonardo DiCaprio:“Esa fue una gran emoción para mí, una emoción real porque creo que es un actor excelente. Y lo he estado apoyando y votando por él desde A quién ama Gilbert Grape. Pensé que estaba increíble allí, era tan joven".
Ella también fue joven, lánguida, etérea y sumamente atractiva, como un cuadro de Modigliani, porque aunque en el imaginario colectivo sea como Valle Inclán o Einstein, personas a las que somos incapaces de imaginar sin el pelo blanco y más arrugas que una camisa de lino tras un vuelo intercontinental, Maggie Smith no siempre ha sido una señora anciana.
Sin embargo, para Hollywood, Maggie Smith pasó a ser anciana en un instante. Peggy Ashcroft, de 82 años, había sido la actriz elegida por Steven Spielberg para interpretar a Wendy en Hook –en su juventud era interpretada por Gwyneth Paltrow–, pero su delicado estado de salud, –falleció meses después– hizo que el director abandonase la idea. No obstante, como seguía interesado en que el papel de la nonagenaria recayese en una actriz británica, preguntó en su entorno por Smith. ¿Cuántos años tiene Maggie Smith?Noventa y dos, fue la respuesta del oscarizado diseñador de vestuario Anthony Powell, deseoso de que su amiga estuviese en el equipo. No sabemos la magnitud de la decepción de Spielberg cuando vio llegar a una Maggie de apenas 57 años, pero su solvencia dejó claro lo que su amigo había dicho, Smith podía tener la edad que quisiera. Sólo necesitaba unas extenuantes horas de maquillaje, pero eso la curtió para lo que llegaría años después y provocó que una nueva generación de fans jóvenes le echasen el ojo por primera vez.
A partir de Hook no volvió a ser joven. Como ella misma reconoce, hay una edad en la que no hay apenas papeles para mujeres de mediana edad, pero siempre hay personajes de anciana venerable. Por la grieta que abrió la abuela Wendy se colaron la madre superiora de Sister Act, la Mrs. Medlock de El jardín secreto y la Lavinia Penniman de Washington Square. Sin embargo, a muchos les costaba poner nombre a la actriz que los interpretaba hasta que Warner adaptó la obra más célebre de J.K. Rowling y la autora pidió expresamente a Smith como protagonista.
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Si le preguntas a un fan de Harry Potter cuál es su personaje favorito, es difícil que el nombre dela profesora Minerva McGonagallno salga entre los primeros, ¿los motivos? Variados. El primero que es una amimaga y por ello puede convertirse en gato, –dudamos mucho que Smith considere mejor ser un gato que ella misma, pero puede que sólo de un gato adoremos tanto la displicencia com de Smith–, también es la jefa de la Casa Gryffindor de la que además ha sido directora, es la mentora de Harry, Ron y Hermione y un luchadora infatigable, dura, pero justa.
Hay un detalle de su paso por la saga Harry Potter, a la que llama jocosamente "su pensión", que la hace sentirse especialmente orgullosa, ella insistió a los productores para que contratasen a Daniel Radcliffe, con quien había trabajado en David Copperfield.
El reconocimiento de la crítica le llegó pronto, pero el masivo llegó tarde en la vida. Tenía 67 años cuando la primera película de Harry Potter arrasó las taquillas del mundo y tenía unos 70 años cuando Downton Abbey se emitió por primera vez. "Después de todos estos años, soy más conocida por Harry Potter y Downton que cualquier otra cosa que haya hecho", declaró, "esto demuestra que siempre tienes que estar preparado para cualquier cosa".
Este descubrimiento tardío le ha permitido tomarse con calma el afecto de las masas, pero aun así considera intrusivo que cualquier crea que puede simplemente sacarle una fotosi se la encuentra en el supermercado. "No voy a lugares y si lo hago, casi siempre tengo que tener un amigo", dijo en una entrevista al Telegraph. "Es muy difícil cuando estás solo porque no tienes escapatoria… ¿qué hacen, estas grandes estrellas de cine? ¿Qué demonios hacen? Quizás nunca salgan ". A ella que ha vivido casi siete décadas ajena al ruido mediático le aturde aunque también le fascina que la gente repita sus frases ante ella, "¿Qué es un fin de semana?", escucha día tras día. Hay muchas, pero esa es la favorita de los fans, para su pasmo. ¿Qué tiene de gracioso? se pregunta, aunque lo sabe perfectamente. Hay mucho de Violet en ella misma: "desafortunadamente me viene como anillo al dedo", ha reconocido. La Condesa Viuda es tal como nos gusta imaginarnos a Smith, irónica y afilada, pero también alguien que sabe cuando tiene que ser comprensiva con una nieta atribulada o cuando debe reconocer que la suya no es la mejor rosa del concurso.
El creador de Downton Abbey, Julian Fellowes, se enamoró de ella cuando era adolescente tras verla en Otelo: "No puedo decirte lo fascinante que era", declaró. “Ella tenía una inocencia extraordinaria que realmente te hacía llorar. Ya había visto bastante de Shakespeare entonces, y Dios sabe que he visto suficiente desde entonces, pero no puedo recordar una actuación más conmovedora que la suya. Y me persiguió después ”. Para ella escribió a la clasista Condesa de Trentham de Gosford Park y cuando se planteó la posibilidad de hacer un spin-off de la película de Altman, tenía claro que ella iba a tener un papel central. Que al final ese proyecto se transformarse en Downton Abbeyno cambió su idea: para él no había nadie más que pudiese ser la Condesa Viuda.
“Es maravilloso escribir para Maggie porque siempre lo entiende. Ella entiende por qué la línea es divertida. Ella entiende por qué la escena se está moviendo. Ella entiende por qué el discurso te hará llorar a pesar de que no se trata de lo que están hablando. Nunca tienes que explicarle nada de eso, ella realmente lo entiende.”, se extiende el guionista. No es el único halago que ha recibido de sus colegas.
"Ella es la única actriz con la que he trabajado que me hizo arruinar una escena al hacerme reír a carcajadas", contó George Cukor con el que coincidió en Viajes con mi tía,y eso viniendo del responsable de Historias de Filadelfia, La costilla de Adán y My fair lady es un halago superlativo. Y cuentan que cuando poco antes de su muerte le preguntaron a un anciano Sir John Gielgud, el más grande de los actores británicos, qué le haría feliz, dijo que ver por última vez a Maggie Smith. Tal vez sea parte de la leyenda, pero revelaría el buen gusto de Gielgud.
A Smith, y ese es un rasgo que comparte con gran parte de los papeles que ha representado, no le gustamostrar sus sentimientos y revelar sus debilidades, pero en su vida, además de éxito y halagos, también ha habido momentos duros. Como cuando le diagnosticaron la enfermedad de Graves, una disfunción tiroidea que también es responsable de su peculiar mirada o cuando le detectaron un cancer durante el rodaje de Harry Potter. “Estaba sin pelo. No tuve problemas para ponerme la peluca. Yo era como un huevo hervido", cuenta con buen humor. Lo peor fue combinar la quimioterapia con las largas sesiones de trabajo, "la quimioterapia te hace sentir mucho peor que el cáncer en sí, te sientes terriblemente enfermo. Me estaba aferrando a las barandillas, pensando "no puedo hacer esto".
Su vida sentimental también tiene espinas. Conoció a su gran amor, el dramaturgo, Beverley Cross cuando tenía 18 años. Él le pidió matrimonio, pero resulta que ya estaba casado y mientras esperaba su divorcio, se enamoró del actor Robert Stephens con quien acabó casándose a pesar de los intentos de sus amigos por disuadirla. "Incluso Larry (Laurence Olivier) trató de persuadirlo para que no se acercara a mí, así que tal vez fui yo quien fue vista como una loca". Ella tardó en ser consciente de los problemas de su marido con la bebiday de su inestabilidad mental que incluso le llevó a intentar suicidarse mientras mientras interpretaba el papel principal en La vida privada de Sherlock Holmes de Billy Wilder. Tuvieron dos hijos en común y finalmente se separaron y ella, por fin, se casó con Beverley, el que fue hasta su muerte en 1998 el gran amor de su vida y cuya ausencia todavía lamenta“Dicen que con el tiempo mejora, pero sólo es diferente. De día, entre la multitud, se te olvida por qué estás sola, pero luego vuelve ese silencio ensordecedor”.
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Tiene reputación de díficil en el trabajo y ella misma ha admitido que hay momentos en que puede ser un poco sarcástica, aunque sigue intentando comportarse como Judi Dench de quién es amiga desde hace cincuenta años. “Nunca funciona. Judi tiene una calma maravillosa, es muy envidiable". La química entre ellas es uno de los tesoros que esconde el documental Nothing Like a Dame en el que Smith, Eileen Atkins, Judi Dench y Joan Plowright desgranan los secretos de la escena británica de los últimos años y que nos permite descubrir que es tal como la imaginamos: rápida, sarcástica, pero también tierna, aunque ni siquiera la ternura le hace sacrificar un buen chiste.
El humor es capital en su vida y sólo podemos envidiar no poder asistir a una de sus tardes en compañía de otro genio que sabe lo que es el reconocimiento tardío y la adoración del fandon juvenil, sir Ian Mckellen, que se transformó en ella en un hilarante sketch del Saturday Night Live.
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A Maggie Smith le ha llegado el reconocimiento del público en un momento de reivindicación de las grandes señoras. Ahí están Judi Dench, jefaza dentro y fuera de los platós con su papel de M en la saga Bond,–y la agenda más cargada de Hollywood, algo de lo que se mofan sus amigas, no sin cierta envida en Nothing like a dame–; Helen Mirren de 74 años, que en breve llevará sobre sus hombros el peso de Catalina la Grande, o Dianna Rigg, la mujer de la que se enamoró Bond y se enfundó en el mono más sexy de los setenta, que se convirtió en uno de los personajes más idolatrados de Juego de tronos gracias a su Olenna Tyrrel. “Dile a Cersei, quiero que sepa que fui yo”tiene un hueco en el corazón de los fans a la altura de "El norte recuerda" o "Vuelve el invierno".
Ella tiene una opinión sobre ello. “Creo que es porque muchos adultos quieren películas para adultos y sobre adultos. Me parece que hay una especie de cambio en lo que el público quiere ver. Solo puedo esperar que eso sea correcto porque ahora hay muchísima gente de mi edad y superamos en número a los demás. No creo que se hayan hecho muchas películas sobre personas mayores. Pienso en Cocoon y Paseando a Miss Daisy y siempre parecen tener bastante éxito, por lo que es un poco desconcertante que se sigue intentando tratar a todo el mundo como si tuviera cinco años.”
Sabemos que Maggie Smith ve las películas de Leonardo DiCaprio y también que no ve las suyas, tampoco ve sus series de televisión, de Donwton Abbey sólo ha visto los clips promocionales que se emiten en las ceremonias de premios. No quiere verlas porque sabe que al contrario que en el teatro al día siguiente no podrá tratar de mejorar su interpretación y también porque no soporta ir al cine porque no tolera que la gente coma palomitas a su alrededor. Violet Crowley asentiría satisfecha.
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