Los padres de Ana Obregón: del éxito inmobiliario al sufrimiento por la pérdida de su nieto Álex

El pasado 14 de mayo el corazón de la familia García Obregón se partía en dos. Álex Lequio, hijo de Ana Obregón (65) y Alessandro Lequio (60), fallecía en una clínica de Barcelona después de dos años de lucha contra el cáncer. El joven, de 27 años, dejaba rotos de dolor a sus padres pero también al resto de la familia de la actriz y bióloga. Unos de los más afectados por esta pérdida han sido sin duda los abuelos de Álex, Antonio García y Ana María Obregón, que por su avanzada edad –ambos pasan de los 90 años– ni siquiera pudieron despedirse de su querido nieto ya que España estaba sumida en ese momento en el estado de alarma por la crisis sanitaria del coronavirus. Este martes, Ana y Alessandro rendirán tributo a su vástago en un funeral familiar que se celebrará a las ocho de la tarde en la parroquia de Nuestra Señora de la Moraleja, en Madrid, muy cerca de la vivienda en la que siempre ha residido toda la familia.

La exclusiva urbanización del norte de la capital ha sido el punto de reunión de los García Obregón desde hace más de cuarenta años. Antonio García Fernández (94), patriarca de la familia, nació en Madrid en 1926 y desde que era apenas un adolescente tuvo claro que solo con trabajo y esfuerzo podría llegar lejos. Con 13 años, poco después de haber terminado la Guerra Civil, un joven Antonio empezó a trabajar en una tienda del centro de la ciudad barriendo, fregando y llevando la cesta de los pedidos a los clientes. Cuando terminaba de trabajar, ya entrada la noche, se dedicaba a estudiar para sacarse el título de delineante proyectista. Y lo hizo con matrícula de honor y empezó a trabajar como calcador.

Con 22 años terminó la carrera de Aparejador como número uno de toda España y se hizo arquitecto técnico porque él nunca se conformó con ser el chico de los recados. Además de trabajar y estudiar, a Antonio aún le quedaba tiempo para practicar su afición favorita desde niño: la natación. Llegó a ser campeón de España de Natación (en braza) y hasta le seleccionaron para los Juegos Olímpicos de Londres en 1948. Hasta hace unos años, el empresario y constructor seguía nadando varios kilómetros en su casa madrileña.

Su gran éxito: La Moraleja

Nada más terminar sus estudios conoció a la que sería el amor de su vida, Ana María Obregón Navarro. Hija única de Carmen Rubio Arrabal y del conocido empresario Juan Obregón Toledo, Ana María era una joven coqueta e inteligente que enamoró a Antonio nada más encontrarse. Se casaron poco después y el suegro de Antonio le ayudó a montar su primera inmobiliaria colaborando con el cincuenta por ciento de la sociedad. “Me casé y fundé Jotsa, que es una sociedad familiar: el cincuenta por ciento de mi suegro y el otro cincuenta por ciento, mío, y mi mujer, que es la secretaria del consejo”, explicaba antes de jubilarse en una entrevista con el diario ABC.

Su gran momento le llegaba en 1969 cuando el conde los Gaitanes, buen amigo de Antonio, le ofreció la compra del 95% de las acciones de Niesa propietaria de los terrenos de lo que hoy es La Moraleja. A mediados del siglo XX, se trataba de un finca privada de más de 1.000 hectáreas que pertenecía a José Luis de Ussía y Cubas, conde los Gaitanes, amigo de don Juan de Borbón. Los terrenos habían sido utilizados por Carlos III como coto de caza e incluso Francisco Franco había estado allí para llevar a cabo esa afición en más de una ocasión. “Por su elevado coste, opté por asumir la compra en nombre de la sociedad Prosa con la compañía belga Tractebel y la española Vías y Construcciones. La operación rondó los 700 millones de pesetas (unos 4,2 millones de euros). Teníamos muy claro que era la ubicación perfecta porque el desarrollo de la capital miraría al norte", explicaba el constructor a El Mundo en 2011.

Con los terrenos en su cartera, Antonio tuvo clara la estrategia comercial que debían seguir. “Había que vender a buen precio para financiar todas las obras de urbanización. En 1975-76 todas las parcelas tenían ya dueño y había liquidez más que suficiente para ejecutar el proyecto. El precio del metro cuadrado más barato se comercializó a 600 pesetas (3,6 euros) y el más caro, alrededor del actual campo de golf, a 2.500 (15 euros). Es decir, parcelas que se adquirieron por alrededor de seis millones de pesetas ahora valen 150 o 200”, explicaba entonces. “Quisimos crear una urbanización inspirándonos en los pueblos castellanos, con curvas y no con calles rectas como hacen los americanos. Tuvimos claro que había que crear un gran pueblo para la clase media y alta madrileña y de toda España”. El éxito fue rotundo y Antonio optó por quedarse con una gran parcela para construir una casa para cada uno de sus cinco hijos y para el matrimonio y así tenerlos siempre cerca.

El sueño del constructor se cumplió con creces y construyeron la urbanización más importante de España a la que solo se le asemeja Sotogrande en Cádiz. Cuenta con más de mil parcelas con chalés, 400 unifamiliares, 25 colegios y un club de tenis y otro de golf, entre sus múltiples dotaciones. En ella viven las familias más adineradas y de mejor estatus de Madrid, pero también futbolistas y actores que ven en La Moraleja un lugar tranquilo y alejado de miradas indiscretas. Con sus 700 hectáreas es cinco veces mayor que el Principado de Mónaco y “donde hace más de cuatro décadas había un bosque de caza fantástico, hoy podemos decir que La Moraleja tiene el doble de vegetación. Cada propietario de parcela tuvo la obligación de plantar el doble de árboles de los que tenía en su adquisición”.

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Los veranos más felices en Mallorca

Ana María siempre estuvo a su lado en un discreto segundo plano ocupándose de cuidar a sus cinco hijos. Los veranos los pasaban en su casa de la Costa de los Pinos de Mallorca, donde hoy siguen veraneando junto a sus hijos y sus nietos. Constancia, disciplina y orden fueron las máximas de Antonio hasta su jubilación. Para él siempre ha sido fundamental enseñar a sus hijos que lo más importante en la vida es el esfuerzo y el trabajo duro, y ellos le han respondido huyendo de la etiqueta de niños de papá. Nombró a sus cinco hijos (Ana, Celia, Amalia, Javier y Antonio) vocales del consejo de Administración de su empresa. Celia hoy preside el entramado empresarial de la familia

Aceptó que Ana fuera actriz

Aunque al principio a Antonio no le hizo demasiada gracia que su hija Ana quisiera ser actriz (cabe recordar que además Ana se sacó la carrera de Biología), tardó poco en aceptarlo porque sabía que la testarudez de la joven le llevaría a hacerlo con o sin su consentimiento. “Al principio lo llevaba bastante mal, pero como empresario y como trabajador de toda la vida soy muy realista, y he visto que no había nada que hacer. Entonces, era mucho más fácil el ayudar a mis hijas en el camino que habían emprendido que el enfrentarse con ellas. Porque si no, corría el riesgo de perderlas. No me disgusta que me conozcan ya como el padre de Ana García Obregón, al contrario, en cierta forma me alegro del éxito de mis hijos en el camino que han emprendido”. Sólo hubo un momento en el que le dijo a su hija que no quería saber nada de su vida amorosa: cuando Ana salió con Darek, al que sus padres no llegaron a conocer.

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Problemas económicos y de salud

No todo ha sido un camino de rosas en la familia García Obregón. La crisis económica del año 2011 también les afectó en sus negocios. Tuvieron que cerrar Jotsa y en 2015 vendieron el cuadro Las tres hermanas de la playa de Joaquín Sorolla en una subasta en Sotheby’s, en Londres. Se quedaron con Niesa Nueva Inmobiliaria (que hoy preside su hija Celia y que afrontó una suspensión de pagos en 2018 y poco después dijo adiós a sus problemas económicos) y Promotorados y con ella llevaron a cabo varias promociones de viviendas importantes en El Molar y en San Agustín de Guadalix.

Los problemas de salud de Antonio y Ana María tienen en vilo a sus hijos en los últimos años. Antonio sufría una aparatosa caída en el año 2016 en su casa de La Moraleja y en 2017 tenía que ser intervenido por una infección renal. “Querido papá, doy gracias por poder celebrar todos juntos tus 94 años. Eres y siempre serás mi brújula en la vida. Te quiero infinito jovencito”, escribía en su redes sociales Ana el pasado mes de febrero para felicitar a su padre en su 94 cumpleaños. En 2018, según publicaba El Español, los padres de Ana se mudaban a un piso en el centro de Madrid para estar más cómodos y no tener que subir y bajar escaleras como en su casa de La Moraleja.

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Uno de los peores momentos de Ana y sus hermanos fue en septiembre de 2015 cuando la matriarca de la familia sufrió un ictus mientras se encontraba disfrutando de los últimos días del verano en Mallorca. Ana María pasó más de veinte días en la Clínica Rotger de Palma de Mallorca y necesitó atención médica durante varios meses. Un susto del que afortunadamente salió sin secuelas físicas.

La madre de Ana siempre ha sido su gran compañera y confidente en cada situación que ha vivido la actriz a nivel profesional y personal. Fue su gran apoyo en sus inicios en el mundo de la interpretación, juntas asistían a desfiles y fiestas de la alta sociedad, pero también fue su refugio en los peores momentos como tras su separación de Alessandro Lequio o durante los primeros meses de la enfermedad de Aless. Ana María y sus hermanas Celia y Amalia son su punto de referencia, su timón y su hombro sobre el que llorar en los momentos más tristes. En estas últimas semanas, las hermanas de Ana han estado muy pendientes tanto de ella como de sus padres, que como era de esperar están muy tristes por la pérdida de su adorado nieto.

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