Jeff Bezos abandona el timón de Amazon. Deja el puesto de director ejecutivo en plena expansión de la compañía, que acaba de superar por primera vez los 105.000 millones de euros en ingresos en sólo tres meses. “No es una jubilación”, advierte en su carta de despedida, sino la búsqueda de un legado.
Porque Bezos, el primero hombre que consiguió una fortuna personal valorada en más de 200.000 millones de dólares (166.000 millones de euros, más o menos el PIB de Nueva Zelanda), está siguiendo pasos parecidos a los que Bill Gates tomó hace 20 años, cuando abandonó el timón de Microsoft para dedicarse a sus pasiones: la filantropía y la meta de vacunar a todo el planeta junto a su mujer, Melinda Gates. Bezos es mayor (cumplió 57 años hace un mes) de lo que era Gates cuando dejó la dirección de Microsoft a los 45 años, pero tiene similares garantías a las de su predecesor en la lista de más ricos del mundo (Gates lo fue hasta bien entrado 2017, cuando Bezos le arrebató el puesto por primera vez). Para empezar, es improbable que la posición dominante de Amazon como gran almacén planetario a domicilio y empresa de servicios de Internet se tuerza en los próximos años. Y su presencia como presidente en la junta bastará para calmar las dudas (la noticia de su retirada vino acompañada por una leve caída del 1% en las acciones).
También ha quedado claro que Bezos lleva planteando este paso al menos un año: fue en febrero del año pasado cuando el cienmilmillonario, ya divorciado de Mackenzie Scott, con quien mantiene una excelente relación, adquirió la mansión Warner en Beverly Hills. La compra, la más cara de la historia de Los Angeles, supuso un desembolso de más de 135 millones de euros, por una mansión de los años treinta construida a medida y con exquisito lujo para Jack L. Warner, uno de los Warner Bros. de la edad dorada de Hollywood. La finca, de 38.000 metros cuadrados, había pertenecido a otro magnate, David Geffen. Cuenta con campo de golf propio de 9 hoyos, piscinas, pistas de tenis, tres saunas, dos casas para invitados, un aparcamiento con su propio taller y gasolinera, y en AD la consideran una de las mansiones más bellas de Beverly Hills:
La joya de la finca es esa mansión de estilo georgiano (y antes español colonial) construida sobre 1.625 metros cuadrados, que fue durante décadas la encarnación de la magia de Hollywood. En una fiesta cualquiera a finales de los años treinta, Warner era capaz de reunir a Olivia de Havilland, Errol Flynn o Howard Hugues en su imponente mansión, que construyó paso a paso durante más de una década, hasta finalizarla en 1937. Cuenta con un hall de película de dos plantas rematado por lámparas de araña, dormitorios con maderas del siglo XVIII y una colección de antigüedades inagotable.
También se da el caso de que Warner reconstruyó esa casa para olvidar su primer matrimonio fallido y tener un nuevo hogar con su segunda esposa, Ann Page, con la que se mudó un año después de casarse. Algo digno de mención porque en la finca Warner es donde Bezos tiene hecho su plan de vida con la periodista Lauren Sánchez, por la que dejó a Mackenzie y con la que se prometió más o menos cuando compró la casa.
Es el plan perfecto: dejar el día a día (que siempre incluye dormir ocho horas y desayunar con calma, quizás las dos lecciones del millonario con las que más nos podemos identificar) de Amazon en manos de Andy Jassy, mudarse al nidito de amor, casarse dentro de unos meses y dedicarse a sus aficiones. A las que también está alimentando con su fortuna desde que empezó a planear su nueva vida: ese mismo febrero de 2020, Bezos compró por 75 millones de euros unas propiedades de Paul Allen, el fallecido cofundador de Microsoft.
En concreto, las instalaciones de exploración submarina que tenía Allen, a quien nada le gustaba más que recorrer el fondo oceánico en busca de naufragios. Es una afición que también tiene Bezos, a quien pocas cosas le gustan más que planear expediciones para buscar restos naufragados. Aunque, en su caso, lo que busca no son galeones ni titanics, sino los restos de naves de la NASA sumergidos en el océano.
Porque la pasión por la exploración espacial también es uno de los motivos para que haya abandonado el timón de Amazon. Bezos fue el primero de los dos hombres más ricos del mundo en la actualidad en iniciar una compañía de exploración espacial, Blue Origin. Pero que ahora mismo tiene un importante retraso sobre los cohetes Space X del otro hombre más rico del planeta: Elon Musk. En su carta, Bezos hablaba de darle un impulso a Blue Origin, entre otras iniciativas (que incluyen el Washington Post, sus dos fondos filantrópicos de reciente creación, una cartera de capital riesgo para innovación llamada Bezos Expeditions con intereses en una docena larga de startups, y una iniciativa contra el cambio climático).
Y, por supuesto, sigue con su meta de mantener Amazon en estado de “constante innovación”. El nombramiento de Jassy es significativo: es cierto que Jassy llevaba años señalado como el posible heredero de Bezos, pero es más interesante saber de dónde viene: de la parte de servicios en la nube de Amazon, que supone para la compañía casi la mitad del beneficio anual, y con la que mantiene un pulso junto a los otros tres grandes tecnológicas: Google, Microsof y Apple. Que Bezos ahora quiera más tiempo para sus cosas no significa que nuestro mañana, como pasó con Microsoft desde que se fue Gates hasta 2007, no vaya a estar dominado por Amazon.
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