Ernesto de Hannover fue sentenciado en marzo a pena de 10 meses de prisión, a cumplir en libertad condicional; y de vida abstemia, entre otras obligaciones. Para lo último, y para fortalecer su maltrecho físico, el noble austríaco decidió ingresar en un centro de rehabilitación en Aultassee, un espectacular resort de lujo al pie de un lago entre montañas. Y a una hora y media en coche de la casa de Grünau donde tuvo los episodios que le han llevado a esta situación.
El aristócrata ingresó por voluntad propia a finales de junio en un centro cuyos tratamientos y estancias salen por unos 5.000 euros semanales. Allí, espera aumentar de peso –dijo a una periodista de una televisión alemana que había llegado a pesar tan solo 43 kilos "por el estrés", una cifra minúscula para alguien de más de 1,80 metros– y encontrar la manera de superar sus problemas y cumplir con las órdenes del juez.
Sin embargo, parece que le cuesta entender el concepto de que los 10 meses sin alcohol tengan que ser seguidos. La revista alemana Bunte señalaba que ya al segundo día de tratamiento había protagonizado varias escapadas desde el resort de la cadena Vivamayr (famosa por la rehabilitación de los a su vez famosos) en busca de jarras de cerveza en los hoteles cercanos.
Una estampa que este fin de semana ha protagonizado también en Ibiza, donde se le ha podido en chiringuitos playeros, lejos de los purgantes y las terapias. Y de los preparados dietéticos que también se ha saltado en la propia Austria, en busca de tarta y otros manjares. El noble, de 67 años, se jugaba tres años de prisión en su última sentencia, que fueron rebajados a una pena en libertad condicional siempre que respetase las normas que le impuso el juez.
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