Julio Anguita y María Agustina Martín Caño se conocieron en 2003 cuando ambos eran profesores del Instituto de Secundaria Blas Infante de Córdoba. Ella daba clases de Inglés; él, de Historia. Retomaba su profesión tras abandonar la primera línea política y se enamoró. Cuatro años después, el 17 de marzo de 2007, los casó en el Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo su alcalde, el popular Javier Iglesias, en una ceremonia con muy pocos invitados y con carácter privado a petición del novio que quería proteger su intimidad de miradas indiscretas. Con sus familiares y amigos más cercanos, los recién casados celebraron su unión en un hotel del casco histórico de la localidad salmantina de donde es natural la ahora viuda del ex coordinador general de IU, ex secretario general del PCE, ex alcalde de su ciudad, Córdoba, y uno de los grandes referentes de la izquierda de nuestro país. Ella había estado casada dos veces antes de dar el ‘sí, quiero’ al califa. Experta en Europa y nuevas tecnologías, con él ha vivido sus últimos años en Córdoba. También estos últimos meses de confinamiento. En su casa cordobesa sufrió el fin de semana pasado su última parada caríaca. Lo trasladaron al Hospital Universitario Reina Sofía de la ciudad andaluza para ingresarlo en la UCI donde ha fallecido este sábado a los 78 años.
Cuando se casaron él tenía 66 años (ella, 53) y ya sabía lo que era el matrimonio. Su primera boda fue bastante diferente, por la iglesia “como mandaba la época”, contaba su exmujer Antonia Parrado Rojas a El Mundo en 2015 cuando la que fue teniente alcalde del Ayuntamiento cordobés -después de del divorcio de la pareja- decidía volver a la política presentándose como candidata e IU-Ahora en Común por Córdoba para el Congreso. Ella, como Anguita, estudió Magisterio gracias al mucho esfuerzo de sus padres. Nacida en Bujalance, fue directora de colegio e inspectora de Educación ya siendo filóloga y antes de entrar en política. Entre todo esto tuvieron a sus tres hijos, Ana, Juan Antonio y Julio, periodista fallecido en 2003 mientras cubría la guerra de Irak, uno de los golpes más duros de la familia."Gracias a él no le temo a la muerte. No quiero decir con ello que tenga un sentido trascendente de la vida ni que me vaya a encontrarme con él. Pero si él ya ha dado ese paso, no me importará seguirle", expresaría su padre tras la pérdida.
Él era el mayor de los tres (nació en 1971) y quiso estudiar periodismo en la Complutense. En 1990 publicó su primer reportaje en el Diario de Córdoba donde continuó un tiempo hasta llegar a la redacción de El Mundo para quien siguió escribiendo cuando se trasladó como corresponsal a Nueva York desde donde se preparó para cubrir la guerra de Irak, desde el 21 de marzo al fatídico 7 de abril que sus padres nunca olvidarían. Ni sus hermanos.
Ana, psicóloga especializada en prevención de drogas, escribía en Julio Anguita Parrado. Batalla sin Medalla, palabras que recogía en un especial publicado tras el fallecimiento por el diario El Mundo, que el apellido Anguita lo habían llevado ellos “para mi hermano era un lastre; Julio quería saber que estaba en los sitios por él mismo”. “En Córdoba tiene sus raíces, su casa, sus padres. Pero a veces es mucho más importante el lugar que eliges. Tu ciudad es la que eliges. Por eso, Nueva York es su ciudad. Allí pudo ser él en muchos aspectos, y se encontró muchas cosas. Yo lo siento mucho de Nueva York, aunque claro que decía: ‘Algún día volveré aquí”.
El ‘califa’ tuvo una nieta, Sara, y una hija más, Carmen, que nació en 1991 en Córdoba fruto de su relación con Juana Molina una compañera de partido con la que, sin embargo, no llegó a casarse.
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