Si hacemos caso a los fans del kratom parece un remedio para todo: calma los nervios, favorece el descanso, también puede usarse para conseguir energía y concentrarse mejor, es eficaz contra el dolor, reduce el apetito… En Estados Unidos se calcula que 16 millones de personas ya son consumidoras habituales de las hojas de Mitragyna speciosa (el nombre técnico del kratom) y las usan para hacerse infusiones de forma habitual, no porque sepa bien, sino para mejorar su estado de ánimo. ¿Pero qué sabemos en realidad de esta planta? ¿Es seguro consumirla de la forma en la que se está haciendo?
Qué es el kratom y por qué es polémico
El secreto del éxito del kratom se encuentra en que contiene un ingrediente psicoactivo, la mitraginina, que tiene efectos en el cerebro similares a los que producen los opioides, lo que explica por qué, de alguna forma, ayuda a combatir problemas como el dolor, la ansiedad o el bajo estado de ánimo.
La Universidad de Medicina Johns Hopkins publicó este mismo año un informe sobre el kratom en el que afirmaba que podría ser una alternativa menos adictiva que los opioides para tratar este tipo de problemas, lo que parece darle la razón a sus consumidores. Pero esta misma institución también advirtió de que no existen estudios científicos serios sobre si es seguro consumirla, en qué cantidad o en qué formato hay que tomarla y si realmente es capaz de hacer todo lo que publicita que hace.
Mientras las autoridades científicas deciden si merece la pena explorar al kratom como una terapia a tener en cuenta, la realidad es que en Estados Unidos el consumo crece entre todo tipo de personas (desde gente que la añade al té de la mañana como sustituto de la cafeína a pacientes que lo ingieren en extracto y cápsulas para tratar el dolor crónico), sin control médico ninguno y basándose en la publicidad y el boca oreja.
Un aumento de consumo que mueve 130 millones de dólares al año y que disparó las alarmas de la DEA estadounidense que intentó en 2016 prohibir el kratom como ya lo han hecho países como Vietnam, Australia y Dinamarca. ¿El motivo? El argumento de la DEA es que el kratom, al actuar como un opioide, se puede usar para fines recreativos. Pero hay más: si se combina con otras sustancias puede poner en peligro la vida del consumidor y la DEA también apunta a que se han descrito casos de adicción al kratom.
De momento, los análisis de laboratorio muestran que el kratom es 1000 veces menos adictivo que los opioides, pero eso no significa que sea inocuo. Si se toma adulterado (como es posible que pase al comprarse vía internet y no ser considerado un fármaco sino un suplemento nutricional que se vende sin controles exhaustivos) puede provocar efectos adversos, e incluso sin adulterar se han descrito efectos secundarios además de interacciones con medicaciones como antihistamínicos para la alergia y benzodiazepinas (usadas contra la ansiedad). Además, tampoco se lleva bien con la cafeína ni el alcohol.
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