John Snow, el anestesista de la reina Victoria conocido como ‘el padre de la epidemiología moderna’

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Estos días, decenas de epidemiólogos de todo el mundo comparten sus teorías sobre la evolución del virus Covid-19 y lo que podemos hacer (o no) para controlarlo. Unas teorías aún difusas, debido a que nos encontramos ante una situación excepcional. Ante esta situación, medios como la revista Time han recuperado los descubrimientos de John Snow,pionero en este tipo de estudios, que hace poco menos de dos siglos arrojó luz sobre la forma de expandirse del cóleraal relacionar las enfermedades con la geografía, una técnica que le llevó a encontrar las causas y posibles soluciones.

Además de ser epidemiólogo, John Snow tuvo otro trabajo digno de recordar. Fue el doctor que estuvo junto a la reina Victoria cuando dio a luz a su octavo hijo, el príncipe Leopoldo en 1853, y a su hija la princesa Beatrice en 1857. El papel que desempeñó en el parto fue el de anestesista, una práctica que no estaba lo suficientemente extendida en la época y que consiguió divulgar tras esa hazaña. Además, la reina le agradeció y reconoció su gran trabajo a la hora de proporcionarle un parto sin dolor –gracias al uso del cloroformo–, otorgándole el título de Sir.

Pero su escalada hasta llegar a servir a la reina Victoria no fue fácil. Snow no procedía de una familia noble o adinerada, un punto a favor para su carrera profesional que le aportó una perspectiva médica diferente a la extendida en la época. Nació en la ciudad de York, Inglaterra, en 1813, en un hogar modesto. Fue el primer hijo de Francis y William Snow, que se encargaron de brindarle la mejor educación que su bolsillo les permitió. Cuando solo tenía 14 años consiguió que un reconocido cirujano y farmacéutico, William Hardcastle, accediera a formarle. Cinco años después empezaría su aventura en solitario.

Esos orígenes no-nobiliarios fueron los que permitieron a Snow ver con claridad la mentira que había en una de las creencias más extendidas de la época: que la gente pobre moría por sus fallas morales. Los médicos de familias privilegiadas culpaban de las enfermedades a las personas con menos recursos y a sus hábitos. Así Snow dedicó su vida a encontrar las causas verdaderas de la expansión de las enfermedades y llegó a concluir que la gente moría debido a las sustancias contaminadas.

Sus primeros contactos con el cólera, una enfermedad cuyo origen se cree que está en la India, fueron durante su formación y al terminarla. La enfermedad llegó a Reino Unido en 1831 y, gracias a su experiencia con enfermos mineros en los pueblos de Killingsworth y Newcastle, pudo comprobar que la enfermedad se originaba por causas estomacales, no por la respiración como se creía. Al descubrir que el origen era el sistema digestivo, Snow dedujo de forma acertada que se propagaba al beber agua contaminada o comer con las manos sucias.

Snow compaginaba sus tareas en Buckingham con sus estudios de campo en las calles. Su curiosidad por saber cómo y por qué se transmitía la enfermedad le llevó a utilizar mapas, en los que marcaba el transcurso de la enfermedad, una forma de investigación moderna y pionera. Con ellos estudiaba la expansión de las enfermedades y buscaba las soluciones.

Esa tarea le fue posible gracias al hecho de que unos 70 años antes, en 1765, había comenzado en Londres la tarea de numeración de las calles, que estaba directamente relacionada con el recuento de las muertes. Así, el sistema permitía realizar un recuento veraz del número de personas fallecidas y la razón de la defunción. Pero no solo eso, sino que también quedaba registrado el lugar de residencia, un parámetro crucial para la medicina.

En 1854 la enfermedad llega al barrio del Soho, en Londres, en forma de un agresivo brote que se llevó por delante la vida de cientos de personas. En ese momento, Snow estaba inmerso en su investigación sobre la relación que tenía la contaminación del agua con el cólera. Tuvo la suerte, además, de vivir en una de las calles del mismo barrio en el que se originó, muy cercana al epicentro.

A raíz del gran brote, el médico compró un mapa del barrio e inició una ardua tarea de investigación. Fue anotando las muertes producidas por cólera en el mes de septiembre, tras visitar de cada edificio del área afectada y contrastar los datos con los registros disponibles. Le ayudó a recabar información el párroco Henry Whitehead. Anotaron las defunciones mediante líneas negras y el resultado fue esclarecedor: la mayor parte de las muertes se situaban en la calle Broad Street y sus proximidades. Gracias a la relación previa que había descubierto entre la enfermedad y las aguas contaminadas, Snow marcó en el mapa los pozos de agua de la zona y esclareció que las muertes giraban en torno a la bomba de agua que había en Broad Street.

Pero la cuestión no acababa ahí. Había algunos edificios en el foco de la enfermedad que se habían salvado de los contagios, como un taller de 500 trabajadores o alguna destilería. Descubrió que la razón era que contaban con sus propios pozos. La anomalía también ocurría en el sentido contrario, había víctimas cuyos hogares estaban lejanos a la fuente, que fallecieron por beber agua cuando pasaban por delante de la fuente en sus rutinas diarias. Los familiares de los difuntos confesaron que solían beber de la bomba de agua de Broad Street porque consideraban que su agua estaba más limpia, incluso los niños bebían de ella de camino al colegio.

Los problemas de salubridad eran bastante graves y Snow, aunque sufrió el rechazo de sus teorías por parte de la comunidad médica, permaneció fiel a su creencia de que el agua contaminada era la causa de la enfermedad. Pero, ¿cómo llegaba la contaminación?

La razón de que la bomba de agua de Broad Street estuviera contaminada era que las deposiciones de la población solían almacenarse en pozos ciegos o incluso en tanques en el exterior que no estaban bien acondicionados y a menudo se producían filtraciones. Muchos de ellos estaban conectados incluso con el Támesis, imposibilitando el uso de su agua para las personas. Las aguas residuales procedentes de esos depósitos habían llegado hasta el pozo de Broad Street y las bacterias de los restos habían contaminado el agua. Aunque en esa época todavía no se sabía que la enfermedad estaba causada por microorganismos, este descubrimiento fue un gran avance.

A Snow le sirvió para reunir todas sus pruebas y pedir encarecidamente el cierre de la bomba de agua en la que se había originado el problema. Una tarea difícil, puesto que su teoría aún no había sido aceptada por los médicos de la época y los vecinos del barrio encontraban una gran utilidad en dicha fuente. Sin embargo, la contundencia de su mapa hizo que cerraran el pozo y, gracias a ello, los casos de cólera comenzaron a descender rápidamente.

Al comprobar que el cólera estaba causado por la contaminación en el agua y la intoxicación intestinal, John Snow no solo salvó a miles de personas, sino que también tumbó la teoría extendida hasta esemomento. Su estudio rompió con los paradigmas de la época y con la creencia de que los olores propagaban la enfermedad. Pero tuvo que llegar una cuarta epidemia de cólera en Londres, en 1866, para que todo su trabajo fuera aceptado. Ya era demasiado tarde. Snow había fallecido en 1858, de causas que algunos relacionan con la tuberculosis que sufrió, su insuficiencia renal o a los daños provocados por la experimentación con la anestesia. Tenía 45 años.

Con su estudio a través de mapas, sentó las bases de la epidemiología, una disciplina que hoy continúa vigente y en la que, en estos momentos, confiamos en que arroje algo de luz al futuro tan incierto de esta pandemia global provocada por el Covid-19.

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