Jaume Duch, portavoz del Parlamento Europeo: “Lo que ocurre en Reino Unido ha dejado de sorprendernos en Bruselas”

Andrea Camilleri dejó escrito el destino del comisario Montalbano, pero también se sabe que, prolífico tardío como fue, guardaba entre sus cajones varios manuscritos que algún día verán la luz. Así que hoy existen las mismas certezas de que Montalbano sea cosa del pasado para el mercado editorial como que el Reino Unido diga este año adiós al club europeo de manera ordenada. O sea, ninguna. Leído en su siciliano original –uno de las cinco lenguas que habla–, las novelas del peculiar inspector suponen la vía de escape en aviones y vacaciones para Jaume Duch (Barcelona, 1962), la voz del Parlamento Europeo.

El suyo es uno de esos trabajos cuyo éxito radica en no ser noticia: como Portavoz y Director General de Comunicación de la Eurocámara diseña el discurso institucional de una asamblea que representa a más de 500 millones de europeos y que desde julio está presidida por el socialista italiano David Sassoli. Una Cámara que en las últimas elecciones logró frenar el avance de los partidos antieuropeos, pero que asiste ya con escaso interés, reconoce Duch, al carnaval en el que está instalada –tres años después del referéndum promovido por David Cameron– la negociación del Brexit por parte del Gobierno británico.

Desde julio de 1987, Duch no ha faltado a un solo pleno del Parlamento Europeo en Estrasburgo, la más alemana de las ciudades de Francia. Así que nadie mejor que él para testar la salud del proyecto europeo, la evolución de la representación española –de mandar como eurodiputado a José María Ruiz-Mateos en su etapa más freak a enviar a ex secretarios de Estado y catedráticos de Universidad– y la calidad del trabajo que se hace en ese lugar donde, con frecuencia, los partidos también destierran a los más molestos entre sus filas, como retrató la serie Borgen en el capítulo “En Bruselas nadie te oye gritar”.

Por contra, Duch no grita. Jamás. Las más complicadas ruedas de prensa y crisis de comunicación las despacha con exquisitas maneras, sagacidad de lince y un respeto altísimo a la labor de los periodistas que, día a día, siguen las andanzas de un club, el de la Unión Europea, agitado pero al que, según el Eurobarómetro, queremos sin remedio los españoles.

¿Cómo llega un alumno de los Salesianos de Horta y primer universitario de su familia a ser una de las figuras más importantes en la gigante administración comunitaria? Sin vocación de jurista, estudió Derecho porque intuía que sería una carrera amoldable a los tiempos que llegaban, años en los que la entrada de España, entonces despertando a la democracia, a la pretérita Comunidad Europea estaba muy presente en la vida universitaria.

Siendo profesor de Derecho en la Universidad de Barcelona, la primera puerta a la que llamó para hacer carrera en aquello tan lejano que era Europa fue la de la eurodiputada Concepció Ferrer, de la extinta Unió Democràtica de Catalunya, con la que trabajó dos años como asesor, tiempo en que aprobó las oposiciones a funcionario del Parlamento Europeo y de ahí, directo al equipo de prensa que hoy lidera, compuesto por más de 800 profesionales y toda la red de oficinas del Parlamento Europeo radicadas en los estados miembro. Luxemburgo primero y Bruselas y Estrasburgo después son las ciudades que le han enseñado a mirar a España desde fuera para darle la importancia justa a los agoreros que vienen anunciado el fin de este proyecto que trajo a Europa la paz tras la Segunda Guerra Mundial.

¿Lo de la ultraderecha en la Eurocámara ha sido como el cuento de la lechera?
Se puede describir así o como el cuento de que viene el lobo y al final no llega. Esto ya lo habíamos vivido en las anteriores elecciones europeas. Ya hubo entonces una cierta exageración sobre lo que iba a pasar. Antes de estas elecciones, en los sondeos no apreciábamos una ola de ultraderechistas que se fuera a llevar por delante el Parlamento Europeo; dijimos que iba a subir en algunos países como Italia y que se iba a mantener como en Francia. Al final, entre ultraderechistas, eurófobos y euroescépticos radicales hay un número no muy diferente e igual de desorganizados que hace cinco años porque muchos no han conseguido formar grupo, trabajan como no inscritos y apenas tienen visibilidad. Eso no quiere decir que no haya que trabajar mucho para evitar que influyan en las decisiones que toma el Parlamento, pero la situación no es peor que hace cinco años.

En las últimas elecciones, ha subido la participación en 20 de 28 países y muy especialmente aquí en España, ¿qué influencia ha tenido el diseño del relato, ahora que está tan de moda la palabra?
La Dirección General de Comunicación ha trabajado, seguramente, muy bien en poder explicar a la gente la importancia de las elecciones europeas, en qué era lo que nos estábamos jugando y seguramente lo hemos hecho mejor que en otras ocasiones. Hemos aprovechado la situación política internacional para subrayar que nos la estábamos jugando y que había que ponerse las pilas. Ha salido razonablemente bien, pero se trata de seguir adelante. Esto no se para nunca.

¿Lo del Brexit ha sido un mal necesario?
El Brexit lógicamente es un proceso negativo, es la primera vez en la que un país decide abandonar la Unión Europea, pero si hay algún elemento en positivo es precisamente que ha permitido que los ciudadanos de los demás países se den cuenta de lo absurdo que significa en pleno siglo XXI romper lazos con el resto de países, separarse, provocar incluso situaciones personales y familiares adversas, más allá de las rupturas económicas o legislativas. Gracias al Brexit la gente está valorando que pertenecer a la UE da unos derechos, unas ventajas que no tiene sentido perder.

¿Y cómo sentó en la UE la elección de Boris Johnson como primer ministro?
Lo primero que llama la atención en Bruselas, quizás porque ya se nos ha agotado la capacidad de sorpresa, es que se le dio a la noticia menos relevancia de la que podríamos haber pensado. Ya no tienen esa capacidad de interesarnos. Por otro lado, los mensajes han sido muy claros: la negociación está cerrada, hay que conseguir que los británicos se vayan de la Unión Europea de manera ordenada, pero eso no depende de nosotros, depende de ellos. Son ellos los que tienen que conseguir en su Parlamento una mayoría a favor de una salida que negociaron con la UE. Es cierto que dentro de ese acuerdo se pueden modificar algunos elementos de la declaración política, pero el acuerdo en sí –derechos y deberes del Reino Unido y la UE–, sobre todo en lo referido a Irlanda y a la protección de los derechos de los ciudadanos, las cuestiones financieras, para la UE es intocable.

¿Cómo queda Gibraltar en este escenario?
Si se queda el acuerdo tal y como se aprobó, hay una serie de cláusulas que colocan a España en una situación mucho más favorable que el Reino Unido porque lo que se dice en ese acuerdo es que cualquier decisión que se pueda tomar respecto a las relaciones entre UE y Gran Bretaña respecto a Gibraltar tiene que pasar por España, es decir, que tiene que haber un visto bueno explícito de España. Y luego no hemos de olvidar que en alguno de los reglamentos que se han aprobado en caso de que el Brexit concluya sin acuerdo, se habla de Gibraltar como una colonia, cosa que ha molestado a los británicos, y eso fue una victoria también del equipo negociador español.

"Si hay algún elemento en positivo [en el Brexit] es precisamente que ha permitido que los ciudadanos de los demás países se den cuenta de lo absurdo que significa en pleno siglo XXI romper lazos con el resto de países"

Las instituciones europeas están representadas por contrarios: Norte y Sur. Ciencia y Letras. Ursula von der Leyen, una conservadora alemana médica de profesión, como presidenta de la Comisión Europea frente a David Sassoli, un socialista y periodista italiano, como Presidente del Parlamento Europeo. ¿Cómo será el equilibrio?
El equilibrio existe precisamente por ser diferentes, de geografías y de ideologías. A nivel personal, se entienden bien y ha habido muy buena química desde el primer momento. Y esto porque Ursula von der Leyen ha entendido desde el primer momento que las posibilidades de que sea presidenta de la Comisión Europea los próximos cinco años depende en gran medida de que se lleve bien con el Parlamento Europeo. Y el Presidente lo que ha hecho desde el primer momento es facilitar esa relación.

¿Cuáles van a ser los tres temas fundamentales de esta legislatura?
Hay muchos, pero de entrada hay que cerrar la etapa Brexit pensando en lo que podemos hacer 27 y no en lo que podríamos haber hecho 28, hay que negociar la financiación de la UE para los próximos años, un tema muy complejo porque va ligado a todas las políticas de la UE. Dónde se pone el dinero significa dónde se ponen las prioridades y ahí estamos hablando de agricultura, pesca, cuotas regionales, juventud, Erasmus… Y luego dos temas importantes: la puesta al día de las políticas de inmigración y refugiados de la UE, con la modificación del Acuerdo de Dublín, y todo lo que tiene que ver con el cambio climático. Este último tema, especialmente, ha movilizado mucho el voto en las últimas elecciones, la UE ha hecho mucho en la defensa de los Acuerdos de París, pero todavía se puede hacer mucho más.

A lo largo de estos 30 años, España ha mandado todo tipo de perfiles a Bruselas. ¿Cómo están de preparados nuestros eurodiputados?
Como en otros países, en España también se han ido dando cuenta de que el Parlamento Europeo ha ido creciendo en importancia y de que el trabajo legislativo que hacen es de primer orden. Y por tanto que al Parlamento Europeo se viene a legislar, a controlar al Ejecutivo, a negociar los presupuestos de la UE y que es un Parlamento en el que se trabaja muchísimo. Si se hace bien, tiene un impacto positivo en millones de personas. Lo que he visto, por ahora, de los eurodiputados españoles son muchas ganas de hacer cosas.

¿Cómo se ve desde Bruselas la inestabilidad en el Gobierno de España?
Como se ven estas cosas desde Bruselas, intentando no darle más importancia de la que pueda tener. En la Unión Europea son 28 estados, por lo tanto en cualquier momento siempre hay países que están en discusión política para formar gobierno. No sólo el caso España, es el caso de Bélgica, que celebró las elecciones federales el mismo día que las europeas, no tienen gobierno y la última vez tardaron más de un año en tenerlo. España es un país muy importante en la UE por su tamaño, por habitantes y por la prioridad que da a los temas europeos, y por tanto cuanto antes se pueda formar gobierno, se empiece a legislar y a tomar decisiones, mejor. España lleva tiempo enviando señales a Bruselas de que quiere participar más y quiere tener responsabilidades y visibilidad en los asuntos europeos y eso está muy bien pero para hacerlo, primero tiene que tener arreglado lo suyo en casa.

Pues no puedo dejar de preguntarle por el procés, ¿cómo se aborda en Bruselas el tema catalán?
En este momento, no está en la agenda de Bruselas y en la de trabajo de las instituciones europeas no lo ha estado nunca. Cuando el procés ha entrado en la agenda mediática pues, obviamente, también ha llegado a los pasillos de las instituciones europeas. Pero ahora no es el caso, eso fue en 2017 y a principios del 2018. Las instituciones europeas hicieron lo que tenían que hacer: primero, recordar que las diferencias políticas se resuelven dialogando en el marco de la ley; segundo, que la democracia se entiende y se ejerce en el marco de las leyes que nos damos entre todos, en este caso el Tratado de la Unión Europea, la Constitución Española y el Estatuto de Autonomía de Cataluña; y tercero, hay que entender que el proceso de unificación de la Unión Europea tiende a eso, a unificar, no a disgregar, y no tiene sentido establecer procesos políticos que vayan en contra.

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