Ni en un principio iba a ser un largometraje, ni pensaba titularse Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón. La historia narrada en el primer filme del cineasta Pedro Almodóvar, estrenado hace cuatro décadas, tenía vocación de fotonovela y, además, estuvo a punto de llamarse Erecciones Generales —en alusión a una escena en la que se le medía el tamaño del pene a los asistentes a una fiesta—. Pero aquello acabó convirtiéndose en película gracias al empeño del actor Félix Rotaeta, quien buscó financiación de unos cuantos amigos para rodar el primer guion, que duraba en torno a cuarenta minutos.
“Igual estábamos meses sin rodar y, de repente, te llamaban y decían ‘Oye, ¿el sábado que viene puedes rodar? Es que hemos conseguido dinero para comprar película y rodar una escena’, y entonces se hacía así”, recuerda a Vanity Fair la cantante Alaska —Bom en la cinta—, quien empezó el proyecto con 15 años y lo acabó con 17. Nada extraño, teniendo en cuenta que Almodóvar la tuvo que rodar, de forma intermitente, en un intervalo de dos años.
Sacar adelante este proyecto fue toda una odisea para Almodóvar, que acometió el asunto con la colaboración desinteresada de colegas, sin permisos de rodaje en la vía pública y utilizando sobre todo los fines de semana libres que le dejaba su trabajo en Telefónica. “Como no había más dinero para seguir rodándola, pensaron en buscarle un final y dejarla en un mediometraje”, recuerda la actriz Julieta Serrano, quien en su primer trabajo con el manchego dio vida a una actriz que sale corriendo del teatro donde representa La dama de las camelias en busca de su hijo. “Pero luego apareció el productor Pepón Coromina, que vio la parte rodada y se animó a aportar adelantos de distribución para poder acabarla. Así fue como acabó siendo un largometraje y terminé saliendo yo, que entonces hacía teatro y, como siempre he sido algo cobarde y boba, pensaba que no iba a saber hacer humor”.
Alaska: “Estábamos meses sin rodar y, de repente, te llamaban y decían ‘Oye, ¿el sábado que viene puedes? Es que hemos conseguido dinero para comprar película y rodar una escena’"
La trama argumental de la película gira en torno al deseo de venganza de Pepi (Carmen Maura), una moderna que cultiva marihuana en su balcón y es violada por un policía (Félix Rotaeta). A partir de ese momento, la muchacha entabla amistad con Luci (Eva Siva) —la abnegada y sumisa mujer del madero— y con Bom —una cantante punk con tendencias sádicas—, y el desprejuiciado trío se dedica a tomar drogas, tener sexo escatológico y desfasar. Una propuesta descarada, además de un interesante manifiesto cinematográfico de la llamada Movida madrileña —los Costus, los Pegamoides y Fabio McNamara aparecen en algún momento del filme interpretándose a sí mismos—, que ha trascendido al paso del tiempo como la película más singular y provocadora del director español más conocido en el mundo (con permiso de Luis Buñuel).
"[Una cinta] anticipa y condensa las formas de sexualidad diversa y sin normas (homosexualidad, fetichismo, sadomasoquismo, rechazo de virginidad, sexo lúdico, etc.) que luego desarrolla la filmografía de Pedro Almodóvar”, explica José Luis Sánchez Noriega, profesor de Historia del Cine y del Audiovisual en la Universidad Complutense de Madrid. Pero quizás lo más llamativo de este irreverente filme, tal y como comenta Sánchez Noriega, sea “la provocación que llega a ‘justificar’ el maltrato a las mujeres por el placer masoquista (Luci)”, algo que “hoy sería infilmable”. Eso, o la curiosa “desmitificación de la virginidad (un valor fuerte de la tradición católica) por la vía de su mercantilización”, asunto que el espectador puede observar en aquella secuencia en la que Pepi protesta al policía que la viola porque ahora ya no puede vender el virgo.
“No es una película feminista, incluso será rechazada por muchas feministas; sí hay una posición moral alternativa en la sociedad española de 1980 respecto a la sexualidad lúdica y libre y respecto a las drogas o a la crítica a la autoridad”, opina el profesor cántabro, autor del libro Universo Almodóvar.
Estética de la pasión
A pesar de su exiguo presupuesto, la cinta, con esa estética a medio camino entre el punk y el pop, quedó bien servida de ingenio, humor y alguna que otra carencia técnica —algo lógico teniendo en cuenta que Almodóvar no había estudiado cine y fue aprendiendo sobre la marcha todo lo que hoy sabe—. “Es muy diferente a las posteriores cintas del manchego por su rodaje bastante amateur, con desencuadres, planos desenfocados y un aspecto general un tanto desaliñado”, relata Sánchez Noriega. Aunque, como ya comentó una vez el propio Almodóvar, cuando un filme tiene un defecto “es una película incorrecta, pero cuando son varios, eso se llama nuevo lenguaje, estilo”.
Hablando de estilo y cutrez, Almodóvar había escuchado que a John Waters —cuya obra cinematográfica ha tenido siempre una gran influencia en la del manchego— le funcionó bastante bien (como truco publicitario) aquello de poner a Divine a comer heces de perro real al final de Pink Flamingos (1972). Quizás por eso, él también quiso jugar a ser ostentosamente soez e introdujo en su amoral película una secuencia en la que Bom le hacía una lluvia dorada a la masoquista Luci —aunque aquí sí que se sustituyó la orina por cerveza caliente—. “Me daba una vergüenza enorme”, señala Alaska. “Pero, como yo tenía 15 ó 16 años, me daba vergüenza decir que me daba vergüenza (para que no pensaran que era una niña). Y a Carmen también le daba pudor la escena, pero tampoco se atrevía a decirlo porque decía ‘a ver si estos modernos se van a pensar que soy tonta’. Las dos estábamos ahí, aguantando el tipo, y supongo que Eva Siva también, haciendo como que no pasaba nada”.
Julieta Serrano, quien este 2020 se hizo con el Goya a mejor actriz de reparto por Dolor y gloria, recuerda que todos los implicados en Pepi, Luci, Bom… arrimaron el hombro bastante, con la esperanza de sacar adelante el filme, rodado en 16 mm y luego hinchado a 35 para su estreno en cines. “Pedro se inventó toda la historia, aunque Carmen fue supercolaboradora con todo y nosotros nos encargábamos de la ropa, el maquillarnos,…”, apunta la actriz catalana.Efectivamente, como buen director controlador (en el mejor sentido de la palabra) que es, el manchego estuvo al frente de la parte creativa de principio a fin. De hecho, pasó muchas noches dándole vueltas al coco. Y también muchas mañanas en Telefónica reescribiendo el guion para —en palabras del propio cineasta— “adaptarlo al rincón donde podíamos rodar por la tarde o el fin de semana”.
Alaska corrobora su versión: “El único que iba por libre era Fabio McNamara, quien tenía todos sus pasajes de improvisación. En la escena en que le abre la puerta al cartero (que en realidad era uno de los técnicos de la película), por ejemplo, Fabio se quedaba allí hablando con él, y eso no estaba previsto. La productora, Ester Rambal, lo pasaba muy mal, porque cada metro de película costaba dinero entonces. Ella pensaba ‘Estamos tirando el dinero, rodando una escena que no va en la película y no tenemos dinero para metraje".
Julieta Serrano: “Pedro se inventó toda la historia, aunque Carmen Maura fue supercolaboradora con todo y nosotros nos encargábamos de la ropa, el maquillarnos…”
Tanto costó sacar a flote el filme, cuyo rodaje concluyó a finales de la primavera de 1980, que todos los implicados celebraron como locos su estreno —el 27 de octubre de ese mismo año— en el Festival de Cine de San Sebastián. Sin embargo, Alaska recuerda que la acogida de la cinta, que indiscutiblemente supuso un soplo de aire fresco para el trasnochado cine patrio, fue algo fría: “No sentí que a nadie de fuera de nuestro mundo le interesara. Tanto Iván Zulueta –quien presentó en la misma edición su cinta Arrebato– como Pedro Almodóvar y todos los que estábamos alrededor de su mundo no teníamos nada que ver ni con los periodistas que nos preguntaban, ni con la crítica cinematográfica, ni con nadie”.
Aunque la película aguantaría cuatro años en las sesiones de madrugada de lo que hoy es el céntrico cine Golem de Madrid, y parte de la crítica valoró su frescura —César Santos Fontela escribió de ella que era “civilizadamente provocativa y educadamente guarra”—, muchos la tacharon entonces de zafia e impúdica. El propio The New York Times la definió como “una comedia grosera y sin gracia”.
Está claro que nunca llueve a gusto de todos. Tan claro como que ahora, sería prácticamente imposible estrenar en salas de cine un filme así. “No es solamente una cuestión de escandalizar”, apostilla la vocalista de Fangoria. “En su momento, las amigas de mi madre se escandalizaron, pero no pasaba nada. A lo mejor si las amigas de mi madre hubieran tenido Twitter, habrían hecho una campaña y entonces a Pedro lo hubieran metido en la cárcel por rodar con una menor, etc. Esta y otras muchas películas no se podrían hacer hoy en día, lo cual no deja de ser una enorme paradoja”.
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