Aunque estemos haciendo una gran labor quedándonos en casa está claro es que permanecer encerrados durante un mes por culpa de una pandemia no es el plan ideal para nadie, especialmente si no eres mayor de edad. Porque no lo dudemos, si los niños lo están pasando mal con este encierro, y los padres teletrabajadores están haciendo encaje de bolillos, la situación de los adolescentes no es mucho mejor (aunque no lo parezca cuando les das vía libre para jugar a videojuegos todo el santo día). Con este panorama no es complicado imaginar que puedes caer en una serie de peleas cíclicas con ellos a lo largo de todo el mes. Pero convivir de forma forzosa en plena crisis del coronavirus no tiene por qué ser un continuo enfrentamiento: si padres y adolescentes hacen su trabajo, la experiencia puede reforzar a toda la familia.
La clave es la flexibilidad
En la medida en que los padres y los hijos sean flexibles con respecto a lo que toleran, la convivencia puede mejorar mucho durante estas tres semanas de encierro que tenemos por delante. Partimos de una buena base, y es que tanto si los padres son unos pesados que te pueden repetir doce veces «que recojas tu cuarto» como si los hijos son el colmo del pasotismo, todos ellos se quieren. Vamos, que ninguno de los factores de esta convivencia forzada quiere estar “de mal rollo” con el otro y prefiere vivir esta situación en armonía.
Teniendo esto en cuenta, lo primero que habría que hacer sería es tener una conversación entre todos los miembros de la familia exponiendo cada uno de ellos lo que es importante de cara a la relación y a esa convivencia. “En esa charla hablaríamos de obligaciones propias, obligaciones dentro de las tareas familiares, tiempos libres, espacios en familia y espacios personales. En base a lo que se vaya diciendo se pueden establecer la forma de actuar”, explica Beatriz Madrid, dra. en psicología y psicóloga sanitaria especialista en terapia de familia e integrante de Doctoralia.
Evitar el aislamiento social es importante para ellos
Es el momento de recordar nuestra propia adolescencia y ponernos en la piel de los que tienen menos de 18 nos puede ayudar a comprender sus cambios de humor y cómo pueden estar viviendo esta situación. El encierro forzoso no es plato de buen gusto en una etapa de la vida en la que, casi lo más importante, es el grupo de amigos. No en vano por los siglos de los siglos el mayor castigo para un adolescente es el famoso “pues no sales” (y su variante moderna, “pues te quito el móvil”, que viene a ser lo mismo, sin móvil, no hay contactos con los amigos).
Si ayudamos a nuestros quinceañeros planteando alternativas de relación social, todos los miembros de la familia lo agradecerán y el nivel de estrés y enfurruñamiento adolescente decrecerá. Además, para evitar que ese contacto con sus amigos se resuma en redes sociales y juegos online podemos incorporar alternativas en las que a través de videollamada se puedan hacer distintas cosas con amigos como estudiar, quedar a comer, hacer deporte o incluso hacer juegos similares a los de mesa.
Establecer un tiempo en familia es importante
Estamos todos juntos en casa, de acuerdo, pero eso no implica que estemos revueltos. Es importante que en esa charla sobre cómo vamos a organizarnos en tiempos de cuarentena incluyamos un apartado a concretar lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer por acuerdo común. Y también pensar alternativas para hacer todos juntos, como hacer deporte, crear inventos, fomentar la escritura a través de los blogs… Son actividades que podemos hacer todos juntos o que podemos plantear que hagan ellos en solitario, pero que nunca hay que imponer. “Aunque no hay que olvidar que hay que llegar a acuerdos, pero que todo se debe hacer desde el sentido común y que quienes mandan en casa son los padres”, expone la experta antes de resumirnos las tres claves para evitar peleas con un adolescente encerrado:
Trabajar desde la comunicación para que que entienda que llegar a acuerdos es fundamental para todos.
Fomentar la confianza y que sepa que vamos a cumplir lo que hemos planteado siempre y cuando él también lo respete.
Transmitir la idea de que le trataremos como una persona madura en la medida en que muestre madurez.
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