Mucho antes del fenómeno Patria, Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) fue un niño inquieto en un hogar sin libros –entró en la literatura a través de El lazarillo de Tormes y un bofetón docente–; un joven poeta, contraculturalmente gamberro, que llegó a pintarrajear el Peine del Viento de Chillida en una performance con el colectivo CLAC; y un filólogo enamorado que emigró a Alemania para estar con una chica a la que había conocido en la Universidad de Zaragoza. Hoy, es un escritor reflexivo que habla a menudo de sosiego y empatía. Lleva 35 años afincado en Hannover (“la Valladolid de Alemania”, dice) con aquella misma chica, a la que llama “la guapa” y dos hijas ya adultas. Pero todos los Aramburus que fue están muy vivos en su interior, y salen a jugar en sus escritos. Especialmente, en la novela que le convirtió en un fenómeno mundial, Patria –que vuelve a estar de actualidad por la serie que acaba de estrenar HBO– y en su nuevo libro, Utilidad de las desgracias (Tusquets), una recopilación de sus artículos periodísticos.
Mujerhoy ¿Por qué eligió para titular el libro este artículo?
Fernando Aramburu Me pareció eufónico, y que daba idea del tipo de persona pensante que soy. La idea es que uno, cuando es joven, viene a comerse el mundo: está libre, puede postular todo tipo de ideas. Pero la vida te va dando poco a poco: enfermedades, hijos, trabajo. Y si uno tiene sensatez, deriva hacia posiciones más tolerantes, que tienen más en cuenta la presencia y la humanidad del otro. Las desgracias nos humanizan, generan empatía hacia los demás.
M.H. Hay en este libro muchos textos nostálgicos, sobre su infancia y su juventud. ¿Por qué?
F. Aramburu Bueno, es que uno cumple años y eso también pesa en su perspectiva. No acostumbro a usar los artículos para despachar intimidades, hablo desde una perspectiva colectiva, un poco en nombre de la generación a la que pertenezco, cuyos paisajes, formas de vida y signos culturales están desapareciendo.
M.H. También habla mucho de la educación.
F. Aramburu Hay un tema muy presente en lo que escribo, propio de la literatura centroeuropea: cómo se hace un hombre, cómo llega uno a ser la persona que es. Y ahí la educación es importante. Yo nací con cartas desfavorables desde un punto de vista social, en una familia humilde y un barrio obrero. Desde muy joven, me preguntaba cómo podía evitar repetir el destino laboral de mi padre, que era operario. Y un profesor, don Pedro, que fue fundamental en mi vida, me inyectó el gusanillo de la lectura. Descubrí las posibilidades de la palabra escrita y la literatura, y tengo que agradecerle que me sacara de aquel pozo social. Más allá de la educación que se recibe, uno tiene una gran posibilidad de cultivarse a sí mismo con su propio esfuerzo. Es algo que yo postulo en muchos textos.
La serie de HBO es excepcional, emocionante. Tuve que dosificármela porque se me encogía el corazón”.
M.H. Luego usted mismo se convirtió en profesor, en Alemania, enseñando español a hijos de emigrantes.
F. Aramburu Y nunca ejercí la enseñanza solo a cambio de un sueldo a final de mes: del primer al último día de mi docencia, fui completamente motivado. Mi deseo de ayudar a aquellos niños era inmenso.
M.H. ¿Cómo ha vivido estos meses de pandemia? Creo que han sido literariamente muy provechosos.
F. Aramburu He tenido que cancelar todos los viajes, lo que me ha proporcionado un plus de tiempo que he dedicado intensamente a la creación literaria. Tenía un proyecto, una novela a la que no le podía prestar la atención suficiente por compromisos diversos, y ahora la tengo casi terminada.
M.H. Bueno, tampoco había estado inactivo. Utilidad de las desgracias es su tercer libro desde Patria. Ninguno relacionado con el País Vasco, por cierto.
F. Aramburu No me quiero dejar absorber por un tema único. Y Patria ha sido muy succionador. Tras hablar con mi editor, me abstuve de publicar novelas, aunque tenía una ya terminada, también sobre el País Vasco. Necesitaba tranquilidad, y no me apetecía que la juzgasen en comparación con Patria.
M.H. ¿Le preocupa no volver a escribir algo con tanto éxito?
F. Aramburu La vida no es eterna, y no voy a perder el tiempo preguntándome algo así. Tampoco voy a repetir lo que ya he hecho. Me gusta emprender libros en los que me siento de nuevo como un principiante.
M.H. ¿Le habría resultado más difícil escribir Patria si viviera en España?
F. Aramburu No lo sé. Pero habría sido distinto. Residir en Alemania me proporciona una perspectiva muy buena para escribir una narración larga, para ver las cosas con cierto sosiego e intensidad reflexiva. Mi impresión es que soy un jugador de ajedrez que ve desde fuera toda la disposición de la partida.
M.H. Hay comparaciones inevitables entre los dos países, como el artículo en el que habla de los adoquines en memoria del holocausto en Hannover.
F. Aramburu Alemania necesitó décadas para mirar de frente su terrible historia. La diferencia fundamental es que ahora se puede permitir un tratamiento pedagógico de aquello porque las atrocidades del nazismo se cometieron en nombre de una ideología que ha sido desactivada. Y eso es lo que no ocurre en España. Cualquier acción que uno quiera llevar a cabo, por bienintencionada que sea, choca con el temor del otro a que eches sombra a su proyecto. Aún están vivos los rescoldos, también los de la Guerra Civil. De hecho, parece que todo español nacido hoy tiene que definirse con respecto a aquel hecho trágico y decir de parte de quién está. Es un fallo educativo.
M.H. Es imposible hablar de ETA y el País Vasco sin generar polémica. Y hay gente que ha leído Patria y ha visto en el libro posturas muy distintas.
F. Aramburu Un libro no es más que un artefacto de signos que hay que descifrar. Y ese gesto suscita multitud de lecturas distintas. Nadie llega al libro con la mente en blanco, sino desde sus convicciones, gustos, prejuicios, traumas u odio. Todo eso imprime color a lo que lee. Es normal que una persona a la que le han matado a un familiar en un atentado lo pasé mal leyendo mi novela, y que quien apoyó a ETA se irrite porque no aparecen cultos y guapos. Una novela no está en las páginas del libro, sino en el cerebro del que lee. Yo escribí Patria con plena libertad, pero me puse un límite: el temor a ofender a las personas que habían sufrido. Cuando hablo en público siempre me postulo a favor de las víctimas, siempre pueden contar conmigo para un acto, una firma, un manifiesto. No parto de presupuestos políticos: escribo de este tema por la pena que me da esa gente a las que le han hecho atrocidades.
M.H. Acaba de estrenarse la serie de HBO basada en la novela. ¿Qué opina?
F. Aramburu Desde que me reuní con el productor, Aitor Gabilondo, antes de que HBO entrara en el proyecto, vi ideas claras, entusiasmo y un conocimiento exhaustivo de mi novela. Me inspiró una gran confianza, que la serie ha confirmado. Es excepcional. Tiene talento, medios, es emocionante, con la inmediatez de las imágenes, impresiona. Me la tuve que dosificar porque se me encogía el corazón.
M.H. ¿Tiene el éxito de Patria algún pero?
F. Aramburu Alguna vez me habré puesto quejumbroso, cuando tenía que viajar y dar entrevistas. Pero lo veo con enorme gratitud. Me ha dado muchos lectores y muchas alegrías, y celebro haberlo escrito.
M.H. Después de tantos años en Alemania, ¿dónde está su patria?
F. Aramburu No necesito una patria limitada, cerrada con una verja. Tengo apego a mi tierra natal: el paisaje, la sidra, la Real Sociedad. Si voy a una cena, llevo un Rioja; si invito a cenar, hago paella. Pero bajo mis pies han crecido también las raíces alemanas. Mi patria tendría que hacerla a base de retazos.
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