El título de ‘Feel good‘ es en sí mismo una especie de contradicción: no, esta no es una serie para hacerte sentir bien, aunque te hará reír a carcajadas. Tampoco es un drama lacrimógeno, aunque es capaz de lidiar con temas como la drogadicción y los problemas familiares de una forma honesta y emotiva. Es, como la vida, una de cal y otra de arena, pero desde luego no una ‘feel-good movie’ (como podría sugerir su nombre) preparada para ahorrarte el mal trago de las cosas feas de la vida. En realidad, esta es una serie sobre todas las decisiones desesperadas que tomamos para ser felices, aunque nuestra felicidad se acabe perdiendo en el intento. Y, sobre todo, es una serie sobre cómo aprender a no ser tóxico ni para los demás ni para uno mismo.
Es curioso cómo a veces la saturación de las propuestas que llegan a Netflix puede hacer que las verdaderas joyas de su catálogo, como ‘Feel good’, pasen desapercibidas. Esta producción británica de Channel 4 afronta los problemas románticos que otras esconden, y es que el amor llega tan rápido a la serie como los conflictos. Apenas unos minutos del primer episodio y ya hemos visto cómo Mae (Mae Martin) y George (Charlotte Ritchie) se han conocido, enrollado, enamorado y mudado juntas. Meses en cuestión de minutos. Pero lo interesante llega cuando sus secretos salen a la luz: George no le ha dicho a sus amigos que tiene novia (y que posiblemente es lesbiana) y Mae le ha ocultado a su pareja que es una ex-drogadicta en proceso de rehabilitación. A partir de ahí, ambas aprenden de qué pasta está hecha su relación, dejándonos ver lo nocivo que es para una relación elementos como la desconfianza, las mentiras y sobre todo la dependencia.
Como versión más modesta y romanticona de ‘Fleabag’ y con el sentido del humor áspero y ágil de ‘Catastrophe’, ‘Feel good’ nos lleva en una montaña rusa de emociones que se antoja natural y orgánica. Los diálogos fluyen con rapidez, con nervio, con una trama realista a pesar de sus excentricidades y luminosa a pesar de sus tragedias. Más o menos como los monólogos de la propia Mae Martin, cómica canadiense y alma tras el proyecto no solo como protagonista, sino también como guionista. La historia está basada en parte en su vida, mezclando la realidad y la ficción como si se tratara de un espectáculo de ‘stand-up’. De hecho, la comparación es bastante acertada: tiene un ritmo vertiginosos y contundente, con una gran cantidad de chistes y a la vez una capacidad increíble para profundizar, para hablar del mundo que nos rodea sin perder la sonrisa (y la ‘punchline’).
En esa estructura perfectamente equilibrada aparecen otros personajes que demuestran que no todo va sobre la pareja protagonista: los personajes de Lisa Kudrow (madre de Mae y a la que vemos la mayoría del tiempo a través de Skype con una actitud pasivo-agresiva mientras le dice a su hija que sus problemas vienen de ser prematura) y Sophie Thompson (la madrina de Mae en las reuniones de Drogadictos Anónimos, que parece moverse arrastrada por corrientes eléctricas y es incapaz de ayudar a nadie, ni siquiera a sí misma) acaparan la atención cada vez que están en escena, y enriquecen una serie que no podría tener más personajes carismáticos y multidimensionales.
‘Feel good’ muestra que la complejidad puede ser divertida, que el amor está lleno de ambigüedades, que las orientaciones sexuales son fluidas, que los padres también tienen derecho a ser rencorosos, que las playas son lugares geniales para celebrar un funeral, que hay que aprender a ser las dos mitades de uno mismo y que con limones se puede hacer limonada. Esta es una serie que brilla con luz propia a pesar de caer en lugares muy oscuros, y que nos recuerda que, antes de amar a los demás, tenemos que aprender a amarnos a nosotros mismos. Palabra de RuPaul.
Vía: Fotogramas ES
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