Eugenia Martínez de Irujo quiso que Emanuel Ungaro diseñara el vestido de novia con el que se casó con Fran Rivera el 23 de octubre de 1998. Un precioso traje de raso de color marfil de manga larga con larga cola, un increíble escote cuadrado y un galón bordado en hilo de seda con perlas que ribeteaba el escote, los hombros y los costados con el que la duquesa de Montoro impactó a su llegada a la Catedral de Sevilla. Un traje impecable para elvelo antiguo y la tiara de perlas y brillantes de la emperatriz Eugenia de Montijo que escogió para dar el ‘sí, quiero’ al torero.
Este sábado Eugenia Martínez de Irujo ha compartido una serie de fotografías íntimas de aquel día con las que ha rendido homenaje al diseñador francés fallecido hace dos semanas, aprendiz de Balenciaga y uno de los diseñadores más importantes de la segunda mitad del siglo XX.
En las fotografías realizadas por Miguel Temprano se aprecia la buena sintonía creada entre el francés y la aristócrata. La peinan en el baño sentada en una silla de madera mientras charla con el diseñador y ante dos perros como testigos; Ungaro la ayuda a vestirse al tiempo que Fernando Torrent termina de maquillarla; y ella, muy sonriente, disfruta de los momentos previos a su boda en una escena privada en el Palacio de Dueñas, desde donde salió del brazo de su hermano Cayetano hacia la Catedral sevillana, y que hasta ahora pertenecía al ámbito más privado de la duquesa de Montoro (y probablemente de Francisco Rivera).
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"Eugenia estaba guapísima. Parecía una princesa medieval de cuento con su vestido de novia", escribió la duquesa de Alba en sus memorias, Yo, Cayetana. Además, estaba resplandeciente como muestran las instantáneas anteriores.
Aunque el matrimonio no acabó como todos hubieran querido entonces, sí comenzó, aparentemente -Carmina Ordóñez recomendó a Fran en la víspera suspenderlo todo-, de la mejor manera posible. "Eugenia es la mujer de mi vida", había declarado el torero de 29 años (ella tenía 24) antes de la boda, retransmitida en directo por la televisión pública, por todo lo alto con una larguísima e ilustrísima lista de invitados, entre ellos toreros, aristócratas y artistas.
La pareja tuvo una hija y se divorció solo cuatro años después de su gran boda sevillana. Se sucedieron años de dificultades hasta que rehicieron sus vidas, Tana cumplió la mayoría de edad, y ahora la duquesa rememora momentos días felices.
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