Esther Ferrer: Con la situación que vivimos, no comprendo cómo se puede no ser feminista siendo una mujer

“Digo muchas tonterías”. O bien: “No me plantea problemas ser ridícula”. A Esther Ferrer (San Sebastián, 83 años) le gusta afirmar cosas así, como si intentara boicotearse. En cambio lo que consigue es dar credibilidad a la reclamación de que su arte y su existencia son una misma cosa. Dicho de otro modo, la performance es su vida, y al revés. Pionera de la esta disciplina, atesora los principales premios que en nuestro país se conceden a un artista (Premio Nacional de Artes Plásticas en 2008 y Premio Velázquez en 2014), pero vive en Francia desde hace 50 años. Fue también pionera al significarse como feminista, y recuerda aquellos tiempos agridulces en los que a ella y otras compañeras de lucha las llamaban lesbianas por la calle, como si eso fuera un insulto. Ha expuesto en la Bienal de Venecia, en el Reina Sofía o el Guggenheim de Bilbao. Y el día 9 de septiembre inaugura en la galería 1 Mira Madrid su próxima exposición, titulada Espacio / Tiempo / Presencia, que incluye obras en diversos formatos, desde collages fotográficos hasta objetos intervenidos, como parte del programa de Apertura Madrid Gallery Weekend, el inicio de la nueva temporada de las galerías madrileñas.

El título de la exposición incluye tres elementos imprescindibles de la performance en general, y de su trabajo como artista en particular.
El espacio, el tiempo y la presencia están en todo. Cuando contemplas un cuadro, cuando comes, cuando lees, forman parte de actividad humana todo el tiempo. Pero la performance es una manera de combinarlas, y en ella la presencia es especialmente importante. Por lo que respecta a Autorretrato en el tiempo, una obra que está en la exposición, me hice fotos cada cinco años, las partí y luego pegué cada mitad con las de los años anteriores.Lo que pretendía es hacer visible el paso del tiempo, cómo mi físico iba transformándose. Es una interrogación sobre dé dónde venimos y a dónde vamos. Venimos de la nada y volvemos a ella.

Usted utiliza constantemente su propia imagen en su obra. No sé si para autorretratarse o porque considera su rostro un instrumento más, que conoce bien y por tanto puede controlar.
Empleo mi rostro porque es lo más práctico. Empecé pidiendo a otras personas que me permitieran hacerles una foto, pero me di cuenta de que en general tenían muchos problemas con su imagen. Quizás tenían miedo al ridículo, y a mí ser ridícula no me plantea ningún problema.

Hay bastante ironía en su trabajo, aunque se presente muy seria ante el público. ¿Es así por decisión consciente, o es lo que le sale?
No intento ser irónica, es mi carácter. Soy la misma antes, durante y después de la performance: si durante ella me preguntan algo y me sale responder algo irónico me sale, pero no lo pretendo. Tampoco pretendo divertir a la gente. Es que para mí una performance es una cosa muy seria. Aunque luego me ponga una berza en la cabeza y la gente piense que me río de ellos, que me parece muy bien y no les voy a desmentir. Satie dijo que es más difícil hacer reír que llorar, y puestos a elegir prefiero que la gente se ría. Yo encantada de la vida, dado todo el drama y el sufrimiento que hay. Y si me toman por ridícula, como ya he dicho, que lo hagan: no tengo una imagen que proteger ni como artista ni como persona. Lo coges o lo dejas.¿A los 83 años crees que me van a cambiar?

Imagino que en sus inicios, en los años 60, la reacción del público ante sus acciones de performance sería muy distinta a como es ahora. ¿Qué decían entonces?
El público reaccionaba violentamente, con ironía o con desprecio. Nos llamaron hasta locos en los periódicos, pero es lógico. Pienso que pasa con todo: cuando algo es nuevo, sorprende y no se entiende. A algunos les interesa por eso precisamente, mientras que otros se ponen furiosos. Luego la gente se acostumbra, y no es que lo entiendan, pero ya no les sorprende. Cuando no entienden algo, dicen: esto debe ser una performance ¡Perfecto!

Incluso se ha concedido el próximo Premio Princesa de Asturias a Marina Abramovic, lo que implica que el asunto tiene un reconocimiento institucional.
Para empezar, ya todo el mundo ha oído hablar de la performance y muchos las han visto, otros se dan por enterados por no parecer incultos. Me gano la vida con mi trabajo artístico, creo que honestamente, aunque igual a algunos no se lo parece. No me reprocho nada en ese sentido. Lo único que sé y quiero hacer es mi trabajo, y como tengo que comer lo vendo. Me gustaría muchísimo no tener que hacerlo, pero no soy millonaria y es difícil que a estas alturas llegue a serlo.

Sin embargo usted ha dicho que prefiere hacer performance que exposiciones, porque cuando expone lo que muestra son “cadáveres”. En sus inicios, la performance era para muchos artistas una forma de hacer un arte no mercantilizado, que no fueran objetos para compraventa. Pero aún hoy vamos a ARCO o a exposiciones, y lo que vemos son básicamente objetos: pinturas, esculturas, fotos, que se venden y se compran con facilidad.
Hago mis obras porque me interesa, porque me gusta y es mi vida. Tengo que vivir, y una forma de vivir es vendiéndolas. No directamente, porque eso me da horror, para eso trabajo con galerías. Luego la gente compra mis obras o no, muy bien, yo las hago y no fuerzo a nadie a comprarlas.Si hay especulación una vez vendidas, yo no puedo controlarlo. Mi única obligación es hacer el trabajo lo mejor que puedo, con el sentido de la responsabilidad que tengo, que igual para algunos no es bastante.

En 1967 entró a formar parte del grupo artístico ZAJ, junto a otros artistas como Juan Hidalgo o Walter Marchetti. ¿Es cierto que fue porque ellos estaban buscando una mujer?
Cuando conocí al grupo eran hombres y en su mayoría músicos. Mi idea es que a lo mejor consideraron necesario incluir un elemento diferente. No solo una mujer, sino también alguien con otras prácticas. Yo no venía del mundo de la música, más bien de la plástica, y quizás pensaron que podía a aportar algo distinto. Así me lo tomé. Entré con la condición de poder hacer lo que yo quería, que era lo que ellos les interesaba también. Porque en ZAJ nunca hicimos obras colectivas, cada uno hacía las suyas. Siempre eran de una persona.

En 1972 participaron en los Encuentros de Pamplona que organizó la familia de constructores y mecenas Huarte, en un ambiente bastante tenso. Por un lado estaba la represión del gobierno franquista, por otro ETA puso una bomba para marcar territorio, y luego había debates sobre si convenía o no participar en un festival artístico que podía servir para legitimar la dictadura.
Desde el principio se cuestionó si participábamos o no. Juan, Walter y yo lo discutimos. Yo ya había vivido en Francia, y una de las cosas que me encantaban de París fue la oportunidad de descubrir cosas que en España no se veían. Por citar algo, el kathakali [un estilo de danza india] y otras cosas que nunca imaginé poder ver y que a mí me ayudaron mucho. Así que pensé que para la gente de Pamplona sería importante descubrirlas también, lo que podía compensar el hecho de que a lo mejor favorecíamos la imagen de la dictadura en extranjero. Lo único que no quisimos es que filmaran nuestra participación.

¿Cree que fue la decisión adecuada?
La policía intervino cuando se pasó una pieza de Walter. Si hubiera sido todo tan agradable y tan a favor del sistema no nos hubiera interrumpido la policía. Por cierto, eso fue angustiosísimo para nosotros, nos pusimos a pensar: "ay, dios mío, si la policía dispara, si alguien se cae, si alguien llega a herirse…". Pero comprendo a los que no quisieron participar. Y no es que yo defienda mi opinión, solo explico por qué dije que sí.

Allí les vio el músico y artista John Cage, que los llevó de gira por los Estados Unidos.
Juan y Walter ya conocían a Cage de Italia, pero yo no. En efecto, vino a vernos en Pamplona y al salir nos dijo textualmente: los americanos tienen que conocer esto, voy a organizaros una tournée. ¡Y lo hizo! Pensábamos que eran de esas cosas que se dicen, pero no. Así que en el 73 fuimos a América. Y yo de verdad no tenía ganas de volver a España después. Sabíamos que el franquismo no duraría eternamente, pero Carrero Blanco estaba allí y aquello podía haber continuado perfectamente. Así que decidí quedarme en París, donde aún vivo.

¿Nunca ha pensado en volver a España?
Nunca. Sí consideré vivir en otros países, pero luego me pongo a pensar en cuál y no decido nada. Me habría gustado vivir entre varios países, como hace alguna gente, pero por desgracia no tengo esas posibilidades.

Usted no ha temido identificarse como feminista, incluso en sus inicios, cuando esa no era una corriente tan amplia como ahora..Dada la situación en que vivíamos, y que seguimos viviendo, lo que no comprendo es cómo se puede no ser feminista siendo una mujer. Sobre todo si has elegido un camino difícil como el arte, u otros que también lo son. Yo tenía que echar adelante y, como dice Machado, hacer camino al andar. Todos los días. Al principio te cuesta asumir que esta situación es porque eres una mujer. Piensas que es porque eres tonta, o porque eres fea, o porque lo has hecho mal, pero luego te vas dando cuenta de que no, de que es porque eres una mujer. Porque siendo mujer debes responder a unos cánones de esta sociedad, y si no pasas por ellos, lo pagas. Y claro, te revuelves. Los hombres tendrían que entenderlo también, pero, en general, miran a otro lado para no enterarse.

¿De qué corrientes feministas se siente más cercana?
Lo que no acepto son dogmas. Hay muchas feministas y muchas maneras de entender la lucha. Todo depende de la situación que uno vive. Pero todos estamos de acuerdo en luchar por libertad de todos, por una igualdad de acceso a la cultura, al trabajo, a viajar, hacer su vida como una la entienda. El proceso está en marcha, lo entiendan o no. Mi generación tardó en dar ese paso adelante pero lo ha dado, y el paso atrás ya no lo dará

¿Cómo ve el feminismo actual?
Felizmente hay muchas mujeres jóvenes feministas, con mucha más energía, y con una agresividad que quizá nos faltó a nosotras. En todos los países, España incluida.

Ha contado alguna vez que alguna vez la llamaron lesbiana, así, para insultarla.
[Ríe] Sí, en las manifestaciones por el derecho al aborto. Los hombres se ponían en las aceras, y supongo que les sorprendía ver miles de mujeres desfilando, y divirtiéndose también. Entonces nos gritaban: "¡Lesbianas!" Era el insulto total, aparte de putas y todo eso, claro. ¡Y mal baisées [malfolladas]! ¿Y de eso último quién era la culpa? [Ríe] Ahora pienso en esa época en que yo era joven, y vivíamos aquello con drama y tristeza, porque era muy doloroso y duro a veces, pero también teníamos sentido del humor, la capacidad de reírnos de nosotras mismas y mucha complicidad. Yo creo que esto hizo muchísimo por desarrollar mi conciencia comprometida.

¿Cree, como decían los artistas del grupo Fluxus, del que formó parte John Cage, que el arte debe estar unido a la vida?
Eso me parece una tontería aunque digan que lo dijo Fluxus. El arte inevitablemente forma parte de mi vida, es mi vida. 24 horas sobre 24. Si se dice por lo de introducir la cotidianeidad en el arte, los Futuristas o Dada ya lo hicieron a su manera. ¿O es que Goya separaba el arte de la vida?El pertenecer a un grupo no te vacuna contra el hecho de decir tonterías, supongo que yo también las digo, y pertenecí al grupo ZAJ. Debo de ser yo la idiota, porque todo el mundo entiende esa frase y la citan a derecha e izquierda.

¿Le interesa lo que hacen los artistas actuales?
Claro que me interesa. Cuando tengo tiempo voy a ver exposiciones, y no solo de gente que ya conozco. Otros se divierten de otra manera, pero yo si tengo tiempo recorro galerías, veo lo que hacen unos y otros. Nombres no quiero dar, porque son muchísimos los que me interesan. En España te podría citar muchas y muchos, pero luego me doy cuenta de que no he citado esta o el otro, y eso me crea problemas de culpabilidad.

Usted estudió Magisterio, y llegó a montar una escuela junto a otro artista, José Antonio Sistiaga, en los 60. ¿Ha influido esa vocación en su obra?
Hay artistas muy preocupados por la pedagogía, quieren que se entienda lo que dicen y enviar un mensaje concreto, pero creo que yo no. En mi trabajo explico muy poco, prefiero que la gente entienda lo que quiera. Todas las interpretaciones son válidas, incluida la mía, bien sûr! Lo de las escuelas fue idea de Sistiaga, que tenía muchos hijos y estaba muy interesado en su educación, y conocía el método Freinet [método educativo natural creado por el pedagogo francés Célestin Freinet]. Queríamos estimular la creatividad de los niños, que se sintieran capaces y no se limitaran y que conceptualizaran lo que hacían. Nos lanzamos y lo hicimos, en el centro de San Sebastián y en pleno franquismo, y nadie nos dio la lata, que yo aún no me lo explico.

También le ha interesado mucho la aritmética. En esta exposición piezas que dan cuenta de ello, como el tríptico Poema de números primos.
A lo largo de los años 70 decidí que en la medida de lo posible tendría que dejar de lado mi subjetividad y pensé en imponerme una restricción, algo que me condicionara. Un día soñé que nadaba en un mar de números y cuando me desperté los números que veía eran 3, 31, 17, etcétera. Pensé que eran todos impares, pero al final me di cuenta que en realidad eran primos, así que decidí trabajar con esta serie. Me costó mucho tiempo y trabajo encontrar algo que me pareciera válido, pero al final lo conseguí. Las obras que hay en la expo tratan la serie desde diferentes puntos de vista. 

Hace un año ya participó en una muestra colectiva de la misma galería sobre los efectos del covid. ¿Cómo ha afectado la pandemia a su trabajo y su estado emocional?
Además de las pérdidas personales, como las ha tenido todo el mundo, vivo este periodo en la incertidumbre y la angustia de pensar cómo vamos a salir de esto, que tipo de sociedad vamos a general. A ese nivel te planetas muchísimas preguntas y quieres ir a lo fundamental: qué es la vida en sí, el día a día, qué es la subsistencia, intelectual y física. Cómo salvaguardar la tranquilidad de espíritu, no dejándose llevar por el ambiente triste y pesimista. Seguir manteniendo relaciones equilibradas con la gente, que es muy necesario. Y sobre todo perder el miedo, y en la medida de lo posible no dejarse manipular. El miedo es un peligro en este sentido.

¿Siente que las cosas han cambiado o que lo harán?
Yo siempre paso muchas horas en casa sola trabajando, mientras mi marido [el compositor minimalista Tom Johnson] está también trabajando solo en su estudio. Así que el confinamiento no me afectó tanto en ese sentido como a otros que trabajan fuera y salen mucho. Pero sí me afectó por no poder andar, cuando normalmente al terminar de trabajar salimos con mi hermana y andamos durante horas, hasta 12 kilómetros, y eso no ya podía hacerlo. Y luego he intentado mirar adelante, guardar el optimismo y la fe en que vamos a ser capaces de comprender que esto que ha pasado no es una casualidad, que hay que tenerlo en cuenta desde punto de vista ecológico y social.

¿Le cuesta ser optimista?
No quiero ser pesimista. Seamos optimistas, pidamos lo imposible, como decían en mayo del 68. Quizá sea eso lo que hay que tener en cabeza y no obsesionarse. En estas épocas de crisis aparecen muchas cosas buenas, pero también se exacerban otras malas: la desconfianza, el ver al enemigo por todas partes, pensar que todo el mundo es contagioso, y no hablo solo del virus. Intento mantener el equilibrio, me digo que hay que hacer un esfuerzo más, resistir y, repito, ¡perder el miedo!

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