Cuando con apenas un año Saúl Craviotto (36) se subió por primera vez a una piragua, sus padres aún ni siquiera podían soñar con los logros deportivos y vitales que ha conseguido su hijo pequeño. El deportista ha logrado todo lo que un día, con tan solo 15, se planteó al irse de la casa de sus padres en Lleida para instalarse en Madrid y perseguir su meta: ir a unos Juegos Olímpicos. Este viernes, el catalán afincado en Gijón será el abanderado junto a la nadadora Mireia Belmonte en los Juegos de Tokio y representará a España en las que serán, nada menos, que sus cuartas Olimpiadas. Un sueño adolescente cumplido con creces.
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Saúl es el tercero de los hijos de Manuel y Emma. Nació el 3 de noviembre de 1984 en Lleida. Su padre le inculcó desde prácticamente su nacimiento, la pasión por el agua. Manuel se inició en el piragüismo en 1969, en la categoría alevín y desde entonces, Craviotto Senior fue una pieza indispensable en el club Síroris y llegó a ser varias veces campeón de España y además ha entrenado durante muchos años a jóvenes deportistas en la escuela de Lleida. Esa afición la vivió el pequeño Saúl y con tan solo un año ya iba montado con su padre en la piragua los fines de semana. Sus enormes ojos verdes y su timidez le llevaron a ser muy querido en su colegio e incluso hizo de pastorcillo en varias ocasiones en las funciones navideñas de su escuela. En Reyes le encantaba pedir Playmobil pero el regalo que más ilusión le hizo fue una bicicleta, según contó en Marca.
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Con 15 años se fue de su casa familiar
El deportista recuerda con cariño los veranos en el pirineo catalán junto a sus hermanas y sus primos con los que jugaba en la piscina hasta que se hacía de noche y cómo ya ahí empezó a apuntar maneras con el remo. “Siempre hizo deporte, desde chiquitín se iba con su padre y con la piragua. También hizo kárate y jugaba al fútbol… así se desfogaba. Pero el fútbol no se le daba muy bien, yo le fui a ver un día a un partido y me di cuenta de que no era lo suyo”, bromeaba Emma en una entrevista en TVE donde además contó el gran esfuerzo que hacían ella y su marido para llevar muchos fines de semana a su hijo a competiciones en Asturias o Sevilla. “Era un niño tan comilón que en una competición de infantiles estaba por la penúltima vuelta, a unos cuantos metros de entrar por meta, y se puso a chillar a su madre pidiéndole un bocadillo”, explicaba entre risas Manuel en Esquire México.
Lo que en un principio era una diversión se fue convirtiendo en algo más serio para Saúl y con 14 años les dijo a sus padres que quería irse a Madrid para ingresar en la Residencia Joaquín Blume, un centro de alto rendimiento por el que han pasado grandes deportistas como la jugadora de baloncesto Carlota Castrejana o más recientemente Carolina Marín. Su madre le dijo que esperara a ver si le admitían, con la esperanza interna de que su hijo no se marchara del hogar familiar siendo aún tan joven. Pero logró entrar y con 15 años puso rumbo a la capital en un viaje en coche con sus padres que a Emma se le hizo una eternidad. “El día antes de irse llovía, lo recuerdo perfectamente. La imagen de él diciéndome adiós está en mi cabeza. Me volví de Madrid a Lleida llorando. Se fue en octubre y llegó Navidad y no había entrado en su habitación porque lloraba sin parar”, recordaba en la citada entrevista la madre del campeón olímpico, que desde ese momento habla con ella a diario.
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Cuatro medallas… y las que le quedan
Ya en Madrid, Saúl empezó a soñar con ir a unos Juegos Olímpicos, pero jamás pensó que lograría una medalla olímpica. Y con mucho esfuerzo, entrenamientos diarios de muchas horas y un gran tesón, el niño que cuando salía con su padre e iba atado en una piragua a la de su progenitor soltaba el remo para que él tirara de él, empezó a triunfar y a cumplir sueños. En los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 ganó la medalla de oro en la prueba de K2 500 metros junto a Carlos Pérez Rial y cuatro años más tarde repetía experiencia en Londres 2012 donde logró medalla de plata en K1 200 m. Y como no hay dos sin tres, participó en los Juegos de Río de Janeiro (los únicos en los que no estuvieron sus padres) en 2016 y ahí alcanzó el oro en K2 200 m junto a Cristian Toro y dos días más tarde bronce en K1 200.
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Policía nacional de vocación y cocinero de corazón
Pero como sucede en la vida de muchos deportistas de élite, vivir de una disciplina ‘minoritaria’ no es sencillo, así que Saúl también quiso tener otra profesión y se hizo policía nacional. Patrullaba las calles de Gijón, ciudad en la que reside desde que hace ocho años se casara con Celia García García Álvarez, y pocos eran los que le reconocían en ese momento por su trayectoria deportiva. Pero en 2017 todo cambió con su entrada en MasterChef Celebrity (“Hasta este momento solo sabía cocina ‘de supervivencia”, dijo entonces), donde se ganó a espectadores y jurado con su arte entre fogones, su humildad, capacidad de trabajo y aprendizaje.
Tanto es así que ganó el concurso culinario de TVE y a partir de entonces se convirtió en casi un ‘héroe’, apelativo que a él no le gusta demasiado, para niños, jóvenes y adultos que ahora sí le paran por la calle para pedirle una foto o felicitarle por su trabajo sobre la piragua. Esa fama le llevó a dejar su puesto como policía en las calles y pasar a dar charlas a jóvenes y niños en el departamento de Participación Ciudadana. “No era muy serio cachear a alguien y que dijera: “Mira, es el de MasterChef”, bromeaba entonces Craviotto.
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Cuando en marzo de 2020 se cancelaban los Juegos de Tokio debido a la pandemia, Saúl alzó el teléfono para hablar con su jefe y decirle que quería volver a las calles de Gijón para ayudar en lo que pudiera dentro de la Policía Nacional (había pedido una liberación de servicio para prepararse para los JJOO). Y así lo hizo. Por las mañanas se ponía el uniforme y al volver a casa se encerraba como medio mundo junto a su familia y seguía entrenando, aunque no en el agua. Sin duda fue el tiempo que más echó de menos la libertad de estar solo con su piragua, algo que llevaba haciendo desde niño y que el coronavirus le quitó durante unos meses. Pero ahora está feliz. Además de participar en sus cuartos Juegos en Tokio, que arrancan este viernes, Saúl ha logrado otro gran sueño: ser abanderado de España en la inauguración de las Olimpiadas.
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Hombre polifacético
Saúl lleva una vida normal y sencilla en la ciudad asturiana. Allí se casó en septiembre de 2013 con Celia García Álvarez, arquitecta de interiores y diseñadora, a la que había pedido matrimonio tras ganar la medalla de plata en Londres 2012. Celia es su gran apoyo y la persona que le pone los pies en la tierra. La asturiana es además técnico en nutrición y dietética y en Instagram (donde se la conoce como The Fit Bowl) triunfa con sus recetas saludables y sus consejos para una vida más sana. La pareja tiene dos hijas, Valentina y Alejandra, de seis y tres años.
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Aunque la fama le llegó en 2017, a Saúl no le cambió la vida que llevaba antes del éxito tras ganar MasterChef Celebrity. Eso sí, ahí comenzó una carrera como modelo y ha protagonizado varias campañas para marcas como Adolfo Domínguez, y hasta ha publicado un libro, Cuatro años para 32 segundos, y se ha estrenado como presentador junto a Paula Vázquez en Ultimate Beastmaster, espacio de Netflix que fue grabado en Los Ángeles. Ahora vuelve a soñar, pero ya con muchas metas logradas, y en sus cuartos JJOO competirá disputará la prueba de K4 500 m. El niño de ojos verdes, tímido y amante del agua vuelve a la carga con sus remos para demostrarle al mundo que los sueños, muchas veces y con mucho esfuerzo, se cumplen.
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