No podía haber un título más descriptivo y rotundo que La moda es revolución para el último libro que ha escrito Laura Opazo. Publicista y especializada en marketing, una crisis personal la llevó a escribir Armario sostenible, un libro en el que buceó en las consecuencias medioambientales y sociales de la moda low cost. Ahora, recoge en este nuevo libro las historias de mujeres brillantes y valientes que rompieron barreras y abrieron nuevos caminos vistiendo fuera de la norma y transmitiendo un discurso completamente diferente.
De Coco Chanel y Marlene Dietrich a otras menos conocidas e igual de destacadas, como Jeanne Paquin o Aenne Burda, la autora desgrana la historia de estas mujeres que, a través de su forma de vestir, hicieron mucho por el empoderamiento femenino.
El título del libro es categórico. ¿Cree que siempre se ha subestimado el poder de la moda?
Creo que sí, porque el conocimiento que tenemos actualmente de la moda es el que ha imperado en las últimas décadas que es de consumo bulímico, low cost. Vemos tendencias cada dos semanas y es un sinsentido, no van realmente acompañando un cambio social o histórico, por lo que de alguna manera ha perdido un poco su significado. Si vemos una imagen de los años 20 o 30, aunque esa mujer no hable, podemos entender en qué situación o qué momento histórico estaba viviendo, la ropa te daba muchísima información. De baladí no tiene nada, pero se ha banalizado en los últimos tiempos.
¿Falta conciencia a la hora de asumir que la moda es una potente herramienta de comunicación?
Totalmente. La moda, el atuendo que elegimos, comunica muchísimo. Desde que somos pequeñitos nadie nos enseña a hablar en el lenguaje de la moda, que tiene sus propios códigos: los colores manifiestan emociones, igual que las formas, no es lo mismo utilizar formas redondeadas que generan más cercanía, son más informales, que formas más rectas, que igual marcan distancia pero evocan profesionalidad. No le damos la importancia que tiene, lo saben los políticos, los artistas, que a fin de cuenta crean marca personal a través de cómo visten.
De pequeños no nos enseñan a hablar el lenguaje de la moda, y tiene sus propios códigos
En su libro, las protagonistas son mujeres que han marcado el siglo XX y lo que va de XXI, ¿qué tienen todas ellas en común?
¿Qué tienen en común una mujer de finales del siglo XIX como Amelia Bloomer con Rosalía o una mujer más contemporánea como Bridget Bardot? Que todas sacaron un poquito los pies del tiesto, cada una en su momento. Tuvieron que enfrentar una serie de clichés, cambios estéticos, decidieron crear su propia narrativa y para eso hay que ser valiente. Lo que las define o une es la valentía.
En su caso, ¿cuál de los logros de esas mujeres agradece especialmente, desde el pantalón de Katherine Hepburn al estilo andrógino de Marlene Dietrich…?
Damos por hecho muchas cosas. En el caso de la mujer occidental, que vivimos con bastante libertad, nos guiamos por nuestro estado de ánimo o la circunstancia a la que nos vayamos a enfrentar, es lo que determina nuestro vestuario. Antiguamente no era así. Para que hoy puedas ponerte un pantalón o una minifalda han pasado muchas cosas antes. La moda es cultura y saber por qué hoy podemos ponernos un pantalón es interesante. Si tuviese que destacar uno reconozco que el 65-70% del tiempo lo que utilizo son pantalones y para mí es una bendición llevarlos. También conozco hombres que cuando se han puesto una falda han dicho ‘caray qué cómodo’, creo que lo importante es poder elegir. Y no me quedaría solo con el pantalón, hay un montón de cosas que agradecer, el estilo andrógino como acabas de decir, el poder decidir que hoy quiero una blazer con un pantalón y unas deportivas. El tejido de punto, el zapato deportivo, un poco instigado también por Chanel.
La moda es revolución (Zenith Original)
También hay cosas en las que parece que se ha avanzado poco, pienso en Frida Kahlo y la reivindicación del vello corporal en las mujeres… ¿a qué cree que se debe?
La mujer, durante muchos siglos, ha sido un objeto de adorno que acompañaba al hombre y era la depositaria del efecto de una familia. Si conseguía casar bien a una hija, con alguien de su linaje, la familia mantenía su posición o incluso ascendía. Si la mujer es un objeto decorativo, no se puede concebir que tenga vello. Hemos tenido mucha presión a lo largo de la historia tanto por el tamaño de nuestros senos como por el volumen de nuestro cuerpo, el color del pelo y también no poder tener vello, parece que atenta con lo que se considera femenino. Hemos avanzado poco. Algo parecido pasa con la cana. Desde la pandemia se ha glamurizado la cana, pero no llevar el cabello teñido a partir de una edad era símbolo de dejadez, y hoy por hoy, actrices y modelos se han dejado canas y las han sabido lucir, animando a otras mujeres. Lo interesante es que haya libertad, no es una cuestión de que tenga más personalidad la que se deja la cana sobre la que no la tiene, este discurso tampoco me gusta. Y es importante que no esté estigmatizado como símbolo de fealdad o senectud.
¿Hay algún prejuicio del mundo de la moda que le sorprenda o sacuda especialmente?
Hay muchas cosas que me siguen sorprendiendo porque hay mucha hipocresía. Por ejemplo, la moda sostenible no puede ser una tendencia, tiene que ser la dirección. En eso de normalizar y dar diversidad a la belleza en la moda, hay marcas que dicen vamos a meter una modelo para dar color o aspecto variado a la marca, es hipócrita porque luego en realidad ¿cuántos diseñadores piensan en ello? Presenté un programa en el que hablaba con estilistas y me decían, da igual que la actriz sea consagrada o con premios, como sea un poco mayor o no esté en la talla 36-38 la marca no te deja un look. Mientras, las marcas se pegan por vestir a una actriz joven con tipazo, aunque no tenga trayectoria. También me escuece las marcas fast fashion que lanzan enseñas feministas en sus camisetas y luego tienen mujeres explotadas en el sudeste asiático.
Algunas de las mujeres del libro son muy conocidas, como Lady Di, y otras apenas, como Jeanne Paquin. ¿Cree que por fin se está rescatando la historia de mujeres cuyos logros quedaron silenciados precisamente por su género?
Sí, está pasando en todos los sectores. Me parece interesante además porque a veces la moda se entiende como algo frívolo, pero es cultura y un narrador silencioso que nos ha acompañado durante siglos. Yo no considero la moda como esa tendencia efímera que pasa cada dos semanas, sino algo mucho más importante y por eso quería honrarlo en este libro y hablar de este tema.
Muchas de las mujeres del libro ya son historia y se puede ver su legado. De las actuales, como Rosalía, Rihanna o Chiara Ferragni, ¿cuál cree que está llamada a dejar huella o un legado perdurable?
En este libro no salen mujeres porque sean iconos de estilo sino porque han conseguido crear un cambio para el resto de las mujeres. Me gusta ver las cosas con retrospectiva pero era necesario meter mujeres actuales. Incluí a Rosalía porque siempre se habla del buen o mal gusto y ella lo puso un poco en jaque, tiene una imagen que ha sido catalogada como de hortera, pero al final es una imagen potente con esas uñas, esos tejidos que mezcla… lo que me gusta es que ha dado espacio a esa mujer de extrarradio que también existe. Tiene un women power y una estética transgresora. También me gusta Chiara Ferragni porque el discurso de la moda en las últimas décadas ha sido muy de arriba a abajo, dictado por la industria. Me gusta el poder que ella ha entregado al consumidor, haciendo un uso de la moda a su antojo, a través de sus redes sociales, e imponiendo el criterio del consumidor frente a la marca. Greta Thunberg también me parece interesante por su clara influencia en los centennials y por poner en valor la moda de segunda mano.
Incluí a Rosalía porque siempre se habla del buen o mal gusto y ella lo puso un poco en jaque
Cuenta en el libro que la aceptación del bikini supuso un cambio en las creencias colectivas y en la moralidad establecida. ¿Hay alguna otra prenda que haya conseguido algo similar en las últimas décadas?
Todo lo que sea enseñar piel ha sido cuestionado. En los últimos tiempos se ha llevado mucho el bralette, ya Madonna llevaba el sujetador por encima de la ropa exterior, y Vivienne Westwood lo hacía en sus desfiles iniciales, pero creo que el ombligo de la mujer siempre ha estado como cuestionado. Parece que cuanto más enseñes, menos moralidad. Ahora se llevan los escotes imposibles, los cut out… aunque algo tan revolucionario como el bikini habría que esperar un tiempo para verlo. Ya hemos superado las principales barreras pero habría que poner los ojos en otros países como Afganistán o Suazilandia, donde todavía llevar una minifalda está penado.
También trata el tema de la violencia estética y cómo las redes sociales han ocupado el papel del cine y el arte a la hora de generar estereotipos. ¿Qué es lo que más le preocupa de esa violencia estética?
Pasamos mucho tiempo conectados, y vamos hacia un metaverso, esto de poder crear tu alter ego en redes sociales es un poco Disney, creamos una vida perfecta con filtros para modificar el físico, y esto está creando muchísimos problemas. Estamos en una época en la que es difícil huir de esta presión estética, que no es igual para unas que para otras, no es lo mismo ser una mujer cisgénero blanca que negra o latina. Al final hay un canon que se establece a nivel mundial y prioriza el prototipo de mujer caucásica. Incluso hemos visto campañas en las que se ha blanqueado la piel de Beyoncé. Es difícil huir de este yugo cuando nosotras mismas usamos filtros para ser aceptadas.
¿Las redes también contribuyen a simplificar los mensajes del mundo de la moda?
No me gusta demonizar las redes sociales, cada uno hace el uso que le da la gana y tú decides qué tipo de perfiles sigues. Creo que permite un diálogo más democrático entre comillas, aunque el algoritmo priorice. Hay espacio para que la gente se exprese y hable y las marcas nos observan, eso es interesante. Hay mujeres, como Ted Muster, que ha podido crear un hashtag para compartir con otras mujeres la realidad de su cuerpo y ‘normalizarlo’, aunque sea normal, pero parece que lo tiene que dejar claro. Es interesante que las redes se usan para diversificar y mostrar otras realidades.
Las redes dan espacio para que la gente hable y las marcas nos observan, eso es interesante
Su anterior libro es un manifiesto por la sostenibilidad. ¿Cree que ese es el gran reto de la industria de la moda?
Hay muchísimos retos que afrontar, aunque parezca un libro muy diferente de este no lo es tanto. Hay tres mujeres que aparecen reseñadas en ambos libros, Vivienne Westwood, Katharine Hamnett y Stella McCartney, porque la moda sostenible es una cuestión bastante femenina. De hecho, las huelgas de las costureras están en el inicio el feminismo, y eran derivadas por el maltrato que había en las fábricas textiles, carecían de derechos. A día de hoy apenas se ha avanzado, siguen faltando derechos en el sudeste asiático. El otro libro recoge los mayores activistas en este terreno y casi todas eran mujeres, tiene su lógica: si somos el género oprimido también somos las que tenemos que levantarnos y dar un golpe en la mesa.
¿Cuál fue su punto de inflexión para empezar a pensar en un armario más sostenible?
Trabajaba en una revista de moda y colaboraba en televisión con programas de moda y lifestyle. Uno de ellos tenía como reto vestir a alguien por menos de 50 euros y me recorría mercadillos, tiendas de segunda mano… En un momento dado pensé que si conseguía vestir a alguien por menos de 30 euros y había un beneficio, ¿cuánto costaban estas prendas? Empecé a cuestionarme qué estaba fomentando con mi trabajo, no solo en televisión sino en también en redes sociales. Tuve una crisis personal y profesional, porque no quería que mi trabajo sirviese para generar eso. No soy médico pero quiero que mi trabajo contribuya de manera positiva en la sociedad. Dejé todo de lado e hice un curso de moda sostenible cuando aquello era un eco que sonaba muy lejano. Empecé a usar mi trabajo para hablar de diseño de autor, de moda kilómetro 0, de sostenibilidad… esto fue en 2017 y ahí surgió escribir mi primer libro, que tuvo el germen en un pdf que se podía descargar en mi web.
¿Cree que caminamos hacia un mundo en el que la libertad a la hora de vestir gana terreno o todo lo contrario?
Ahora mismo sí, tenemos libertad para ponernos distintas prendas, pero hay muchas barreras invisibles, partiendo de ese canon estético que hace que niñas de 25 años se pongan botox. El edadismo sigue siendo preponderante, vivimos en una sociedad envejecida y no nos queda más remedio que empezar a aceptar la vejez como algo natural y adonde vamos a llegar todos. Pero parece que hay que apartar todo lo que envejece. Hay que entender que los años y las arrugas son experiencia y puede ser belleza.
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