“Gabriel García Márquez es uno de mis escritores favoritos, aunque nunca me quiso firmar un autógrafo. Yo no sé por qué me tenía esa manía enorme. Debe ser porque un día le abordé en el aeropuerto, cuando acababa de leerme Cien años de soledad, le fui a pedir un autógrafo, y me dijo: “Es mucho mejor El coronel no tiene quien le escriba”. Concha Velasco se bajó del escenario del Teatro Borràs de Barcelona, el pasado 9 de marzo, después de interpretar su papel en El Funeral y, desde entonces, estuvo confinada en su piso de Madrid, donde se mudó hace dos años. “Me encanta Madrid. Yo he nacido en Valladolid y tengo la medalla de oro de la ciudad, así como la de Madrid, como madrileña adoptiva, pero aquí tengo enterrados a mis padres, a mi familia, y quiero que me entierren aquí, luego que mis hijos hagan lo que les dé la gana”, bromea.
Al otro lado del teléfono, una Concha Velasco ingeniosa y cercana —”Trátame de tú” es lo primero que sale de su boca tras los saludos de rigor— me cuenta cómo está sobrellevando esta nueva realidad: “Antes decía: qué ganas tengo de estar en casa para poder ver la televisión y ahora estoy harta de estar en casa y ver tantas películas. Me gusta muchísimo leer, aunque me cuesta bastante porque perdí mucha visión hace cuatro años después de que me operaran”. En este momento, su tiempo de lectura lo ocupa El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger, porque es la novela que está leyendo el personaje que interpreta en La habitación de María. Una obra, por cierto, que ha escrito su hijo Manuel M. Velasco y que dirigirá José Carlos Plaza. “Ya me ha dicho Jesús Cimarro (uno de los propietarios del Teatro La Latina) que hasta que podamos estrenar, al menos estaremos ensayando”.
Con sus planes teatrales paralizados, la actriz sigue vigente en la pequeña pantalla gracias a Netflix, donde ha estrenado este mes la temporada final de Las Chicas del Cable, y mira hacia esta nueva realidad con optimismo. “Por una parte estoy animada porque espero que todo esto pase y porque tengo dos hijos maravillosos que me aconsejan bien. Manuel, el mayor, me trae la comida, los periódicos; es el que más me cuida. El otro es el que me dice “mamá no te quejes que hay gente mucho peor que tú”. Y es que su familia, es uno de los aspectos de su vida de los que la tía de la también actriz, Manuela Velasco, dice sentirse más orgullosa: “Tengo una familia maravillosa, de esos que si les llamas están y si no lo haces, no pasa nada. Siempre están ahí. Recuerdo una vez en la que estaba haciendo una función, Filumena Marturano, y tenía tanta gente en el camerino que le pregunté a mi cuñada: “María José, ¿y tú quién eres, de qué te conozco?”.
Estos días recluida le han dado tiempo a la chica Yeyé para reflexionar sobre su pasado, presente y futuro y para revivir en su memoria grandes momentos y personas de su infancia y juventud. “En estos momentos en los que paso malas noches, como todo el mundo, pienso mucho en mi abuelo Manuel, el padre de mi padre; el del pueblo. Todas las noches pienso en él porque, cuando dormíamos juntos, me envolvía en un mantón negro y olía a pueblo. Tan de pueblo… Me enseñaba a ver parir a las vacas, me llevaba al campo, me enseñó a arar y me llevaba al cole con un brasero. ¡Cuánto echo de menos a mi abuelo Manuel!”. Y si la nostalgia es algo de lo que difícilmente podemos escapar cualquiera de los que vivimos en confinamiento, el arrepentimiento, en el caso de la actriz, no adereza las largas jornadas en soledad. “Como he tenido tiempo de arrepentirme ya lo he hecho. He tenido la suerte de pedir perdón a tres hombres vivos a los que había hecho un gran daño y no me quería yo morir así. Que me lo hayan concedido ha sido la mayor alegría de mi vida y, después de eso, ya no tengo yo por qué pedirle perdón a nadie. Bueno sí, a Dios, que me de tiempo de pedirle perdón”.
Con una sinceridad arrolladora y fiel a sus valores católicos, Concha Velasco se enorgullece al afirmar que todo lo que ha hecho siempre ha sido porque ha querido. “A mí nadie me ha obligado nunca a hacer nada. Ni en la profesión ni en la vida. He tenido dos hijos cuando he querido tenerlos y que me diesen este nieto maravilloso, es lo mejor que me ha pasado en la vida”, me cuenta a la vez que confiesa que tanto tiempo de reflexión le ha llevado a la conclusión de que en el futuro quiere “ser un poquito mejor persona”.“No creo que haya sido mala nunca, pero tampoco es que haya sido yo muy buena”.
Aficionada al punto, la lectura y el cine, quien interpretara a Teresa de Jesús en 1984 cada vez enciende menos la televisión: “Estoy harta de programas de gente que no sabe. Que dejen a los que saben porque no es momento. Qué pena me da cuando se reúnen en el Congreso y siguen peleándose con el momento tan tremendo… no me gustan los políticos en este momento. El ministro de Sanidad, Salvador Illa, es el que mejor me cae, para qué te voy a engañar, porque da la cara y porque no está sobreactuado nunca. Está ahí el hombre haciendo todo lo que puede, que es mucho. Como yo soy hija de militar, también me gusta mucho Margarita Robles, porque es una defensora de los militares maravillosa”.
Me despido de la célebre Conchita Velasco esperando volver a verla pronto sobre un escenario. Hasta entonces, ella seguirá soñando con ese reencuentro con su nieto Samuel mientras habla con él a través de una pantalla —cuando no está en clase virtual—, continuará ensayando —a puertas cerradas y de forma casi clandestina— y pasará la sobremesa viendo películas del oeste. “Hay que acostumbrarse, va a ser otra vida. Lo que pasa es que yo nací en noviembre de 1939 hija mía y para mí la vida es eso. Hay que acostumbrarse a la posguerra, hay que acostumbrarse a la miseria, hay que acostumbrarse al racionamiento, hay que acostumbrarse a todo. Y a mí, como a todas las personas mayores, me ha llevado a pensar: ‘¿Otra vez?’ Pero bueno, como dice mi hijo Paco; hay gente muchísimo peor”.
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