Cómo reforzar nuestra autoestima cuando las cosas nos van mal (o sea, en 2020)

Reforzar nuestra autoestima cuando más lo necesitamos. Ese es el objetivo de las técnicas que entrenan nuestra inteligencia emocional y que se conocen como mecanismos de “control de daños”. ¿Y existe un año mejor que 2020 para poner en práctica todos estos mecanismos? Desgraciadamente, parece que no. Si en circunstancias normales nos cuesta tener una autoestima bien regulada (como muestra, por ejemplo, nuestra aprensión a aceptar los cumplidos ajenos), este año se está convirtiendo en un auténtico reto para nuestra mente y nuestras emociones, y aceptar el futuro sin agobiarnos se hace cada vez un poco más complicado. Pero, en realidad, si aprendemos cómo funciona nuestra mente podemos ayudarla a aceptar todo lo que vendrá con facilidad y sin dramas. ¿Preparada para viajar a un mundo en el que tus emociones no estén a flor de piel a pesar de que fracases en tus objetivos? Pues descubre los secretos del control de daños emocional.

Repite este mantra: tienes derecho a cometer errores

Si te martirizas cada vez que fallas en algo porque todo tiene que ser perfecto es hora de que bajes el listón. Nadie tiene control sobre lo que está pasando en este momento (y en realidad en ninguna otra circunstancia) y lo de “si quieres, puedes” soplo funciona en las películas que emiten a las cuatro de la tarde los domingos. En realidad, según las investigaciones en psicología ese afán de evitar el fallo es propio de la gente que tiene la autoestima más frágil: como les aterra el fracaso se centran tanto en no cometer ningún un error que gastan toda su energía en eso y, cuando fallan (porque todos lo hacemos en algún momento) exageran su respuesta emocional.

Si este es tu caso, aunque creas que tienes una buena autoestima tu actitud indica lo contrario. Es hora de que empieces a relajar tus objetivos y tu “machaque” personal hacia la perfección. Esta senda que estás recorriendo no solo es contraproducente para tu autoestima, es que además puede llevarte a perder grandes oportunidades porque te autoexcluye de todo lo que te suponga un verdadero reto que no esté bajo tu control y supervisión. Cambia de actitud y repite en tu interior: puedo cometer errores y los errores pueden formar parte del camino hacia el éxito.

Si te ha sentado mal, admítelo, pero sin dramas

El fracaso duele, pero tampoco lo lleves al extremo ni lo emplees para afianzar aún más tu síndrome del impostor. Fracasar en algo en lo que tenías mucha esperanza provoca un alud de sensaciones desagradables, pero no es el fin de todo. Verbaliza lo que sientes para poder pasar página: confiesa ante el espejo que tienes miedo o que estás enfadada por lo que ha pasado o que te has decepcionado.

Piensa en el futuro

Ahora mismo puede que te resulte difícil de creer porque se te acaba de torcer tu objetivo inmediato, pero el futuro sigue existiendo. Si tienes clara tu meta, te toca idear una nueva estrategia. Basta de reproches. Piensa en lo que realmente no funcionó y qué puedes mejorar. Utiliza una técnica de visualización: imagínate que estás frente a un río caudaloso que tienes que cruzar y solo dispones de unas piedras en el cauce del río que te permite saltar de una a otra para cruzarlo. Pues bien, has intentado uno de los caminos posibles, pero siempre puedes volver sobre tus pasos y pensar en otro camino. Visualízalo.

Utiliza estas técnicas de visualización cada vez que sientas que has fracasado en tu objetivo o te entren ganas de reprocharte algún error que has cometido: te ayudará a recordar que no dominas el río, pero sí eres libre de buscar un nuevo camino para cruzarlo.

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