Fue una fiesta diferente. Entrañable y divertida, pero surrealista y ciertamente distópica. Como todas las fiestas en la nueva normalidad. El pasado 20 de mayo, Cher cumplió 74 años. Y a pesar de la pandemia, decidió celebrarlo. Eso sí, además de la inevitable tarta con sus correspondientes velas, hubo mascarillas, guantes, geles hidroalcohólicos y al menos dos metros de distancia entre los invitados. “Me lo pasé muy bien. Estuvimos en el jardín y el viento soplaba. Charlamos, pero manteniendo siempre la distancia social. Mientras comíamos el pastel, nos quitamos las mascarillas”, explica Cher por teléfono desde Los Ángeles.
La cantante está confinada en su mansión de Malibu desde el mes de marzo. Acompañada por su hijo Elijah y su mujer, ha seguido a rajatabla las recomendaciones de las autoridades sanitarias porque ella es población de riesgo por partida doble: su edad y su condición de asmática. Aunque su madre, de 92 años, vive en el mismo barrio que ella, durante estas semanas solo han hablado por teléfono. Cualquier precaución es poca. “No voy a fingir que estar encerrada en casa haya sido horrible, porque tengo unas vistas preciosas del océano Pacífico. El otro día salí por primera vez para ir al dentista porque me rompí una muela…”, explica.
“Han sido semanas difíciles, pero trato de prestar atención a los científicos en vez de al presidente de EE.UU.”, cuenta la actriz y cantante, sin ocultar su malestar con el presidente Donald Trump. Tampoco lo hace en sus redes sociales. Siempre ha dicho lo que pensaba y no va a cambiar ahora. Todo lo contrario. “En realidad, me preocupa mucho más la situación de los demás que la mía”.
Seguramente por eso, Cher ha decidido pasar a la acción. Ha creado una fundación, Cher Cares Pandemic Resource and Response Initiative, que atiende a las víctimas de la Covid-19. También ha puesto su talento musical al servicio de otra buena causa. Fan declarada de Abba, la cantante grabó una versión en español de Chiquitita para la gala que Unicef celebró en mayo para prevenir la expansión de la pandemia y garantizar la educación en las áreas más vulnerables. “Tengo una escuela en África y sé que es muy difícil conseguir que las niñas vayan al colegio. Las familias suelen preferir que ayuden en casa con las tareas domésticas. En una ocasión, conocí a una niña que caminaba cuatro horas para ir al colegio y cuatro horas de vuelta porque quería tener acceso a la educación”, explica conmovida.
Es la primera vez que canta en español. Y no ha sido fácil. Para empezar, tuvo que grabar la canción por Skype, mientras su ingeniero de sonido estaba en Londres. La cantante española María Moss le ayudó con la pronunciación, también por videoconferencia. “Me obsesionaba hacerlo lo mejor posible. Lo que más me costó fue dar con el acento y la pronunciación adecuada, soy una persona muy perfeccionista”.
No ha sido su única cruzada en los últimos meses. En mayo, después de cuatro años de gestiones y batallas burocráticas, consiguió que el gobierno pakistaní liberara a Kaavan, conocido como “el elefante más solitario de Pakistán”, que había pasado 27 años en pésimas condiciones en un zoológico de Islamabad. “Lloré de alegría cuando me lo comunicaron”, confiesa.
Hace unos meses, en una entrevista con el New York Times, confesaba que siempre se había sentido insegura como artista. Le digo que me cuesta creerlo. Sobre todo, después de haberla visto sobre el escenario de un teatro de Las Vegas, luciendo hasta 15 arriesgados estilismos, exudando energía y confianza en sí misma. “Es algo muy habitual que los artistas tengamos ese tipo de inseguridades… –reconoce–. El momento justo antes de salir al escenario, estoy atenazada por los nervios. Luego, me pongo a cantar y me olvido de todo”.
Le gusta contar que todo empezó la tarde que su madre le llevó a ver Dumbo al cine al Teatro Chino de Hollywood Boulevard. Luego, vieron Cenicienta. Tenía solo tres años, pero supo enseguida que ella también quería estar en aquella pantalla. Creció rodeada de su madre y sus amigas, que eran actrices y modelos ocasionales y que le enseñaron a peinarse y maquillarse. Vivían con lo justo. En una ocasión, Cher tuvo que pasar varias semanas en un orfanato, una experiencia que resultó traumática. A su padre, un camionero de origen armenio, apenas lo vio hasta que cumplió 11 años.
A los 16, cuando se ganaba la vida bailando en los clubes del Sunset Strip de Los Ángeles, conoció a Sonny Bono. Se casaron dos años después, al mismo tiempo que se convertían en un fenómeno musical. “Creo que lo que más me enorgullece de toda mi carrera, lo que más me emociona, es haber hecho tantas cosas y no limitarme. Incluso ahora, hago una película como Mamma mia! Una y otra vez (2018), después me voy de gira y luego grabo un nuevo disco”.
Cher no se ha dejado ningún sueño en el tintero: formó junto a Bono uno de los dúos musicales más famosos de los 60 y se convirtió en una estrella de la televisión en los 70. Dio el salto a Broadway y aprovechó la oportunidad que le dio Hollywood, brillando en películas como Las brujas de Eastwick, Silkwood o Hechizo de luna, por la que ganó un Óscar en 1987. También tiene un Emmy, un Globo de Oro y un Grammy, que consiguió cuando en 1998 su disco Believe se convirtió en un fenómeno global y firmó un contrato de 180 millones de dólares por una residencia de tres años en el Caesar’s Palace de Las Vegas. Hasta la fecha, ha vendido más de 100 millones de discos.
Trump ni siquiera ha honrado la memoria de los más de 100.000 norteamericanos que han muerto en la pandemia. No le importa la gente”.
Su madre solía decirle: “No serás la más guapa, la más talentosa ni la más joven, pero tienes algo diferente que te hace única y por lo que te conocerán siempre”. Dueña de un físico portentoso, suele agradecérselo a la genética por vía materna, pero también a una férrea disciplina de ejercicio. “Trato de hacer diferentes tipos de rutinas. Si no, termino aburriéndome”, apunta sin querer entrar en más detalles. Es obvio que hablar de sus secretos de belleza no le interesa.
La conversación regresa a Donald Trump. Como cualquier otra estrella de su generación, Cher ya le conocía antes de que se convirtiera en presidente. Coincidieron varias veces en Aspen, el pequeño pueblo de Colorado al que las celebrities van a esquiar en sus escapadas invernales. El mismo donde Ivana Trump descubrió que su marido se la pegaba con Marla Maples, encendiendo la mecha del divorcio más sonado de los 90. “Es un personaje ridículo y como presidente, terrible. Ni siquiera ha honrado la memoria de las más de 100.000 personas que han muerto en la pandemia. No tiene ninguna empatía, no le importa la gente”.
De cara a las elecciones que tendrán lugar este año, se muestra clara. “Cuatro años más de Trump en la Casa Blanca significarían que América nunca volverá a ser tal y como la conocimos. No puedo ni quiero imaginármelo”. Por si no fuera suficiente, es amiga del candidato demócrata, Joe Biden. “Es un hombre inteligente y puede ser un gran líder. Siendo buena persona, puedes hacer un buen trabajo en la Casa Blanca. Trump en cambio se pasa el día tirado en el sofá viendo la tele y tuiteando. Espero y rezo con todo mi corazón para que Biden gane”.
Además de los conciertos, tenía programado rodar una película (Artist in residence), pero ahora no tiene ninguna prisa. “No quiero poner a nadie en peligro y tampoco a mí misma. Encontrarán la forma de hacer conciertos y rodar películas y entonces, volveré”, promete. Ni siquiera en estas circunstancias se plantea la retirada. Esa siempre ha sido una palabra que no entra en su vocabulario. Cuando habla de la desescalada, aplica el mismo principio de prudencia. “Lo que está claro es que es mejor llevar una mascarilla que necesitar un respirador”.
Cher y los hombres
“Un hombre no es una necesidad, es un lujo. Me encantan los hombres, pero no los necesito para vivir”, explicaba la artista en 1996. Su lista de conquistas es tan extensa como ecléctica. Salió con Warren Beatty antes de conocer a Sonny Bono. Su matrimonio se rompió en 1975 y ese año se casó con el roquero Gregg Allman. Elvis y Marlon Brando intentaron seducirla, pero ella se resistió. Aún se arrepiente. Luego vinieron el bajista de Kiss Gene Simmons, Eric Clapton, Val Kilmer y Tom Cruise. El amor de su vida, confiesa, fue Rob Camilleti, un panadero 18 años más joven que ella con el que convivió en los 80.
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