Beatriz Ferrer-Salat, la reina olímpica de la doma clásica hija del fundador de la CEOE, vegana y casada con el presidente de Cuatrecasas

Con un año de retraso debido a la pandemia, los Juegos Olímpicos de Tokio arrancan este fin de semana para disfrute de los amantes del deporte. Una de las disciplinas quizá más desconocidas y que tendrá lugar a lo largo de la primera semana de las Olimpiadas es la de doma clásica, que tiene como objetivo el desarrollo del caballo mediante un entrenamiento racional, metódico y equilibrado por medio del cual el jinete consigue que este realice todas sus órdenes con armonía, equilibrio y actividad. Una de las representantes de España será Beatriz Ferrer-Salat que, a sus 55 años, vivirá sus quintos JJOO con la misma ilusión de aquella primera vez en Atlanta en 1996 cuando tenía 30 años.

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Su padre: tenista y empresario de éxito

Beatriz vivió el mundo del deporte muy de cerca desde que era una niña. Su padre fue Carlos Ferrer-Salat, economista, empresario, político y deportista. Ferrer-Salat destacó como tenista, llegó a ser campeón de España en 1953 y fue el número 1 del equipo español en la Copa Davis, además de participar en los torneos de internacionales de Wimbledon, Roland Garros y el Godó. Como empresario se dedicó a la industria química y farmacéutica y fue consejero de varias multinacionales; fue presidente del Banco de Europa y presidente de UNICE (Union des Confédérations de l’Industrie et des Employeurs d’Europe) y de LECE (Comité Español de la Liga Europea de Cooperación Económica).

Uno de sus grandes logros fue formar parte de la fundación de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) a finales de los años setenta, que además presidió durante varios años. Carlos Ferrer-Salat, fallecido en 1998, fue nombrado presidente del Comité Olímpico Español en 1987 e impulsó el mundo del deporte en España y fue clave en la preparación de deportistas de élite para Barcelona 92.

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Su madre fue Blanca Serra di Migni y frente a la disciplina que siempre les impuso su padre, que también alentó a Beatriz y su hermano Sergio a ser competitivos a nivel deportivo, era la que más les consentía a los dos hermanos. “Él era el duro, frente a mi madre; el que nos obligaba a cosas que a lo mejor no queríamos hacer y que ahora tanto le agradezco”, explicaba la amazona en Expansión. Siendo aún una niña, Beatriz soñaba con tener un caballo para cuidarlo y montaba durante los veranos en Palamós. Con 15 años empezó a tomar clases en el Real Club de Polo de Barcelona, la ciudad en la que nació, y pronto vio que los saltos no eran lo suyo y que era mucho mejor en doma clásica, disciplina que requiere una disciplina y una sensibilidad que ella siempre tuvo en su ADN.

Su padre fue quien le compró su primer caballo cuando ya estaba dando clases y se lo había tomado ‘en serio’. Le llamó Vendaval. “Mi padre era un señor muy ocupado, pero nuestra relación era muy buena y lo admiraba muchísimo. Desde luego, si alguien trabajó por el deporte, fue mi padre”, decía en ABC en 2018. Solo un año más tarde comenzaba su carrera deportiva y se marchaba a Alemania para entrenar al lado de George Theodorescu y Herbert Rehbein. En su regreso a España siguió entrenando con el alemán de origen belga Jan Bemelmans y con su caballo Beauvalais cosechó sus mayores logros, convirtiéndose en la jinete de doma clásica con más éxitos de España.

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Además de disfrutar de su gran pasión, la joven jinete se preocupó también por su formación y se licenció en Traducción e Interpretación. Perseverante y disciplinada, llegó a competir en cuatro Juegos Olímpicos (Atlanta 96, Sydney 2000, Atenas 2004 –medalla de plata en individual y bronce por equipos– y Río 2016), además de tres Campeonatos del Mundo (La Haya 94, Jerez 2002 y Tryon 2018) y varios Campeonatos de Europa, en los que ha acumulado ocho medallas. Sus logros a lomos de un caballo le han hecho ser distinguida por el Consejo Superior de Deportes con el Premio Nacional del Deporte Reina Sofía del año 2004 y junto al equipo nacional de doma, recibió la Placa de Plata de la Real Orden del Mérito Deportivo en 2006.

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El gran susto de su vida

En enero de 2020 Beatriz vivió uno de los peores momentos de su vida. Tras varios días sin montar, en uno de sus paseos por el campo con uno de sus caballos jóvenes, el equino se asustó y la amazona salió despedida. Se fracturó el pubis y el coxis y tuvo que ser hospitalizada y operada para después pasar varias semanas en silla de ruedas. “Podré volver a montar?”, esta fue la primera pregunta de Beatriz a sus médicos. Tardó unas tres semanas en volver a caminar y unos cinco meses en volver a subirse a un caballo.

En ese momento tuvo que parar a la fuerza sus entrenamientos de siete horas diarias (desde las siete de la mañana hasta las dos del mediodía entrena con siete caballos y tres tardes a la semana tiene preparación física) y cambiar su agenda organizada al máximo desde que era una adolescente. Fue también cuando se despidió de Tokio 2020, pero tras el retraso de los Juegos Olímpicos debido a la pandemia, podrá disfrutar finalmente de su participación en las que serán sus quintas Olimpiadas este verano.

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En su finca todos son veganos

Beatriz Ferrer-Salat vive en un paraíso natural y animal desde hace unos 15 años. Su finca Villa Equus, ubicada en Gualba, en la falda del Montseny, en Barcelona, es su refugio y donde reside rodeada de caballos (quince son suyos y otros de alumnos y particulares) y de sus once perros adoptados, entre los que hay galgos y podencos, entre otros. Desde 2011 es vegana, una filosofía que se adapta como un guante a su forma de sentir y ver el mundo. Como curiosidad, en su casa todos son veganos, ni siquiera sus perros comen carne ni ningún derivado y ni caballos (son herbívoros) ni sus dos cerdas vietnamitas prueban la proteína animal en ninguna forma de alimento. Ella vive por y para sus animales (llega a reconocer que sus perros son sus mejores amigos y que muchas veces sufre más por ellos que por ciertas personas), a los que trata a cuerpo de rey con masajes y un spa solo para que estén perfectos.

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Casada con el presidente de Cuatrecasas

Después de muchos años soltera, hace unos cinco años comenzó una relación con Rafael Fontana (67). Él es uno de los abogados expertos en derecho fiscal más conocidos de nuestro país. Licenciado en Derecho por la Universitat Autónoma de Barcelona y titulado en el Centro de Estudios Tributarios y Financieros de Barcelona, desde 2014 es presidente de Cuatrecasas, firma de abogados con presencia en 13 países, un puesto que ocupará hasta 2022. Durante dos décadas ejerció como Socio Director de la firma, a la que se incorporó como abogado del área fiscal en 1983 y fue nombrado socio dos años más tarde.

Especializado en fusiones, adquisiciones y joint ventures de grupos empresariales nacionales e internacionales, Fontana lideró el proceso de internacionalización del despacho, que cuenta con oficinas propias en Ciudad de México, Bogotá y Pekín, y la consolidación de una alianza europea con despachos líderes de Francia, Italia y Alemania. Tras su matrimonio con Beatriz, el abogado también es vegano y trata de acompañar a su pareja a todas las citas deportivas en las que participa siendo su gran apoyo. De ella dice que ha aprendido la disciplina de la que la amazona hace gala desde que comenzara su carrera siendo aún una adolescente.

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