Cuando Pedro Sánchez, en diciembre de 2004, participó en el programa de Jesús Calleja Planeta Calleja, dejó ver, algo, su casa de Pozuelo donde entonces vivía conBegoña Gómez y sus hijas Ainhoa (ahora tiene 16 años) y Carlota (13). En aquella casa con bastantes cuadros y pinturas colgadas en las paredes, además de una fotografía (firmada) de Pedro Sánchez con el rey Felipe, tenían un sofá de piel blanco esquinero donde Pedro Sánchez se sentaba para relajarse y detrás, una mesa cuadrada oscura con sillas alrededor de color burdeos. Esta zona del salón estaba presidida por un cuadro enorme con una pintura a base de círculos de estilo surrealista, un espejo con un gran marco plateado, un armario de aires asiáticos y una lámpara tipo candelabro. En otro de los lados de la misma estancia, una estantería estilo Ikea con libros y algunos adornos y una lámpara de pie con arco. Lo más llamativo era la cocina en tonos verdes -con su reloj para no llegar tarde-.
Begoña Gómez suspiró cuando Calleja le planteó dejar su casa para mudarse a La Moncloa y confesó que ojalá pudieran quedarse en su piso de 80 metros en una urbanización con piscina comunitaria. Pedro Sánchez no sabía si aquello podía contemplarse, cosa que cuatro años después, cuando Sánchez llegó al Gobierno, no sucedió y Pedro con Begoña y sus hijas se mudaron a la Moncloa, en el distrito de Moncloa Aravaca no muy lejos de Pozuelo.
No sabemos qué recuerdos se llevarían para hacer del palacio un hogar aunque es más que probable que algunas de las cosas que vimos en aquel programa estén hoy en la casa del presidente y su familia. Esa donde ahora, como el resto de españoles, pasan mucho más tiempo del habitual confiando en que las medidas que ha tomado en Gobierno tengan pronto efecto y baje la curva de contagiados por coronavirus. Begoña Gómez ha dado positivo, según informó el sábado por la noche la Moncloa. Lo que no detalló es cómo eso afectará a la organización de una atípica convivencia familiar. Según lo recomendado cuando uno de los miembros de la familia está contagiado, Begoña deberá dormir en una habitación para ella sola y allí tratar de estar lo más aislada posible del resto con el objetivo de que los demás no se infecten (algo que si ha ocurrido sabremos en breve). En cualquier caso, habitaciones no les faltan.
Jesús Calleja aquella noche tuvo que dormir en el sofá de Pedro y Begoña en su casa de Pozuelo dando a entender que no había habitación para él. En el palacio de La Moncloa esto no hubiera pasado (probablemente Calleja tampoco hubiera visitado allí al matrimonio). Aquí hay habitaciones de sobra. En concreto, ocho habitaciones, nueve baños y tres vestidores. Sin problemas de espacio. Aquí es donde vive la familia del presidente, en la residencia privada de 200 metros ubicada al lado a las estancias donde se organiza el Gobierno con el despacho principal y ocho salas de reuniones. Uno de los 13 edificios -doce se comunican por túneles y pasajes subterráneos- situado en 20 hectáreas de terreno con jardines catalogados como Bien de Interés Cultural.
Adolfo Suárez fue quien convirtió la Moncloa en la residencia oficial de la familia del presidente. Cuando él llegó con Amparo Illana y sus cinco hijos en 1977 al palacio que hasta ese momento se utilizaba para alojar a los escasos visitantes ilustres que recibió España durante la dictadura -como Sadam Hussein-, con las paredes revestidas con paneles dorados y muy anticuado, no funcionaba ni la electricidad. “Al principio no podíamos enchufar al mismo tiempo la plancha y la lavadora porque saltaban los plomos”, contó Amparo Illana en una entrevista concedida nada más instalarse en la Moncloa. No les quedó más remedio que cambiar algunas cosas. Y así lo fueron haciendo también sus sucesores. Adolfo Suárez cubrió el patio principal que ahora es el conocido Salón de las Columnas, hizo que se construyera una pista de tenis y reformó la piscina. Las habitaciones las dispuso Leopoldo Calvo Sotelo para él,María del Pilar Ibáñez-Martín y Mellado y sus ocho hijos, además de una sala de música para instalar un piano.
Aparte del huerto de bonsáis, a Felipe González se le debe la existencia de un búnker subterráneo de tres pisos y capacidad para 200 personas del que se ha dicho que tiene incluso un hospital con quirófano además de todo lo que una familia pudiera necesitar en un momento crítico cocina, comedor y habitaciones. El 23-F dejó una huella imborrable para él y para la Moncloa (también en Francisco Álvarez-Cascos que siendo vicepresidente primero del Gobierno pasó la nochevieja de 1999 encerrado con un gabinete de crisis confiando, desde allí, que no llegara el fin del mundo con el cambio de siglo). También firmó González algo mucho más agradable, La bodeguilla, una especie de taberna sevillana ubicada en el sótano del palacio donde Carmen Romero solía organizar cenas informales para intelectuales y otras personalidades de la época.
José María Aznar con Ana Botella, sus tres hijos y dos perros se vivieron casi una década en la Moncloa tratando de hacerla suya. Aznar se construyó una pista de pádel y habilitó un espacio para sala de juegos de sus hijos, pero Ana Botella acabó diciendo que aquello era muy frío y, definitivamente, no era “el lugar más recomendable para vivir una familia”.
Lo volvieron a intentar Sonsoles Espinosa y José Luis Rodríguez Zapatero con sus dos hijas. Sonsoles, afanada en no faltar a los ensayos del coro en el que cantaba como soprano, climatizó el agua de la piscina para poder bucear y aumentar su capacidad pulmonar. La pareja se propuso lo que los anteriores habían intentado, aunque puede que con menos ahínco.
La redecoraron, pintaron las estancias con colores claros, cambiaron los muebles clásicos por otros más actuales y colgaron en las paredes cuadros de autores contemporáneos. Mariano Rajoy y Elvira Fernández pasaron por la Moncloa tocándola muy poco. Se sabe que ella prefirió las macetas con plantas a los jarrones con flores frescas. Y así llegaron Pedro Sánchez y Begoña Gómez hace pronto un año al palacio que Isabel II cedió al Estado a mediados del siglo XIX. Confiamos que pasen esta cuarentena lo mejor posible.
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