El presidente del Gobierno en funciones Pedro Sánchez se reunió en Nueva York la semana pasada con algunos de los nombres más relevantes de los fondos de Wall Street. Entre ellos se encontraba un atento joven de 33 años, que vive entre Nueva York y California vinculado a varios fondos de inversión, con un apellido familiar: Alexander Soros. El cuarto de los cinco hijos del milmillonario, filántropo y activista político George Soros –el mayor de los dos que tuvo con su segunda esposa, la académica Susan Weber– ha seguido la tradición de ambos padres. Se licenció en Historia –como su madre– por la Universidad de Nueva York en 2009, y se doctoró el año pasado en Historia y Filosofía por la Universidad de Berkeley.
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En esos años formativos, el joven Alex se ganó una reputación que empezó en la adolescencia como uno de los mejores anfitriones de fiestas para ricos. Tras un noche repleta de modelos y jugadores de la NBA (es fan declarado de los Knicks neoyorquinos) en una exclusiva finca de los Hamptons, valorada en 70 millones de euros, sus amigos contaban al NY Post que a veces desaparecía para seguir estudiando o trabajando. Pero que la mejor manera de conseguir captar su atención era preguntarle por alguna problemática africana, o por alguna de las múltiples causas que abandera en su inagotable capacidad filántropa.
El pragmático joven, avergonzado por algunas correrías de juventud que llegaron a los medios, ha entrenado incluso con fotógrafos especializados en eventos para aparecer como un buen anfitrión y alguien que sabe divertirse de forma sana. Sin embargo, en las fotos en las que tiene que posar para medios, se ve todavía la rigidez de quien fue un niño extremadamente tímido, que creció marcado por la figura del padre ausente –su relación real empezó en la adolescencia– y por un sobrepeso infantil que también ha definido su interés por su figura. Menos claro está el origen de su devoción por las llamativas gafas que luce desde hace años.
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A Soros no se le conoce pareja estable, aunque en su Instagram (entre Obamas, Clintons, Pelosis, las apariciones recurrentes de Bono, su diseñador de confianza Maxwell Osborne, primeros ministros o su amigo el jugador de baloncesto Joakim Noah) también era habitual en esos años festivos encontrarlo rodeado de modelos y famosas.
Pero eso parece el pasado. En la actualidad, Alex Soros es el más entregado a la filantropía y el activismo de todos sus hermanos. Es cierto que administra nominalmente parte de la fortuna de su padre (estimada en más de 7.600 millones de euros). Lo hace en fondos de inversión ajenos al Soros Fund Management, la herramienta con la que el patriarca ha amasado su fortuna… Y, sobre todo, el enorme capital para proyectos benéficos y políticos: apróximadamente 30.000 millones de euros desde 1985 (fecha de nacimiento de Alexander). Es, por ejemplo, el brazo ejecutor del patriarca en Tau Investment, un fondo al que los Soros inyectaron cerca de 1.000 millones de euros para transformar la logística en un mundo globalizado -especialmente en el textil asiático-.
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Pero su dedicación real es casi exclusiva a las buenas causas y al objetivo de "construir sociedades tolerantes y emocionantes con gobiernos a los que exigir responsabilidades y abiertas a la participación de todos sus ciudadanos". Esa es su labor principal como vicepresidente del consejo asesor global de Open Society Foundations, una de las organizaciones políticas no gubernamentales más influyentes del planeta. Alimentada con gran parte de las ganancias de los Soros, la OSF –donde su madre fue directora ejecutiva y donde también participa su hermanastro, Jonathan Soros– es un paraguas de más de 20 fundaciones relacionadas destinadas a promover ideas de izquierda contemporáneas y a intervenir sobre algunos de los principales problemas del planeta.
Aparte, mantiene un lobby político progresista judío –los Soros, en palabras de Alex, tienen un gran interés en las sociedades abiertas y la lucha contra la intolerancia contra las minorías por su identidad judía–, intereses en varias ONG y fundaciones ligadas al mundo del arte… Y su propia ONG, la Alexander Soros Foundation, que ha invertido más de 25 millones de euros en los últimos años en causas relacionadas con los derechos humanos y el medio ambiente, pero que pasan más desapercibidas que las que normalmente abarcan titulares. Precisamente, el acto más público de la fundación es la entrega de un premio anual a alguna persona destacada en el activismo para aportar visibilidad -además de fondos, claro- a su causa.
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