«No tengo ganas, estoy muy estresada», si alguna vez has dicho esta frase a tu pareja a la hora de mantener relaciones sexuales puede que sufras ansiosexualidad. Se trata de un trastorno que puede tener dos vertientes: la primera, que el sexo en sí mismo te produzca ansiedad y la segunda, que en épocas de mucho estrés pierdas el deseo.
En teoría, el sexo es una actividad placentera que sirve para disfrutar, olvidar los problemas y pasarlo bien. Cuando se convierte en una actividad que produce malas sensaciones, agobio y estrés es cuando aparece el problema.
Hay personas que ven como imprescindible que a la hora de mantener relaciones sexuales todo vaya bien, es decir, que se encuentren en un estado de estabilidad física y emocional. Si se produce el caso contrario, no se encuentran cómodos, y por lo tanto, lo último que quieren es mantener sexo mientras se encuentran en un estado de desequilibrio.
El problema llega cuando no se gestionan estas emociones, y el estrés del día a día sobrepasa la situación. Si fuera así, nunca mantendríamos relaciones sexuales ya que la vida frenética a la que estamos acostumbrados es algo que nos persigue en el día a día.
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